septiembre 2015
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9:55 p.m. ,
El silencio de la voluntad

Quiero lo que Dios quiere

Hemos tratado el silencio de la mente en sus tres aspectos temporales: el silencio de la memoria (pasado), el silencio de la imaginación (futuro) y el silencio del juicio (presente). Nuestra mente, teniendo en cuenta lo que la memoria recuerda del pasado y lo que la imaginación anticipa del futuro, emite un pensamiento. Hasta aquí la función de la mente. Ahora es el momento de actuar la voluntad. Es el momento de acoger o rechazar lo que la mente ha presentado para ser realizado. También en este momento hay que hacer silencio. Es lo que llamamos silencio de la voluntad.

Es necesario determinar bien qué entendemos por voluntad. Nos referimos a la facultad humana que mueve a hacer o no hacer una cosa. Sería lo que entendemos por el verbo querer, es decir, la determinación de ejecutar una cosa, que es diverso del amor o sentimiento que mueve a desear el objeto amado.

Una vez que la mente presenta aquello que debe ser realizado, la voluntad tiene que aceptarlo o rechazarlo. En el momento de la ejecución, aparecen muchos ruidos que deben ser silenciados.

Silencio de los gustos

Indudablemente que el pasado ha ido fraguando en nosotros ciertos gustos por las cosas que en un momento puede facilitar o estorbar nuestro actuar. La vida de Jesús y sus apóstoles nos muestra un hecho muy sencillo y claro de la presencia de los gustos en un sentido amplio. Avisan de la muerte de Lázaro, amigo de todo el grupo. La amistad del amigo impulsa a estar con él, un gusto en sentido técnico, y así lo expresan los apóstoles. Pero Jesús sabe que no es el momento de ir, que conviene esperar. Es lo que su mente le dice que hay que hacer. Jesús, supera su propio gusto, de ir inmediatamente con el amigo y sigue lo que la razón le ha propuesto como más conveniente. En nuestro actuar, debemos hacer silencio de los gustos, cuando éstos se interponen con lo que la mente nos presente como apropiado.

Silencio de los deseos

Ya hablamos de la acción de la imaginación. Ésta anticipa lo que puede suceder en el futuro. Vimos cómo, bien usada, ayuda a la mente a definir lo más apropiado. Al mismo tiempo, deja en la voluntad una tendencia a conocer, poseer o disfrutar el objeto deseado. Es necesario hacer silencio de los deseos si estos se oponen a lo que la razón ha indicado que debe ser hecho. Tenemos ejemplos muy claros en el evangelio. Los apóstoles no desean que su maestro sea hecho prisionero y muera, por lo que se oponen con energía a la invitación a subir a Jerusalén. Jesús les ayuda a silenciar ese deseo y hacer lo que conviene. Mayor fuerza de la lucha contra los propios deseos se descubre en la escena de Getsemaní. Cristo, verdadero hombre, experimentó con vehemencia un rechazo ante los dolores y humillaciones de la pasión, pero silenció su deseo aceptando la voluntad divina. Silenciar la voluntad es llegar a tener un solo deseo, hacer la voluntad de Dios.

Silencio de las decisiones

Si la memoria provoca los gustos en la voluntad, y la imaginación los deseos, el juicio impele a la voluntad a tomar una decisión. Igualmente que se requiere hacer silencio de los gustos y de los deseos, también, en ocasiones, es necesario hacer silencio de las propias decisiones. Nuevamente la vida de Cristo nos ofrece ejemplos claros de esto. Siempre me ha llamado la atención cómo Jesús era consciente de tener que trabajar en las cosas de su Padre y por eso se quedó en el templo de Jerusalén, pero solamente lo hizo una vez. ¿Por qué? Porque después de tomar la decisión de hacer las cosas de su Padre, se dio cuenta, por las palabras de María y de José, que todavía no había llegado su hora. En sentido contrario le pasó con las bodas de Caná. Su decisión era no actuar todavía, pero descubrió en la preocupación de María, que su hora había llegado.

Me detengo brevemente en este punto pues es motivo de mucho ruido interior. Puede parecer paradójico que Cristo, siendo Dios, tuviera que cambiar sus decisiones en el actuar concreto. Esto no nos debe extrañar pues era, en verdad, hombre igual que nosotros menos en el pecado. Y cambiar una decisión no es pecado, es la capacidad que tiene el hombre de conocer cada vez mejor las cosas y, sobre todo, de aplicar lo mismo a circunstancias diversas. Jesús buscó en todo momento cumplir las cosas de su Padre, pero éstas se realizaban de un modo cuando fue adolescente y otra cuando ya entró en su edad madura. Pero es necesario hacer silencio de las propias decisiones para tener la apertura necesaria para descubrir, aceptar y aplicar la voluntad de Dios en cada momento concreto.

Cómo saber cuál es la voluntad de Dios

Recuerdo un superior que me decía: la voluntad de Dios es siempre presente. Es decir, aunque siempre debemos hacer la voluntad de Dios esta puede variar de un momento a otro por lo que hay que cultivar constantemente el silencio de las propias decisiones para acoger en todo momento la palabra divina. ¿Cómo hacer esto? Son tres los pasos fundamentales que hay que realizar. En primer lugar se requiere orar. Sabemos bien que solo Dios puede expresarnos su voluntad. Se requiere pedir que nos ilumine y que abra nuestro corazón a sus indicaciones. En segundo lugar se requiere analizar la situación ayudado por la experiencia del pasado, por las expectativas para el futuro y las circunstancias del presente. En tercer lugar ayuda mucho el pedir consejo a quien tiene experiencia y deseo de ayudar.

Como religiosos, sabemos que la figura del superior goza de una gracia de estado especial para expresar la voluntad de Dios. Como seglares, la encontramos en el director espiritual. Se requiere un constante ejercicio del silencio de la voluntad para acoger en todo momento la voluntad divina expresada en las indicaciones del instrumento que Dios ha querido para nosotros que, por fe, sabemos que son expresiones del querer de Dios.

Silencio de los gustos, silencio de los deseos y silencio de las decisiones. ¿Debe la voluntad buscar otros silencios para el cumplimiento de lo que la mente le propone? Yo creo que sí.

Otros silencios

Podríamos hablar del silencio de la razón. Pudiera parecer una contradicción. Si la voluntad debe seguir lo que la razón le propone como realizable, ¿cómo será posible y bueno vivir un silencio de la razón? Me explico y creo que voy a ser entendido con facilidad. La voluntad debe seguir la propuesta de la razón pero no debe realizarla porque la razón se lo pide sino por amor. Eso significa silencio de la razón: no hacer las cosas por deber sino por amor. Cristo no solamente tenía como alimento realizar la voluntad del Padre sino que, además, buscaba agradarle.

Y hay otro silencio más que debe vivir la voluntad. Podríamos llamarlo el silencio de la justicia. La mente, si está bien formada, propone el juicio a seguir siempre de acuerdo al bien o la justicia: “hay que hacer el bien al prójimo”. Pero, ¿y cuándo nos encontramos ante una persona que hace el mal?, ¿qué me hace el mal? En ese momento la justicia salta con vehemencia imperando a la voluntad a no hacer el bien que la razón propone. Entonces es necesario elevarnos con el silencio de la justicia que los cristianos llamamos perdón. Para esto se requiere mucho amor, el amor que Jesús tuvo en la cruz hacia todos nosotros y hacia sus verdugos.

El silencio de la voluntad, en sus aspectos de silencio de la razón y de la justicia, es posible en la medida que hay amor.


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12:47 p.m.
Eucaristía, Pan partido para tu salvación: ¡Qué grande es nuestra alegría sabiendo que en el altar cada día se ofrece el sacrificio de Cristo // Autor: SS Benedicto XVI

¡Queridos hermanos y hermanas!

Qué grande debe ser nuestra alegría sabiendo que en el altar,(...) cada día se ofrecerá el sacrificio de Cristo; sobre este altar Él seguirá inmolándose, en el sacramento de la Eucaristía, para nuestra salvación y la del mundo entero. En el Misterio eucarístico, que se renueva en cada altar, Jesús se hace realmente presente. La suya es una presencia dinámica, que nos aferra para hacernos suyos, para asimilarnos a él; nos atrae con la fuerza de su amor haciéndonos salir de nosotros mismos para unirnos a Él, haciendo de nosotros una sola cosa con Él.

