Pbro. José Luis González Santoscoy
El Señor, en este Domingo de Cuaresma, nos hace una doble invitación: dejarnos encontrar por Él, y que seamos constructores de la paz con nuestras acciones. El Evangelio nos relata el encuentro de Jesús con la mujer samaritana en el pozo de Sicar. Esto nos recuerda que Dios siempre sale a nuestro encuentro, en medio de lo que hacemos y donde nos hallamos.
Entre los judíos y los samaritanos no había relación, estaban peleados. Jesús se acerca a la mujer y comienza el diálogo, lo que nos enseña a tomar la iniciativa y a derribar las barreras de la hostilidad y la indiferencia. Además, rompe los esquemas de prejuicio, entra en conversación y es capaz de comenzar un acercamiento hacia una persona alejada. Esto nos hace cuestionarnos: ¿Cuáles son nuestras formas de aproximarnos a los demás? ¿Somos de los que desbaratamos o ponemos más prejuicios?
Jesús vence la división entre dos pueblos que no se hablan; trata a aquella mujer como persona y la respeta. Debemos ser instrumentos de reconciliación entre los hombres. Atendamos al consejo del Papa Francisco, quien dijo, en un Ángelus, que “la misericordia es más grande que el prejuicio” (24-03-14).
Lo anterior nos deja como tarea imitar a Jesús, quien se da por completo a los demás; ofrece su cercanía, sin prejuicios; otorga su amistad, sin distinción; da su tiempo, sin limitación; expone su Palabra, sin condición; extiende sus dones, sin medida, y se da a Sí mismo, sin reservas… ¿Qué vamos a ofrendarle en esta Cuaresma para que suscite en nosotros la conversión?
@PadreJoseLuisGS

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