De luto las letras en Jalisco por la muerte de Fernando Carlos Vevia

Daniel Casas Bañuelos

Un vacío difícil de subsanar deja en la capital de Jalisco y en la Universidad de Guadalajara el deceso, este Sábado de Pascua 27 de abril, en esta ciudad, del doctor Fernando Carlos Vevia Romero (Madrid, 1936), Maestro Emérito de esa Alma Mater, a la que sirvió durante tres décadas, a partir de 1975.

De la más sólida formación jesuítica, con un doctorado en filosofía y una maestría en letras, que obtuvo en universidades de España y Alemania, se estableció en Guadalajara luego de su matrimonio con la tapatía Irma Martínez López, que le sobrevive y a la que conoció en Hamburgo cursando ambos un posgrado, su esposa durante 46 años.

Su participación en el Departamento de Filosofía y Letras, de la U. de G., contando él con 39 años de edad y una sólida trayectoria como pedagogo y traductor (dominó seis lenguas) y perito en el proceso formativo del español, le llevó a ser parte del equipo formado por su coterráneo y biblista supremo, Luis Alonso Schökel, S.I. (1920 –1998), para su Biblia del Peregrino (1993).

De los libros que publicó el más usado ha sido su ‘Curso de introducción a la Semiótica’; enriqueció la literatura cervantina con ‘Estudios sobre la obra de Cervantes’ y ‘Las dos mitades de Cervantes’. Rastreando los orígenes de la dramaturgia mexicana compuso La sociedad mexicana en el teatro de Rodolfo Usigli. Suyo es también ‘El discurso político religioso en América Latina’.

Cabe señalar que el doctor Vevia, enemigo de las pasarelas y de los reflectores, de una modestia virtuosa y ejemplar, fue un católico práctico de esos que sin poses pudo vivir al pie de la letra su fe y convicciones incluso en ámbitos donde el discurso antirreligioso era moneda corriente.

En efecto, cuando así era la estructura operativa de la Universidad, fundada en 1792 por el siervo de Dios fray Antonio Alcalde, valiéndose del ariete del humanismo a secas figuras de la talla de Agustín Yáñez y Adalberto Navarro Sánchez renovaron el cultivo de las letras, gestión a la que Vevia se sumó de forma heroica valiéndose nada más del dominio de la palabra, la hondura del pensamiento y la congruencia en su conducta. Fue en la última parte de su vida colaborador asiduo del Boletín Eclesiástico de esta Arquidiócesis.

Descanse en paz tan admirado como respetable maestro.

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