La presencia real de Cristo hace de cada uno de nosotros su "casa", y todos juntos formamos su Iglesia, el edificio espiritual del que habla también san Pedro. "Acercándoos a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios -escribe el apóstol-, también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por medio de Jesucristo" (1 Pe 2, 4-5).

Casi desarrollando esta bella metáfora, san Agustín observa que mediante la fe los hombres son como maderos y piedras cogidos de los bosques y de los montes para la construcción; mediante el bautismo, la catequesis y la predicación se van desbastando, escuadrando y puliendo; pero se convierten en casa del Señor sólo cuando se acompañan por la caridad. Cuando los creyentes se ponen en contacto en un orden determinado, se yuxtaponen y cohesionan mutua y estrechamente, cuando todos están unidos con la caridad se convierten verdaderamente en casa de Dios que no teme derrumbarse (cfr Serm., 336).


Es por tanto el amor de Cristo, la caridad que "no tendrá fin" (1 Cor 13,8), la energía espiritual que une a cuantos participan del mismo sacrificio y se nutren del único Pan partido para la salvación del mundo. De hecho ¿es posible estar en comunión con el Señor si no estamos en comunión entre nosotros? ¿Cómo podemos presentarnos ante el altar de Dios divididos, lejanos unos de otros? Este altar, sobre el cual dentro de poco se renueva el sacrificio del Señor, sea para vosotros, queridos hermanos y hermanas, una constante invitación al amor; a él os debéis acercar siempre con el corazón dispuesto a acoger el amor de Cristo y a difundirlo, a recibir y a conceder el perdón.

(...) Cada vez que os acerquéis al altar para la celebración eucarística, vuestra alma debe abrirse al perdón y a la reconciliación fraterna, dispuestos a aceptar las excusas de cuantos os hayan herido y dispuestos, por vuestra parte, a perdonar.

En la liturgia romana el sacerdote, tras presentar la ofrenda del pan y del vino, inclinado hacia el altar, reza en sumisamente:

"Humildes y arrepentidos acógenos, Señor: acepta nuestro sacrificio que hoy te presentamos".

Se prepara así a entrar, con toda la asamblea de los fieles, en el corazón del misterio eucarístico, en el corazón de esa liturgia celeste a la que se refiere la segunda lectura, tomada del Apocalipsis. San Juan presenta a un ángel que ofrece "muchos perfumes para que, con las oraciones de los santos, los ofreciera sobre el altar de oro colocado delante del trono" (cfr Ap 8, 3). El altar del sacrificio se convierte, de cierta forma, en punto de encuentro entre el Cielo y la tierra; el centro, podríamos decir, de la única Iglesia que es celeste y al mismo tiempo peregrina en la tierra, donde, entre las persecuciones del mundo y las consolaciones de Dios, los discípulos del Señor anuncian su pasión y muerte hasta que vuelva en la gloria (cfr Lumen gentium, 8). Es más, cada celebración eucarística anticipa el triunfo de Cristo sobre el pecado y sobre el mundo, y muestra en el misterio el fulgor de la Iglesia, "esposa inmaculada del Cordero sin mancha, Esposa que Cristo a amado y por la que se ha entregado, a fin de hacerla santa" (ibid., 6).

Es necesario que toda la comunidad crezca en la caridad y en la dedicación apostólica y misionera. Concretamente se trata de dar testimonio con la vida de vuestra fe en Cristo y la confianza total que ponéis en él. Se trata también de cultivar la comunión eclesial que es ante todo un don, fruto del amor libre y gratuito de Dios, y que por tanto es divinamente eficaz, y está siempre presente y operante en la historia, más allá de cualquier apariencia contraria.

La comunión eclesial es también una tarea confiada a la responsabilidad de cada uno. Que el Señor os conceda una comunión cada vez más convencida y operante, en la colaboración y en la corresponsabilidad en todos los niveles: entre presbíteros, consagrados y laicos, entre las distintas comunidades cristianas de vuestro territorio, entre las distintas agrupaciones de laicos. (...)


Homilía del Papa en la dedicación del altar de la catedral de Albano, el lunes 22 de septiembre de 2008.

Nota seleccionada para el  blog del Padre Fabián Barrera

12:56 p.m. ,
Meditación: abrirnos a la esperanza

XXVI Domingo del tiempo ordinario

(Núm 11, 25-29; Sal 18; Sant 5, 1-6; Mc 9, 38-43, 45. 47-48)

El amigo del alma

Dios hizo al hombre a imagen suya, del polvo del suelo y del aliento divino. Todo ser humano guarda en su interior la semejanza con su Creador. Por el bautismo, se nos regala el don del Espíritu, que nos permite invocar a nuestro Hacedor como Padre.

El Espíritu del Señor se derrama sobre el corazón de los fieles con el don de Sabiduría, y va haciendo Amigos de Dios y profetas. De muchas maneras se manifiesta en las criaturas la fuerza de lo alto, en algunos casos con dones especiales.

Una prueba de que el don es del Espíritu es si se manifiesta con humildad. De aquí la oración del salmista: “Preserva a tu siervo de la arrogancia, para que no me domine” (Sal 18). Porque cabe el riesgo de engreírse por los dones que no vienen de nosotros, sino que nos los ha dado Dios para servicio de los demás.

El Espíritu sopla donde quiere

Las lecturas de este domingo nos sorprenden con la revelación de la acción del Espíritu, no solo sobre quienes oficialmente se presentan como ministros ordenados, sino sobre el pueblo de Dios, y no solo sobre quienes están bautizados, sino sobre todas las personas de buena voluntad.

Jesús, dice a los apóstoles ante su alarma al enterarse de que personas que no son del grupo de los discípulos oficialmente manifiestan dones especiales: -«No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro” (Mc 9, 38-43).

Algo semejante sucedió en tiempo de Moisés, cuando reposó el Espíritu de profecía sobre los que estaban en la tienda del encuentro, y también sobre quienes no estaban. Alguno pensaba que eso no debía consentirse, pero Moisés respondió: -«¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!» (Núm 11, 27-29).

No tenemos el monopolio del Espíritu

Demasiadas veces quienes pertenecemos a la Iglesia podemos reaccionar a la manera de los discípulos, como si tuviéramos el monopolio del Espíritu. En los tiempos apostólicos, san Pedro se sorprendió de que personas no bautizadas actuasen sin embargo movidas por el Espíritu Santo.

Curiosamente, cuando Israel estuvo deportado y vivió el exilio de Babilona, fueron reyes paganos los que decidieron restaurar el templo de Jerusalén y posibilitar el retorno de los israelitas.

Por la enseñanza que hoy nos ofrece el mensaje revelado, debemos abrirnos a la esperanza, porque la Iglesia la dirige el Espíritu del Señor. El axioma evangélico: “El que no está contra nosotros está a favor nuestro”, nos debe infundir ánimo, porque hay muchas personas de buena voluntad, generosas, serviciales, solidarias, buenas, que manifiestan, aunque no lo sepan, la presencia del Espíritu en ellas.


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente.

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Everest


Dirección:Baltasar KormákurPaíses:USA y Reino Unido.Año: 2015. Duración: 121 min. Género:DramathrillerReparto:Jason ClarkeJosh Brolin, Keira Knightley, John HawkesJake Gyllenhaal, Sam Worthington, Martin Henderson, Emily WatsonMichael Kelly, Thomas M. Wright. Guion: Mark Medoff y Simon Beaufoy. Música: Dario Marianelli. Distribuidora:Universal Pictures International Spain.Estreno en España: 18 Septiembre 2015
Reseña: 
Inspirada en los increíbles acontecimientos que tuvieron lugar durante un intento por alcanzar el pico más alto del mundo, Everest describe el impresionante recorrido de dos expediciones que se enfrentan a una de las peores tormentas de nieve que el hombre jamás ha conocido en 1996. El temple de los alpinistas es puesto a prueba cuando se ven obligados a luchar contra la furia desatada de los elementos y superar obstáculos imposibles, en un desesperado esfuerzo por sobrevivir.
El realizador logra sacarle mucho partido a un guión inteligente. Son conscientes de que no deben apartarse del esquema del típico retrato de lucha del hombre contra la naturaleza, por lo que se limitan a dar pinceladas de los personajes. Pero logran darles cierta dimensión humana, y que se entiendan las dos maneras de entender su profesión de los protagonistas. Las interpretaciones y la fotografía son muy buenas. (Almudí JD). Decine21: AQUÍ

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Pautas que nos enseñan a vivir, a empatizar con los demás, a ser generosos, amables y leales

Tengo que confesar que me impresionó el exquisito recibimiento del Santo Padre por el presidente Barack Obama. Más aún, si consideramos que la religión de Obama es el protestantismo, y no precisamente de la línea de los que podemos considerar muy “complaciente” con los dogmas del catolicismo.

