Un comentarista llamado JCR hizo un comentario que por sencillo no deja de valer más que mil argumentos. Debo decir que es un comentario que me dejó sorprendido porque tiene toda la fuerza de la verdad. JCR escribió sabiamente:
El Hijo Pródigo, dilapida la herencia, de firma egoísta, pero hay que reseñar que no mató a nadie. Si hubiera matado a varias personas, ¿su padre le habría acogido y le habría hecho una fiesta de bienvenida?
JCR y yo no estamos negando la posibilidad del arrepentimiento ni la benignidad en el santo sacramento de la penitencia. Pero la administración del perdón de Dios es una cosa mucho más seria de lo que algunos consideran.
Esto, por supuesto, vale para un terrorista, para un dictador de derechas, para un maltratador de su esposa. La culpa no es un fardo de piedras que uno tira como si fuera una mera carga. La sensación de culpa puede ser algo totalmente querido por Dios y que hay que aceptar y hasta pedirle al Señor: “Dios mío, que me duela más mi pecado”.
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Y esta no es una cuestión meramente teórica, sino que todo este asunto tiene consecuencias prácticas. Un ejemplo real, un terrorista con cáncer que ha matado a varias personas, va a morir sin ningún lugar a dudas. Nunca ha manifestado el menor arrepentimiento, así consta en el informe penitenciario a la hora de pedir la libertad provisional. ¿Qué es lo más complace a Dios: que muera en la cárcel o que muera en su casa con su familia?
Yo solo quiero hacer lo que sea la voluntad de Dios. Pero, en este caso, ¿cuál es la voluntad de Dios? No doy la respuesta, porque considero que los moralistas no responderían de forma unánime y yo mismo no me he parado a pensarlo con detención. Creo que vale la pena darle vueltas varios días. Voy a intentar hacerlo, en serio. ¿Pero qué pensáis vosotros? De una forma amorosa, desde el Evangelio de Cristo, ¿qué es lo mejor?
En principio, aunque tendría que pensarlo mejor y estoy dispuesto a rectificar, no os oculto que ahora mi respuesta como juez (a la petición de libertad condicional) sería la siguiente:
Estimado Señor:
Desde un punto de vista desapasionado, sin tenerle la menor animadversión personal, deseándole lo mejor, tengo que comunicarle que la Justicia tiene sus propias exigencias y que tendrá que morir o en la cárcel o en un hospital en condición de prisionero. La solicitud de libertad condicional queda denegada.
La Ley me permite excarcelarlo según mi criterio, pero la atención a las más altas miras de la Justicia, con los ojos puestos en lo que es recto y lo que no lo es, con la consideración de lo que está bien y de lo que está mal, no me permite concederle el beneficio que me solicita.
Sin más, me despido cordialmente.


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