A ver si ahora sí

“Es necesario ir adelante siempre: un poco cada día, incluso cuando hay una gran dificultad”, Papa Francisco.

Fernando Díaz de Sandi

Comienza un año más y como ya es costumbre, los propósitos se anotan en papel o en la mente. Lo triste del asunto es que quizás llevas años con los mismos propósitos incumplidos, ya rancios, siempre abandonados. Que si bajar de peso, que si hacer ejercicio, que ahorrar más, que enojarse menos, en fin, estos y muchos más que quedan en simples promesas a uno mismo, a Dios, a la vida, al universo, propósitos que impacientes esperan a ver si ahora sí te dignas a cumplir, a hacer lo necesario para hacerlos realidad.

¿Por qué no cumplimos con nuestros propósitos? Principalmente porque elegimos cosas que poco o nada tienen que ver con nosotros, con nuestros deseos reales, generalmente son propósitos de moda, de tendencia, es decir, sin una motivación auténtica que promueva la constancia y la disciplina indispensable para concretar la meta. Por otro lado, el error de depender de factores externos para la realización de los propósitos: cábalas, amuletos, creencias que dan pauta a la pereza y la irresponsabilidad existencial y así vamos, de año en año con los mismos propósitos arrastrando y pasando entre docenas de uvas en año nuevo o  promesas mediáticas en la cuaresma, pero sin una transformación honesta, profunda y duradera. Pura llamarada de petate.

Muchos hacen el ridículo en materia de supersticiones: unos apuestan porque el color del calzón determinará la presencia de amor y dinero en el año venidero, otros barren hacia afuera, etc. Acciones que están de más, absurdas de por sí, con mayor razón si las actitudes y formas de hacer las cosas o afrontar la vida no sufren un cambio sustancial, incluso, de nada te sirve encender las veladoras a la Divina Providencia y rezar los días primero del mes, si eso no va acompañado de esfuerzo, constancia, estrategias, paciencia y trabajo.

Los milagros son la bendita coincidencia de la voluntad divina con la voluntad humana, en orden al empeño que cada persona pone en sus objetivos y si estos son para un bien propio y común.

Así que déjate de cosas y como dice el refrán “a Dios rogando y con el mazo dando”, a trabajar por aquello que en verdad queremos y es necesario para nuestras vidas y nuestras familias: una mejor actitud en el trabajo, una participación más activa en tu comunidad, un espíritu de servicio y solidaridad con tus padres, tus hijos, tus alumnos, etc.

Los propósitos que más valen la pena y nos comprometen son aquellos que implican una mejora real en el orden individual o colectivo. Por ejemplo, bajar de peso tiene que ver más con sentirte bien que cómo te ves.

Más que desear que tengas un feliz año, deseo que te hagas un feliz 2019.

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