Pero pocos líderes mundiales han sido recibidos a los pies de la escalerilla del avión por el presidente, el vicepresidente de Estados Unidos y sus familias. Y este extraordinario gesto hay que valorarlo cuanto menos como elegante, un “saber estar” ejemplo para muchos líderes políticos del mundo.
No quisiera frivolizar sobre este tema pero sí dejar constancia de que la elegancia, el “saber estar”, no fue que el vestido de Michelle Obama y sus niñas fuera el más adecuado para el momento. Más bien, fueron las palabras, miradas, gestos, y por supuesto, la finura en el trato que evidenciaron al "emperador de la paz" en ese pequeño instante.

Y esta cortesía, afabilidad, es una cualidad necesaria para la convivencia humana, puesto que aprender a ser, aprender a conocer, aprender a hacer, y por supuesto, aprender a convivir son las grandes pautas que nos enseña a vivir, a empatizar con los demás, a ser generosos, amables y leales. En definitiva, desarrollamos los valores que todos los seres humanos llevamos en nuestro interior pero que muchas veces necesitamos de una preparación para desarrollarlos. 

Como decía Ricardo Yepes en su artículo La elegancia, algo más que buenas maneras,
“ser cortés no es sólo tratar correcta y educadamente a las personas, lo cual implica ya reconocerlas dignas de buen trato, sino todavía más: omitir decididamente todo detalle que resulte molesto o vergonzoso, e incluso buscar la compostura, la finura y el donaire en el decir y actuar, de modo que se merezca por ello la estimación, el aprecio, y aún la admiración”.

Y añadía:
“Si el hombre habla, no sólo con sus palabras, sino también con su expresión, con su gesto, con su figura, con su vestido y apariencia, decir las cosas bellamente se torna no sólo bueno, sino deseable, pues al ejercerse nos dignifica como personas y eleva al nivel de lo verdaderamente humano la comunidad de vida que tenemos con los demás”.

De estos pequeños detalles dependerá una muy buena sintonía para, como señaló el Papa Francisco en la Casa Blanca:
“Edificar una sociedad que sea verdaderamente tolerante e inclusiva, para salvaguardar los derechos de los individuos y las comunidades, y para rechazar toda forma de discriminación injusta. Al igual que incontables personas de buena fe, están preocupados que sus esfuerzos por construir una sociedad justa y ordenada sabiamente respeten sus intereses más profundos y su derecho a la libertad religiosa. Esa libertad sigue siendo una de las posesiones más preciosas de América. Y tal como nos han recordado mis hermanos, los Obispos de Estados Unidos, todos son llamados a estar vigilantes, precisamente como buenos ciudadanos, para preservar y defender esa libertad de todo lo que pudiera amenazarla y comprometerla (…).
Quisiera que todos los hombres y mujeres de buena fe de esta gran nación apoyaran los esfuerzos de la comunidad internacional de proteger a los vulnerables en nuestro mundo y de estimular los modelos de desarrollo integrales e inclusivos, para que nuestros hermanos y hermanas en todos lados conozcan las bendiciones de paz y prosperidad que Dios quiere para todos sus hijos”.

Por supuesto, no pretendo con esta reflexión hablar de políticas. No me gustaría que nadie se llevara a engaño. Puede ser que no haya sabido reflejar −como era mi pretensión− el objetivo del mismo que es simplemente mi grata sorpresa hacia las buenas maneras, las formas, la exquisitez, el cariño,… de un saber estar, un saber hacer, que a más de uno de nuestros líderes políticos le pueden servir de ejemplo.

Remedios Falaguera

(Cfr. www.almudi.org)

 
 
 
El Señor nos pide generosidad en la lucha contra todo egoísmo, y así podremos amar cada día más a Dios y los demás.

“«Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno expulsando demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no viene con nosotros». Jesús contestó: «No se lo prohibáis, pues no hay nadie que haga un milagro en mi nombre y pueda a continuación hablar mal de mí: el que no está contra nosotros, está con nosotros. Y cualquiera que os dé de beber un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, en verdad os digo que no perderá su recompensa. Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino, de las que mueve un asno, y sea arrojado al mar.
Y si tu mano derecha te escanda liza, córtala: más te vale entrar manco en la Vida que con las dos manos ir al infierno, al fuego inextinguible. Y si tu pie te escandaliza, córtatelo: más te vale entrar cojo en la Vida que con dos pies ser arrojado a la gehena del fuego inextinguible. Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que con los dos ojos ser arrojado al fuego del infierno, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga» (Marcos 9, 38-43,45. 47-48).

1. El Evangelio nos habla de ser generosos con todos, dejar que hagan las cosas mientras hagan el bien, y así cuando le dicen a Jesús que otros hacen lo mismo, él les viene a decir que hay que vivir sin celos, ante los que hacen el bien: “El que no está contra nosotros está a favor nuestro”. “Y, además, el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa”.
En la Iglesia pueden aparecer grupos y divisiones, incluso iglesias o comunidades separadas, pero esto fue hace tiempo y por motivos confusos. «Además, los que nacen hoy en las comunidades surgidas de tales rupturas y son instruidos en la fe de Cristo, no pueden ser acusados del pecado de la separación y la Iglesia católica los abraza con respeto y amor fraternos... Justificados por la fe en el bautismo, se han incorporado a Cristo; por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos y son reconocidos con razón por los hijos de la Iglesia católica como hermanos en el Señor» (Código de Derecho Canónico, 818).
Jesús nos pide también que no escandalicemos a nadie (no hagamos pecar) y menos “a uno de estos pequeñuelos que creen”, porque es algo tan gordo que “más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar”, es decir, procurar de verdad no hacer daño a los pequeños en su fe. Luego habla de cortar la mano y quitar el ojo, que hay que leer en relación con el conjunto del Evangelio de amar el cuerpo y la vida como regalo de Dios; es una expresión que quiere decir quitar lo que hace daño. No quiere decir hacernos daño, claro, es que si una piedra me hace tropezar hay que quitar la piedra, como decía san Josemaría: “aparta Señor de mí lo que me aparte de ti”. Y advertía: «Chapoteas en las tentaciones, te pones en peligro, juegas con la vista y con la imaginación, charlas de... estupideces. -Y luego te asustas de que te asalten dudas, escrúpulos, confusiones, tristeza y desaliento. / Has de concederme que eres poco consecuente» (Surco 132).
Por ejemplo, no parece que va bien tener la tele en la habitación, ni conexión a internet, pues es fuente de pérdidas de tiempo y de adicciones inútiles o maliciosas... también lo aconsejan los médicos, que la cama sea para dormir y así se descansa mejor. Así, ante los reclamos de una sociedad que busca el placer desligado del bien, podemos acudir a la protección de la Santísima Virgen para que su ayuda nos proteja y nos guarde.

