Meditación: Un mensaje de esperanza

Meditación: Un mensaje de esperanza

XXIII Domingo del tiempo ordinario

(Isa 35, 4-7a; Sal 145; Sant 2, 1-5; Mc 31-37)

Dificultades en el inicio de curso

Quizá no sea tu caso, pero es muy posible que el comienzo del mes de septiembre sea para muchos el momento de reiniciar las tareas, de comenzar el curso escolar, de retornar de los días pasados en la montaña, en el medio rural, o junto al mar. En cualquier caso, a todos, en algún momento de la vida nos puede asaltar la pereza y el bloqueo ante el trabajo que tenemos por delante. De aquí que nos venga bien la lectura del profeta Isaías: “Decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará».” (Isa 34, 4)

Hace poco he practicado los Ejercicios Espirituales, y en una de las meditaciones contemplaba la opción de Jesucristo de venir a nuestro lado, de ser nuestro compañero de camino. Pocas certezas hay mayores que la que nos da la afirmación bíblica sobre la fidelidad divina. El salmista nos asegura: “El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, hace justicia a los oprimidos” (Sal 145).

Confianza ante la debilidad

Ante el mensaje optimista y esperanzado que ofrece la Liturgia de la Palabra de este domingo, cabe la reacción, aparentemente honesta, de resistirse, porque uno se siente débil, pecador, pequeño. Y ante esta posible reacción, que encubre amor propio y cierta soberbia, el Apóstol Santiago argumenta: “¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino que prometió a los que lo aman?” (Sant 2, 5).

Déjate acompañar, perdonar, curar. Jesús abre los ojos al ciego, devuelve la capacidad auditiva al sordo, y el habla al mundo. En una frase apodíctica del Evangelio que hoy se proclama, se resume el quehacer del Señor: “Todo lo ha hecho bien” (Mc 1, 37).

Somos esperanza para muchos

Normalmente, aplicamos la Palabra a nuestra vida, pero también cabe personalizar el texto, y asumir que también nosotros estamos llamados a pasar por nuestro mundo haciendo el bien, y siendo motivo de esperanza para muchos. ¡Cuántas veces depende de nuestra actitud y del modo como nos situemos ante los acontecimientos, que los que nos rodean sientan fuerza, ánimo, alegría e ilusión!

De ti y de mí depende que en nuestros ambientes más cercanos se experimente la certeza de la Palabra, porque somos fortaleza para los débiles, y manos alargadas en servicio de quienes lo necesitan.

Todo gesto solidario, toda sonrisa que envíes, el menor acto bondadoso que podamos tener, se convierten en semilla de esperanza y en confirmación de la fidelidad de Dios, pues Él nos hace mediación suya para los más necesitados.


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente.

  • oración
  • confianza
  • esperanza
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