2. Cuenta el libro de los Números: “el Señor bajó en la nube, habló con Moisés y, tomando algo del espíritu que poseía, se lo pasó a los setenta ancianos. Al posarse sobre ellos el espíritu, se pusieron a profetizar en seguida”. Unos no estaban en la reunión y también profetizaban, y Josué se chivó a Moisés, celoso, pero él respondió: «¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!» Jesús nos dice lo mismo, pues Moisés es imagen de él, que vendrá luego.
¿Tenemos celotipias de los demás? ¿Queremos tener la exclusiva del poder, o estamos dispuestos a compartir con alegría? El Señor nos pide ser generosos, para que seamos hijos de nuestro Padre celestial. Señor, te pido la gracia de querer a todos como Tú les quieres, como hijos tuyos y hermanos míos. Por eso haces salir el sol sobre todos, buenos y malos, y envías tu lluvia sobre justos y pecadores. Ayúdame a hablar con todos, saludar a todos, rezar por todos y no ser enemigo de nadie. Procuraré querer a todos, y dejar mis cosas a quien las necesite. Aprender a dar como cuentan de un niño de esos que aún no saben hablar, estaba en brazos de su madre y con muchos caramelos. “Me acerqué a él y le pedí: -¿Me das un caramelo? Cogió uno y me lo dio. Su madre me insinuaba que siguiera pidiéndole más. -Tú tienes muchos caramelos, yo sólo tengo uno, ¿me das otro? Miró a su madre, no sé si queriendo complacerla o más bien solicitando ayuda para el nuevo esfuerzo, y volvió a triunfar la generosidad del pequeñín: Me dio el segundo caramelo, y aún más… Al final, la madre colmó de besos y abrazos al pequeño contagiándole de su alegría”.
Es bonito compartir, aprender a dar, como aprenden los niños. Dicen que un pequeño en la escuela miraba su bocadillo de merienda y al ver que a otro se le había olvidado traer piensa: “si le invito, ¿qué quedará para mí?”; pero pensó que esto le hacía más egoísta, y pensó enseguida: “si me lo como, ¿qué le podré dar a él?” Y le invitó, sintiendo que esto le hacía hijo de Dios, hermano de los demás. Así, todos estamos contentos al experimentar que compartir es querer, ser solidario, sintiendo que mis cosas están al servicio de los demás, y que las penas y alegrías de los demás son también mías.
En el Salmo cantamos: “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón... La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma”. Es una fuente interior esta ley que Dios ha escondido dentro de nosotros: “Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones”, le dijo el Señor al profeta Jeremías. La ley de Dios, en el corazón. Nosotros, hombres modernos, ¿no tendríamos que redescubrir lo que es  una "ley"? "Los mandatos del Señor son rectos, alegran el corazón... son más preciosos que el oro,  más dulces que la miel". Cuando dos equipos de fútbol se encuentran en un estadio,  millones de hombres están atentos a las "reglas del juego". Se insiste en el fairplay, la  corrección... Se dice que el equipo que respeta las leyes del juego es más "deportivo", en el  mejor sentido de la palabra. Este ejemplo muestra que la ley es necesaria para el buen  funcionamiento de un grupo cualquiera. Sin ley, se imponen la guerra, la irregularidad, la  fuerza, la anarquía. La misma felicidad de vivir está en juego. ¿Puede una familia vivir sin un  mínimo de leyes reconocidas y respetadas libremente por todos? La ley de Dios, es aún más  profunda: regula desde el interior el correcto funcionamiento de nuestro ser. "La ley del  Señor es perfecta... guardarla es para el hombre una ganancia..." (Noel Quesson).


3. Santiago dice a los egoístas que lo van a pasar mal, que todo eso no les servirá para ser felices: “Ahora, vosotros, los ricos, llorad y lamentaos por las desgracias que os han tocado. Vuestra riqueza está corrompida y vuestros vestidos están apolillados. Vuestro oro y vuestra plata están herrumbrados, y esa herrumbre será un testimonio contra vosotros y devorará vuestra carne como el fuego. ¡Habéis amontonado riqueza, precisamente ahora, en el tiempo final!”. Recuerda la historia del Rey y el mendigo de Tagore: “Iba yo pidiendo, de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció a lo lejos, como un sueño magnífico. Y yo me preguntaba, maravillado, quién sería aquel Rey de reyes. Mis esperanzas volaron hasta el cielo, y pensé que mis días malos se habían acabado. Y me quedé guardando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo. La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. Y de pronto tú me tendiste tu diestra, diciéndome: ¿Puedes darme alguna cosa? ¡Ah, qué ocurrencia la de tu realeza! ¡Pedirle a un mendigo! Yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Luego saqué despacio de mi saco un granito de trigo, y te lo di. Pero qué sorpresa la mía cuando, al vaciar por la tarde mi saco en el suelo, encontré un granito de oro en la miseria del montón. ¡Qué amargamente lloré de no haber tenido corazón para dárteme todo!”
Nuestro Padre-Dios es el Gran Rey que nos quiere dar todo, pero necesita que le demos nuestras cosas, para que Él las transforme en divinas. Podemos pensar en la generosidad de Jesús: Señor, imagino cómo trabajas con perfección. Ya desde niño aprenderías en hacer los deberes bien, te imagino cuando obedecías a tus padres a la primera, y que dejarías participar en tus juegos a los otros niños. Y así irías creciendo en el amor, y vivirías la generosidad con el tiempo, para dedicarlo a Dios y a los demás. Y cuidarías cada día la oración con el Padre… Te pido, Señor, que me ayudes a ser como tú, a aprender como el pobre tenía que haber aprendido: a darte mis esfuerzos a lo que Dios me pide, mi trigo, y se convertirá en oro. Propósito: Por amor a Jesús, seré más generoso con la persona que más lo necesite.
Llucià Pou Sabaté

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(Num 11,25-29) ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!
(St 5,1-6) "Vuestra riqueza está corrompida"
(Mc 9,38-43) "El que no está contra nosotros está a favor nuestro"


Homilía para las “Scholae Cantorum” de Europa (29-IX-1985)
--- La “inspiración” musical
--- El pecado del escándalo

--- La “inspiración” musical
En este encuentro de oración que hace especialmente ferviente el canto coral de tan numerosas “Scholae Cantorum”, la liturgia de la Palabra de este domingo habla, por un lado, de inspiración y, por otro, de escándalo.
Por lo que se refiere a la inspiración, leemos en la primera lectura: “El Señor bajó en la nube, habló con Moisés y, apartando algo de espíritu que poseía, se lo pasó a los setenta ancianos; al posarse sobre ellos el espíritu, se pusieron entre ellos a profetizar” (Num 11,25).

--- El pecado del escándalo
Respecto al escándalo, leemos en el Evangelio según Marcos: “El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar” (Mc 9,42).
Así dice Cristo. Y luego, hablando del escándalo, pronuncia severas palabras a propósito de la mano, del pie y del ojo humano, cuando se convierten en causa de pecado.
El pecado es un mal, es la fuente de la depravación. A causa de él se arruina la vida y la civilización humana. De esto dan testimonio las fuertes palabras de la Carta de Santiago, que hemos escuchado en la segunda lectura, dirigidas a los que defraudan el salario de los trabajadores; que andan en francache­las y se sacian de placeres; que condenan y matan al inocente, que no pueden oponer resistencia a su violencia (cf. Sant 5,1-6).
Describiendo la triste situación del hombre esclavizado y víctima del pecado, el Concilio Vaticano II ha dicho en síntesis eficaz: “El pecado rebaja al hombre, impidiéndole lograr su propia plenitud” (Gaudium et Spes 13).
Por eso, Jesús lanzó la amenazadora y terrible palabra: “¡Ay del mundo por los escándalos!” (Mt 18,7)...
Hemos dicho que la liturgia de la Palabra de este domingo nos habla de la inspiración y también del escándalo... Extended en el mundo contemporáneo el área de lo bello, del bien y de la verdad.
Que disminuya el área del mal, de la amenaza, del pecado, del escándalo.

12:50 p.m.
Volver el corazón y la mente a María: Cuando tenemos miedo acudimos a Ti porque eres valiente, cuando dudamos volvemos los ojos a Ti porque eres Verdad. // Autor: María Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net

Si seguimos a Jesús no es posible hacerlo sin pensar, sin volver el corazón y la mente a la imagen de su Madre, una mujer como tu, como yo, de la misma especie humana que tu, hombre que me lees...

Por Ella, por su decir ¡SI!, Cristo se formó en sus entrañas por obra del Espíritu Santo y ahí, en ese momento único, grandioso y sublime, empezó a crecer en su seno virginal hasta hacerse hombre el Hijo de Dios, que un día, y en una cruz de madera, moriría por la Salvación de toda la humanidad, donde estabas tu, donde estaba yo.... ¡Oh, incógnita divina!

Ella supo de despedidas. Ella supo de soledades, de ausencias del que era todo el amor de su vida. Ella sin comprender nada aceptó que su amado hijo Jesús, vivía del gran misterio de Dios y se alejaba de ella cada vez más... para cumplir una MISIÓN.

Y al pie de la cruz, mientras lo veía agonizar, con el amado rostro desfigurado, con los pies clavados y los brazos extendidos, como queriendo abrazarnos, aceptó, porque El se lo pedía, que lo sustituyera como hijo por el discípulo Juan y a si convertirse en una Madre Universal.


El Padre Ignacio Larrañaga dice: "Madre del silencio y de la Humanidad, tu vives perdida y encontrada en el mar sin fondo del Misterio del Señor. Eres disponibilidad y receptividad, eres fecundidad y plenitud, eres atención por los hermanos, estás vestida de fortaleza"

Cuando tenemos miedo acudimos a Ti porque eres valiente, cuando dudamos volvemos los ojos a Ti porque eres Verdad, cuando la tristeza nos invade acudimos a Ti que fuiste Madre de dolores y recibimos tu fuerza, cuando el creer se nos hace difícil… nos sentimos seguros porque tu, eres Virgen Fiel, Espejo de Justicia y Trono de sabiduría y estás llena de Gracia, de Consuelo y Misericordia.

Por eso el rezo del santo Rosario es una comunicación con María, virgen y Madre. Con él vamos repasando todos los momentos de su vida y la de su Hijo Jesús. En el rezo de sus Ave-Marías, le pedimos insistentemente que, seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo y también le decimos que nos ampare ahora y en la hora de nuestra muerte, tal vez, cuando nos llegue ese momento, Ella, María la Madre de Dios y Madre nuestra, recuerde las veces que se lo pedimos y venga a buscarnos, auxiliadora, solícita y llena de amor para llevarnos al Padre como buena mediadora, y a si obtendremos el amoroso y esperado abrazo de Dios.

¡Madre y Virgen, Reina de la Paz, ruega por nosotros y por el mundo entero!

Preguntas o comentarios al autor Ma. Esther de Ariño

Nota seleccionada para el  blog del Padre Fabián Barrera

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El Santo Padre alentará a fieles y pastores a la dedicación de tiempo y esfuerzos a la atención de los matrimonios y familias, que procuran vivir su fe 

Estados Unidos comienza a agitarse con los prolegómenos de la campaña electoral, que gira, en buena medida, sobre inmigración, calentamiento global y desigualdad social. Temas sobre los que se ha pronunciado Francisco, y ante los que los americanos aparecen divididos.
Cuando el 22 de septiembre, el vuelo papal enfile la base de Andrews (Maryland) −pocas millas al sureste de Washington, sede de los Boeing 747 que sirven al presidente como Air Force OneFrancisco se encontrará en tierra extraña. Nunca, ni de estudiante, ni de provincial jesuita, ni de arzobispo, ni de pontífice romano ha pisado tierra estadounidense. Sin embargo, las primeras caras que verá le serán muy familiares: un sonriente matrimonio Obama, que acudirá a pie de pista para saludarle.
Pero no nos engañemos, la cordialidad en el recibimiento no oculta la realidad: este viaje tiene más dificultades que el de Cuba. Baste un ejemplo. Los agentes de seguridad han marcado en sus agendas el 25 como el día de la "tormenta perfecta". Ese día, Francisco habla ante los líderes de casi 190 países, reunidos en la sede de Naciones Unidas. Luego, recorrerá Central Park, tendrá un encuentro interreligioso en el memorial de Ground Zero, y celebrará una misa en el Madison Square Garden. Todo ello en un jeep prácticamente descubierto y con la incertidumbre de la conducta de Francisco ante la multitud. “Un desafío sin precedentes”, según William Bratton, el jefe de policía de Nueva York.

Corrientes subterráneas

Pero la dificultad no proviene tanto de la amenaza física contra el Pontífice −algunas ya neutralizadas− cuanto de ciertas corrientes subterráneas que no miran con buenos ojos el viaje. Me refiero a los que han fruncido el ceño ante su encíclica medioambiental (“Estamos maltratando la creación, la tratamos a veces como el peor enemigo”); los que se han escandalizado de sus palabras en Bolivia, condenando “la ambición desenfrenada por el dinero, que es el “estiércol del diablo”; los reticentes ante sus críticas al “capitalismo salvaje”; o los inquietos ante sus posiciones altamente solidarias con el fenómeno migratorio. Newsweek, para azuzar el debate, se pregunta en su última portada: ¿“Francisco es católico”? Ya se entiende que es un interrogante provocador, que el propio semanario modera en el texto. En todo caso, demuestra una ignorancia teológica de fondo, que quiere alentar la fantasía de los progresistas y acelerar la ansiedad de los conservadores.
No olvidemos que Estados Unidos comienza a agitarse con los prolegómenos de la campaña electoral, que gira, en buena medida, sobre inmigración, calentamiento global y desigualdad social. Temas sobre los que se ha pronunciado Francisco, y ante los que los americanos aparecen divididos. Aunque más cercanos −me parece− a Francisco que a algunos líderes republicanos.
Lo cual nos conduce a los índices de popularidad de Francisco en EE.UU. Para Gallup, en 2014 el índice de aprobación de Francisco era 76%. En julio de 2015 había bajado al 57%. La caída corresponde al sector más conservador, por los temas antedichos. Sin embargo, entre los católicos −son un total de 71.796.000, el 22,7% de la población− el índice de aprobación es abrumador (entre 89% y 75%). En mi opinión, no obstante esas oscilaciones, el recibimiento al Papa en todos los foros será muy caluroso. Incluso entre los políticos no conviene olvidar que en la Cámara de Representantes hay 135 católicos. En el Senado 26. Y en el Tribunal Supremo, católicos son 6 de 9 magistrados.

Capitol Hill

Aunque una de esas corrientes subterráneas tiene su sede en el Congreso, pienso que la reacción será algo más que cordial. Es el primer Papa en hablar en Capitol Hill, donde se espera que haga un firme alegato sobre la responsabilidad de Washington para limitar la contaminación, y en favor de una transición de las energías fósiles a las energías renovables. Incluso The New York Times, sostiene que su discurso estará más cercano de las ideas de Bernie Sanders, candidato demócrata a la presidencia −a la izquierda de Hillary Clinton− que a las que sostuvo Ronald Reagan. En mi opinión no es acertada la comparación, pues parte del error de confundir la Doctrina Social de la Iglesia con los esquemas políticos. Coincido más bien con el economista Argandoña, que sostiene que las críticas del Papa al capitalismo “no iban dirigidas al libre mercado, ni a la libre empresa, ni a la libertad de iniciativa, sino a las motivaciones de sus protagonistas, concretamente a lo que él llamaba la “lógica de las ganancias a cualquier costo”. Rectificar ese error no es cuestión de impuestos, ni de gasto social, ni de regulaciones, sino de cambio de valores. Lo que falla en el sistema “no es el mercado, sino la cultura y la ética”.
Bergoglio es también el primer papa que visita las Naciones Unidas durante los trabajos de su Asamblea general. Antes que él tres Papas hablaron en la ONU (Pablo VI, Juan Pablo II, dos veces, y Benedicto XVI), pero no coincidiendo con un Plenario de su Asamblea General. Esta circunstancia hace que Francisco pueda dirigirse a los líderes de los 190 países. Desde luego, la crisis de los refugiados −que ocupa la cabeza y el corazón del mundo entero−, no dejará de ser abordada.

La familia como estrella polar

En fin, el auténtico motivo del viaje es la familia. Es curioso que las dos estrellas polares de su pontificado sean, precisamente, los pobres y la familia. A esta última ha dedicado un Año Internacional, dos Sínodos y multitud de referencias en su enseñanza. En Filadelfia −donde se celebra la Jornada Mundial de las Familias− unas 700.000 personas de todo el mundo participarán en la fiesta con el papa en el centro de la ciudad. Se elevará a un millón en la misa final con Francisco. Aunque la prensa se hará eco de algunas manifestaciones paralelas de LGTB y transgéneros, lo cierto es que el Pontífice alentará a fieles y pastores a la dedicación de tiempo y esfuerzos a la atención de los matrimonios y familias, que procuran vivir su fe. Con mayor motivo si ese empeño se desarrolla en medio de dificultades, en un ambiente cultural opuesto a los principios de la antropología cristiana.
Peter Berger definía Estados Unidos como “un país de indios gobernado por suecos”. Es decir, un pueblo religioso dominado por una inteligencia más bien laicista. Francisco en este viaje deberá cubrir un doble objetivo: llegar al corazón de un pueblo naturalmente religioso y convencer a unas minorías rectoras de que apartarse de las grandes fuerzas morales y religiosas de la historia puede ser un suicidio moral.
Rafael Navarro-Valls es catedrático, académico/secretario general de la Real Academia de Jurisprudencia, y autor del libro Entre dos orillas. De Obama a Francisco.
Fuente: zenit.org.

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Bergoglio, el Papa Francisco



Contenidos: ---
Dirección: Beda Docampo Feijóo
País: España, Argentina
Año: 2015
Género:BiopicDrama
Fotografía: Kiko de la Rica
Estreno en España: 18-09-2015

Reparto:Silvia AbascalDarío GrandinettiCarlos HipólitoLeticia BrédiceAlejandro AwadaEmilio GaviraJorge MarraleBlanca JaraLeonor MansoAlan FerraroNaia Guz Sanchez
Reseña: 
A través de una periodista (Silvia Abascal) que  está escribiendo un libro sobre el Papa Francisco (Darío Gandinetti) recorremos la emocionante vida del padre Jorge en su permanente lucha contra la pobreza, la prostitución, la explotación laboral, la droga y la corrupción. Desde el adolescente que descubre su vocación hasta el jesuita elegido Papa, descubrimos la misma calidez, buen humor y sabiduría con la que el Papa asombra hoy al mundo.
El resultado de este biopic es notable, dentro de que el tratamiento es muy clásico. La narración está estructurada a través del personaje ficticio de la periodista Ana, que prepara un libro sobre el Pontífice. Su investigación sirve para introducir distintos flash-backs sobre el pasado de Jorge Bergoglio –el esquema recuerda a Encontrarás dragones–, desde que siendo joven entra en el seminario, hasta su dedicación sacerdotal como jesuita a los más pobres en la diócesis de Buenos Aires, donde es nombrado obispo.
Docampo sabe atrapar la rica personalidad espiritual y humana de Francisco, como en la realidad, muestra a una persona que frisa los ochenta años, pero que atrae a personas de todas las edades, y particularmente a la juventud que busca respuestas a los grandes interrogantes de la vida. Éste está extraordinariamente encarnado por Grandinetti, quien logra superar el escollo de no parecerse demasiado físicamente al personaje. (Almudí JD). Decine21: AQUÍ

7:30 p.m. ,
El silencio de la mente

Escuchar todo para descubrir la verdad

Hemos hablado del silencio de la memoria, recuerdo del pasado, y del silencio de la imaginación, anticipo del futuro. Ahora reflexionemos sobre el presente: el silencio de los juicios.

Del mismo modo que se dijo de las facultades de la memoria y de la imaginación, el silencio mental no es parálisis ni pobreza de ideas. Silenciar la mente no es inhibirla o bloquearla, sino darle la capacidad de recibir y producir, capacidad de escuchar todo y seleccionar lo que se desea.

La mente ruidosa es una mente cerrada, que no deja oír otras cosas distintas de las que ya posee. Pensamientos ruidosos son los pensamientos o ideas que se vuelven repetitivas u obsesivas. Para evitarlo hay que hacer silencio de estos ruidos.

Silencio de los prejuicios

Uno de los principales aspectos de la higiene mental es la eliminación de los prejuicios, que son juicios anticipados de las personas y cosas, sin haber tomado en cuenta, primero, la realidad. Los prejuicios son ruidos poderosos que nos impiden llegar a la verdad y al amor. En efecto, los prejuicios predeterminan la visión sobre las personas, impidiendo descubrir la acción transformante de la gracia en ellas. “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” es un típico prejuicio humano. Ahora sabemos que aunque la ciudad de Galilea era despreciable en aquella época, de allá salió el Salvador del mundo.

Silencio de las preocupaciones

La confusión, la distracción y la dispersión mental son señales de una mente ruidosa. Los hechos golpean con tal fuerza nuestros sentimientos que nos impiden reflexionar. Lo sabemos muy bien, ante una emergencia el modo normal de actuar es con pánico. En cambio, enseñan la necesidad de controlar el nerviosismo provocado por el incidente para actuar y escapar de la situación creada. En la vida ordinaria, debemos controlar la provocación que producen los acontecimientos, para obrar en cada momento del modo más prudente. No hay que preocuparse, sino ocuparse. En efecto, la mente silenciosa es libre y sabe gobernar, es disciplinada, sabe poner orden y unidad en el pensamiento. La tempestad calmada es un ejemplo de silencio de las preocupaciones. Los apóstoles estaban angustiados cuando tenían en sus manos la solución: el maestro que dormía. Jesús, sin alterarse, dio la paz externa e interna que sus apóstoles necesitaban.

El ruido de las propias opiniones

Tener opinión propia de personas y acontecimientos es señal de cierta madurez. Pero el inmovilismo en la propia opinión es signo de pobreza y de mucho ruido interior. Hay un principio claro: cada uno tiene razón en lo que piensa, pero no toda la razón, cosa que corresponde solo a Dios. Nosotros solamente participamos en cierta media de la razón divina. Por lo tanto, sin negar la parte de razón que tengamos, debemos hacer silencio de nuestras opiniones para abrirnos a la razón que pueda haber en las opiniones ajenas. Solamente así podremos crecer y perfeccionar la propia razón y opinión. Los discípulos de Emaús son un ejemplo paradigmático de falta del silencio de las propias opiniones. Ante los acontecimientos vividos, se habían formado la opinión de que todo lo de Jesús de Nazaret fue una ilusión. Ni la promesa de resurrección del maestro, ni las palabras de las mujeres, ni el testimonio apostólico del sepulcro vacío, ni la conversación ardiente con el desconocido caminante lograban silenciar sus propias opiniones.

El silencio de las quejas

Ni las mejores vacaciones que puedas nunca soñar, ni las consultas con el mejor terapeuta, podrán darte paz y felicidad, como el dejar de quejarte por todo y durante todo el tiempo. Renegamos del tráfico, del clima, del exceso de trabajo, del peso, de la comida, de las empleadas… de todo. Para colmo, el ruido de las quejas en vez de hacernos sentir mejor, genera más ansiedad en uno mismo y en las personas que nos rodean. El Evangelio nos muestra las quejas de Judas. Su queja por el mal uso que se hace del ungüento derramado sobre los cabellos de Jesús no le permite descubrir el amor de dos corazones que se unen por el arrepentimiento y la misericordia. Hay que hacer silencio de quejas, y si algo está mal y se prevé que puede mejorar, se hablará directamente y solo con la persona que puede proveer el cambio que se está buscando, esto no es quejarse.

El silencio es creativo

Los prejuicios, las preocupaciones, las propias opiniones, las quejas son pensamientos ruidosos, cerrados en sí mismos y que, con facilidad, caen en el riesgo de repetir frases hechas, consecuencia de juicios premeditados y lamentos insuperables. Por el contrario, el silencio es creativo. No se puede ser creativo si no se silencia lo que ya poseemos.

Sabemos muy bien que la virtud del silencio no se puede reducir a sus aspectos restrictivos. El que calla oye las voces que armónicamente hablan en su interior. El silencio es expresión de un estado interior que prepara a la elaboración del pensamiento. El pensamiento es un diálogo interior y silencioso del alma consigo misma. Surge la palabra interior, silenciosa y secreta, que oímos nosotros solos.

En otras palabras, silenciados los pensamientos ruidosos, la mente inicia un trabajo positivo. A partir de ahora, silenciar la mente es poner en orden y paz los pensamientos. Para lograr este silencio hay que reflexionar, es decir, captar una idea y tomar distancia de ella para acomodarla en su lugar propio, no dejando que ocupe un lugar importante o exclusivo sólo porque grita más que las demás.

Frutos del silencio de la mente

Cuando la mente ha hecho el silencio de los pensamientos ruidosos, y ha dejado resonar nuevos pensamientos, se alcanza la capacidad de comprender nuevas verdades. En este silencio somos capaces de escuchar al otro, descubrir las razones que incluyen sus palabras, haciendo el silencio de las apariencias, y acogerlas. Comprender algo es captarlo en su totalidad y en su realidad misma. Solamente si hay silencio de nuestro propio pensar seremos capaces de comprender, y si es oportuno acoger, las razones del otro.

Es entonces cuando la mente silenciosa es libre y sabe gobernar lo que pasa en su corazón, es disciplinada porque sabe poner orden y unidad en sus pensamientos. Y, en consecuencia, el silencio nos hace señores de nuestras decisiones importantes.

Obviamente, si dijimos antes que los pensamientos ruidosos llevan a la repetición de las mismas frases y quejas, el silencio de la mente, al acoger otros pensamientos y descubrir otros aspectos de la verdad, genera en la propia mente una riqueza nueva de pensamientos, que antes no existían ni eran reconocidos por nuestra mente.

Por el mismo motivo, el silencio de la mente ayuda a ser tolerante con las opiniones ajenas, no impone el propio parecer. ¿Por qué? Porque sabe que verdaderamente sus palabras serán acogidas en la medida que su interlocutor haga silencio en su interior. Y para ello, necesita que, una vez expuestas las propias razones, le deje en paz para que alcance el silencio necesario.

Se debe aprender a callar para saber hablar a tiempo. El silencio que medita no es egoísmo intelectual. El silencio ha de ser preparación fecunda para hablar. El que calla y medita para aprender a hablar y para saber hablar a tiempo, tiene siempre el pensamiento despierto, activo, abierto a la creatividad.

En resumen, la mente silenciosa está siempre abierta al diálogo interior y exterior. Silenciar una idea, recuerdo o imaginación, no es negarlos ni condenarlos, sino tomar conciencia de ellos, reconocerlos, aceptar su realidad y luego darles su lugar.


El contenido de este artículo puede ser reproducido total o parcialmente en internet siempre y cuando se cite su autor y fuente originales: http://www.la-oracion.com y no se haga con fines de lucro.

  • oración
  • silencio
  • paz interior

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Los que obran la justicia sufrirán persecución, como Jesús. No hemos de querer mandar, sino servir.

«Una vez que salieron de allí cruzaban Galilea, y no querían que nadie lo supiese; pues iba instruyendo a sus discípulos y les decía: «El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán, y después de muerto, resucitará a los tres días». Pero ellos no entendían sus palabras y temían preguntarle.
Y llegaron a Cafarnaun. Estando ya en casa les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?». Pero ellos callaban, porque en el camino habían discutido entre sí sobre quién sería el mayor. Entonces se sentó y, llamando a los doce, les dijo: «Si alguno quiere ser el primero, hágase el último de todos y servidor de todos». Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe; y quien me recibe, no me recibe a mí, sino al que me envió». (Marcos 9, 30-37)

1. Jesús, hoy no te entienden los apóstoles cuando les dices: -«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.» No saben cómo decírtelo, pues “les daba miedo preguntarle”. Por eso, al llegar a Cafarnaúm, en casa, les preguntaste: -«¿De qué discutíais por el camino?» Nos dice el Evangelio que “ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante”. Entonces tú te sentaste, llamaste a los Doce y les dijiste: -«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.» Y, acercando a un niño, lo pusiste en medio de ellos, lo abrazaste y les dijiste: -«El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.»
Por segunda vez, revelas a tus discípulos tu muy próxima pasión, y siempre que hablas de sufrir dices que es necesario para entrar en el Reino. Además, es preciso estar disponible como un niño, es decir, ser sencillo y no pretender los primeros puestos. Dentro del Reino es preciso hacerse el servidor de todos y ofrecer nuestro amor a los más pequeños. Jesús, has bendecido a los niños para que aprendamos la lección, quieres que tus discípulos se parezcan a los niños en aceptar la dependencia de los otros: no puedo salvarme solo. He de pensar en los demás, no basta que me porte bien con los demás en el trabajo, en clase o con los amigos y en casa sea un desastre y con mal humor. No basta que sea aplicado cuando me miran y luego en el tiempo libre sea un perezoso adicto a la tele o cualquier otro aparato, y no obedezca o no esté atento a los de la familia o no sepa ayudar cuando me lo pidan… ser cristiano no es rezar avemarías sino ayudar como lo haría Jesús. Por eso, te pedimos, Señor, aprender a servir, no ser prepotentes, no marginar a nadie y no dejar de lado a nadie en los juegos, como a nosotros nos gustaría que hicieran.
No queremos entender lo de ser servidores de los demás: el evangelista nos hace ver que los que oyen a Jesús están hablando de lo contrario de lo que acaban de oír: "Por el camino habían discutido quién era el más importante". Así somos: queremos ser más que los demás, ser los primeros, ocupar los mejores puestos, "salir en la foto", prosperar nosotros, y pasar de los demás. Jesús nos enseña a desear ser los últimos, disponibles, servidores y así somos felices, alegres como Jesús, que "no ha venido a ser servido sino a servir", que ayuda a todos y no pide nada, y que al final entrega su propia vida por la vida de los demás. Cada vez que comulgamos en la Eucaristía, comemos "el Cuerpo entregado" y le pedimos a Jesús una vida llena de amor, y para esto vivir libres, con corazón de niños: en la confianza en su padre (el niño pequeño se abandona plácidamente en los brazos de su madre, o de su padre, en paz); viviendo el momento presente sin agobios por el qué pasará ni qué pasó (a los niños no les angustia el futuro, ni tampoco viven anclados en su pasado angustiados, lo que han vivido o tendrán que vivir no les preocupa, sencillamente viven el momento presente)…
Disfrutar del presente, como los niños, que se acercan a lo que santa Teresa del Niño Jesús decía: «La santidad es vivir amando en el momento presente». Por último, los niños son sencillos. Conforme se van haciendo mayores, comienzan las eternas complicaciones y vergüenzas. El Evangelio es para los sencillos, pues los razonamientos complicados nos alejan de Dios: el Señor ama a los niños porque confían. Viven el momento presente y no son enrevesados ni complicados. Viven con gozo el Evangelio.  

2. El Libro de la Sabiduría dice que los malos se meten con el bueno, que les resulta incómodo: porque el que se porta bien “se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada”; es como una bofetada para su mala vida, y ellos lo atacan con la excusa de a ver si Dios se pone a ayudarle: “veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él.» No tienen bastante con disfrutar de los placeres de los que son esclavos, los malvados, sino que hacen la vida imposible al “hijo de Dios”.
El Salmo reza: “El Señor sostiene mi vida”. “Oh Dios, sálvame por tu nombre, sal por mí con tu poder. Oh Dios, escucha mi súplica, atiende a mis palabras”. A veces nos vemos en peligro: “Porque unos insolentes se alzan contra mí, y hombres violentos me persiguen a muerte, sin tener presente a Dios”, como en la primera lectura, nos quieren hacer daño: “Pero Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida”, y damos gracias a Dios: “Te ofreceré un sacrificio voluntario, dando gracias a tu nombre, que es bueno”. Poniendo este salmo en labios de Jesús encontramos un sentido de la Misa, que se ofrece por nosotros y nos salva: Jesús "dio gracias" (=Eucaristía) al Padre por su Alianza en el gran combate contra su enemigo principal, la muerte, y nos consigue la verdadera liberación, la resurrección.

3. Santiago nos pide que dejemos “envidias y rivalidades”, “desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia. ¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, que luchan en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis; matáis, ardéis en envidia y no alcanzáis nada; os combatís y os hacéis la guerra. No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones”. Quiere que dejemos todo egoísmo y lo pidamos en la Eucaristía, la escuela de Cristo, para ir asimilando, esta sabiduría de Dios. El "deseo", siempre querer más, incluso a costa de los demás; es acabar en continuas insatisfacciones porque siempre queremos más, y acabamos en guerras.

Llucià Pou Sabat

(Cfr. www.almudi.org)

 

(Sab 2,17-20) "Acechemos al justo, que nos resulta incómodo”
(St 3,16-4,3) "Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males"
(Mc 9,30-37) "Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos"


--- Servir a todos
“Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos” (Mt 9,35).
Ser servidor de todos es la misión que el Hijo de Dios abrazó, convirtiéndose en “siervo” sufriente del Padre por la redención del mundo.
Jesús ilustra con un gesto admirable el significado que quiere dar a la palabra “siervo”: y a los discípulos preocupados por saber “quién era el más importante”, les enseña que es necesario ponerse en el último lugar, al servicio de los más pequeños: “Acercando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que acoge un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí” (Mc 9,37).
Acoger a un niño podía significar, especialmente en aquel tiempo, dedicarse a las personas de menor consideración; preocuparse con profunda estima, con corazón fraterno y con amor, de aquellos a quienes el mundo no tiene en cuenta y la sociedad margina.
Así Jesús revela el modelo de los que sirven a los más pequeños y a los más pobres. Se identifica con el que está en el último nivel de la sociedad, se oculta en el corazón del humilde, del que sufre, del abandonado, y por eso afirma: “El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí”.
El Señor sabe acercar con indecible amor a su cruz algunas almas elegidas valiéndose de las contradicciones de la vida, de las contestaciones de los hombres, de las humillaciones que brotan de la miseria moral del mundo. De este modo purifica el espíritu de sus santos, los hace capaces de recoger el mensaje de la cruz, hacerlo propio, vivirlo con intensa generosidad. Este acercamiento a la cruz de Cristo es un don que nace de la misteriosa actuación de la gracia divina y, a veces, desconcierta las perspectivas de quien piensa en términos terrenos. Y sin embargo, en verdad, Cristo anuncia siempre su misericordia precisamente a través de estas almas, a las que transforma en testigos excelsos de caridad, porque en las pruebas supieron “refugiarse en Él”, y pudieron “dar con alegría”, como hemos cantado en el Salmo.

--- Llamada de Cristo y fascinación del mundo
“El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres” (Mc 9,31).
En el Evangelio de hoy Jesús anuncia sus discípulos su pasión, los prepara a la comprensión de este misterio siempre presente en la historia de la salvación.
Sin embargo ellos no comprenden sus palabras. Pero nosotros ¿las podemos entender? Lo que sucede en Galilea, en el coloquio que nos refiere el Evangelista Marcos, es un hecho perenne que se realiza siempre. Es el mensaje del Calvario que aparece siempre que se presenta al hombre el dolor, la pobreza, el sufrimiento.
Jesús, pues, mientras anuncia que Él “va a ser entregado”, nos enseña una realidad perenne y dolorosa: Él será siempre entregado al hombre, a la historia de los hombres, a la sociedad, a la cultura, a la humanidad, a las generaciones siempre nuevas, que se interrogan como en un difícil desafío, sobre el significado de la vida y de la cruz de Cristo.
En la historia que sigue a la muerte y resurrección de Cristo, se propone siempre de nuevo un apremiante dilema entre la llamada de Cristo y la fascinación del mundo, entre las opciones consiguientes a la fe y las que están vinculadas a una concepción inmanentista de la vida. Nosotros nos damos cuenta de que hay una difícil confrontación entre el bien continuamente anunciado por la Palabra de Dios, por Cristo y por sus siervos y testigos, y otro bien aparente, que lucha contra el primero y está alentado por justificaciones o éxitos de carácter puramente terreno y humano, encarnado como está en las instancias de la estructura técnica de la vida. Parece que de aquí nacen como dos vías morales, dos éticas que son divergentes, y el alma cristiana, como la de cada uno de los hombres honestos, se desgarra en sus difíciles opciones.

--- Fuerza transformadora de la gracia
Pero la Palabra de Cristo ¿acaso está entregada a la debilidad del corazón de los hombres, a sus pecados, a la impresionante oleada de amenazas morales que crecen en el mundo, o es capaz de transformar también el corazón humano, sosteniendo su fragilidad impulsándolo a buscar valores auténticos fundados sobre el ser, la libertad, la verdad?
Estoy seguro de que también en nuestros días, como en el pasado, la levadura evangélica puede suscitar discípulos de Cristo capaces de realizar esfuerzos generosos, de intentar caminos nuevos y comprometidos en todos los sectores de la vida organizada, para poder dar al hombre una esperanza nueva y cierta, fundada sobre la fe viva en Jesús Crucificado. El cristiano debe saber cumplir con alegría su deber de servicio al hombre, convencido de que tanto en el nivel natural como en el divino el crecimiento del propio bien existencial se realiza y se articula con el esfuerzo por el crecimiento del bien de los otros.
Pero estemos vigilantes y seamos sinceros, porque también los que están cercanos a Cristo pueden ser engañados acerca del sentido de su función en el mundo. “Pues, por el camino habían discutido quién era el más importante” (Mc 9,34).
También los que están cercanos a Cristo pueden ser envueltos por la tentación de un tipo de existencia que, queriendo pasar por moderna, se deja llevar del furor técnico y de la embriaguez de sus transformaciones, acabando por definirse materialista, laica, extraña a los problemas del espíritu; aparentemente más libre, pero en realidad, sujeta a la esclavitud que nace de una mayor pobreza del alma. No se ayuda al hombre a evolucionar en su condición de criatura social, si luego se le deja en condiciones de mayor pobreza por lo que se refiere a su espíritu.
Jesús nos invita con el ejemplo a una elección concreta del último puesto para servir a los que han perdido en el tormentoso camino de la vida el sentido de la riqueza que viene de Dios.

Ubicado en Tecpán (Chimaltenango), en el kilómetro 84 de la Carretera
Interamericana, se encuentra el Centro de Capacitación para la Mujer
Ixoqi’; un centro de formación integral para mujeres, en su mayoría
indígenas de la etnia kakchiquel, que promueve su formación humana y su
incorporación al proceso productivo para que, a través de sus esfuerzos,
contribuyan al sustento y bienestar de sus familias.

12:32 p.m.
Salir de lo pequeño, respirar en grande: Salir de lo pequeño y buscar aquello que da sentido a la vida, en el tiempo y en lo eterno. // Autor: P. Fernando Pascual LC

Hay aficiones que pueden convertirse en obsesivas. Coleccionar sellos, aprender programas electrónicos, participar en un chat, compartir fotos en redes sociales, leer novelas...

Existe el peligro de quedar encerrados en lo pequeño, en aislarnos en un mundo de intereses y de actividades que nos ahogan. Eso ocurre cuando algo nos absorbe tanto que perdemos de vista lo esencial.

La vida humana no está hecha ni para jugar, ni para leer, ni para caminar, ni para escuchar música, ni para ordenar ficheros de papel o de archivos digitales. La vida humana necesita respirar en grande, tiene sentido si "sirve” para acoger y dar amor.


En un mundo de pequeñeces, de intereses excesivos por cosas triviales, algunas incluso ridículas, hace falta aire fresco. No podemos vivir agobiados por los chismes de cada día. No podemos sucumbir a preocupaciones que nos impiden volar hacia horizontes magníficos.

Cada uno de nosotros necesita salir de lo pequeño y buscar aquello que da sentido a la vida, en el tiempo y en lo eterno. Para ello, basta poco: abrir el corazón a Dios, escuchar su Evangelio, acoger a los hermanos.

¿Así de sencillo? ¿No parece imposible en un mundo como el nuestro? Desde luego, resulta difícil si nuestro corazón está ya encadenado. Pero Cristo puede romper cadenas, dar fuerzas a los cojos, abrir los oídos a los sordos, devolver la vista a los ciegos.

De modo más radical, Cristo puede sacarme del pecado, acogerme con su misericordia e introducirme en el mundo del amor auténtico. Entonces empiezo a respirar plenamente.

Un aire fresco llegará a mi corazón y me lanzará a temas importantes: justicia, misericordia, renuncia, humildad, cielo, familia, servicio, fe, esperanza, caridad...

Nota seleccionada para el  blog del Padre Fabián Barrera

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