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Por Mons. Mario De Gasperín Gasperín, Obispo Emérito De Querétaro

La esperanza es una de las virtudes cristianas mayores, que se llaman «teologales», porque nos conectan con Dios. Son tres y se llaman  Fe, Esperanza y Caridad.

Pero da por resultado que ahora, a causa de la nueva situación política del país, se habla mucho de esperanza. Pero no de la virtud cristiana en especial, sino de la esperanza humana, que algunos sienten renacer en el alma a causa del reciente cambio de régimen en lo político y social.

En efecto, el partido que salió victorioso en los últimos comicios se presentó como la esperanza de México, título que despertó en el corazón del pueblo, en su mayoría creyente, reminiscencias religiosas y adquirió así un significado mucho más profundo y delicado.

Si a esto añadimos que el apelativo afectuoso con que el pueblo católico –todavía mayoritario-, nombra a su santa Patrona la Virgen Mestiza, nuestra piadosa Madre Santa María de Guadalupe, (o con su cariñoso diminutivo como gustaba llamarle el mismo Papa San Juan Pablo II), la cosa adquiere mucho mayor relieve y profundidad y, por tanto, responsabilidad y cuidado mayor.

Este renacer esperanzador comienza a matizarse sin embargo con adjetivos o expresiones que denotan duda, incertidumbre o malestar, como suele suceder en lo político y social, máxime cuando se ha prometido una transformación de gran calado avalada por un triunfo abrumador.  Se oye hablar ya no sólo de esperanza sino de temor y desconfianza, de pérdida creciente de credibilidad y otras  expresiones mucho más graves y preocupantes. El católico debe decidir qué le corresponde hacer.

Comentando esta situación de incertidumbre, el señor arzobispo de Monterrey, actual presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, monseñor Rogelio Cabrera, nos invitaba a mantener la esperanza humana generada por la nueva administración pública, pero matizada y sostenida por los valores cristianos. Debemos pensar que los cambios sociales profundos son lentos, no violentos. A la esperanza hay que  añadir sus virtudes hermanas, la confianza y la paciencia, porque la esperanza cristiana no es asunto de magia, que produzca efectos como por encanto, sino que, como dijo el Papa Francisco de su tierra natal, «hay que echarse la patria al hombro», meterle el hombro al país.

La fe católica nos pide emparejar las virtudes cristianas con las humanas, y aquí,  acompañar la naciente esperanza con la fe esperanzadora cristiana que profesamos los católicos, y que traducimos en un «a Dios rezando y con el mazo dando».

En efecto, para los católicos, la virtud de la esperanza cristiana es siempre un bien «arduo», que se alcanza con la fe en Dios acompañada por el esfuerzo humano.

Las cosas buenas vienen del Cielo pero no caen solas, hay que ayudar a bajarlas. Quien nos salvó gratis, sin merecerlo, quiere que convirtamos su don en mérito nuestro, y que hagamos el bien que esté a nuestro alcance, con el vecino de al lado, de inmediato y sin respingos. Porque la esperanza no es magia sino lucha tenaz.

El Papa Benedicto XVI nos precisa que: «Según la fe cristiana, la redención, la salvación, no es simplemente un dato de hecho. Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente, aunque sea fatigoso» (Cf SS, 1). La diferencia capital consiste en que la esperanza cristiana es cien por ciento «fiable», segura, porque Dios no puede fallar. Él es la Verdad. La esperanza humana no lo es, porque el hombre es débil, inestable y falible, y puede fallar.  En definitiva, sólo Dios puede salvar.

Publicado en la edición impresa de El Observador del 23 de diciembre de 2018 No.1224

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Por Walter Turnbull

Para mí una parte esencial de la Navidad son las pastorelas. Si el Adviento es como un compendio de la vida del cristiano, las pastorelas (al menos las buenas) son como una representación de ese compendio.

Dios se hace hombre para salvarnos del pecado; todos nosotros somos invitados a llegar hasta Él para ser beneficiarios de esa salvación; el camino es largo y difícil, y el demonio trata, con obstáculos y con tentaciones, de impedir que los pastores lleguen hasta el portal, donde está Jesús; los pastores, si es que se empeñan, pueden vencer esos obstáculos con la ayuda de Dios, representada por San Miguel Arcángel (que déjenme decirles que, a diferencia de otras pastorelas, en las que San Miguel parece tener un grave problema de ambigüedad, en éste caso el actor que representa a éste arcángel, tiene un grave problema de ser buen mozo)… Al final todos, transformados por lo aprendido durante el viaje, comparten la compañía de la Sagrada Familia alrededor del pesebre en una escena de gozo, armonía y gloria, anuncio del cielo.

Este año, como en otras ocasiones, me veo involucrado en una pastorela que, a reserva de su más autorizada opinión, hace un buen intento por aportar algo de esta buena doctrina al respetable público. A mí, como participante, todas las escenas me parecen maravillosas. Les comparto una:

El demonio, como siempre, ofrece a los pastores una opción más fácil, más divertida, les ofrece placer, poder, diversión, popularidad, belleza física… El pastor guía les recuerda su compromiso de llegar al portal. Los pastores preguntan al Diablo si no pueden ir a Belén y después pasar a recoger sus regalos. —¡De ninguna manera!, —contesta el demonio furioso—, o escogen una cosa o escogen la otra.

Muy parecida es la situación del cristiano light del que todos tenemos un poco (o un mucho). Quisiéramos llegar al Cielo con Jesús, pero antes quisiéramos haber disfrutado del mundo y todos sus engaños. Y la cruda realidad parece ser que no se puede. O se escoge una cosa o se escoge la otra.

Esta época de Navidad también nos presenta en forma concentrada las dos opciones: las posadas y las fiestas con sus desmanes, sus excesos, sus dispendios… o la celebración en familia del misterio de nuestra salvación, con su alegría sencilla, con sus muestras de cariño, con sus momentos de devoción, con su ocasión de compartir con el que menos tiene; son su acercamiento a Dios hecho niño. Ojalá que escojamos seguir el camino a Belén.

Y ojalá que nos toque ver al menos una buena pastorela.

Publicado en la edición impresa de El Observador del 23 de diciembre de 2018 No.1224

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Por Arturo Maximiliano García

Es tan difícil y tanta responsabilidad implica tener una mascota, que muchos no pueden con ella; las consecuencias las podemos ver todos los días en la calle. ¿Necesitamos más de esa triste situación? Pero si ni eso nos hace reaccionar, déjame platicarte sobre las obligaciones que se adquieren.

Comprar para uno o regalar un perro, gato y otros animales está ligado a un compromiso de gasto fijo, ya que estos comen, se enferman, se vacunan, se bañan y tienen accidentes.

Por lo anterior, antes de dejarte llevar por un impulso, compromiso o la ternura que te puede causar un cachorro o animal recién nacido, o quizá la exigencia de tus hijos por tener una mascota en casa, es que debes tener claro cuales serán tus compromisos y nuevos gastos.

Una mascota en casa puede implicarte algunas ataduras, como por ejemplo el no poder tener largos viajes con la familia porque el animal requiere de alguien que se haga cargo de alimentarlo, pasearlo o simplemente cuidarlo.  Las pensiones son buena opción pero debes estar consciente que tienen un costo.

Por lo anterior debemos preguntarnos si regalar una mascota es un buen regalo, sin saber si la persona a quien se la damos tiene gusto, interés o paciencia para tener un animal en casa o incluso si está dispuesto a asumir precisamente los gastos de manutención que esto implica, por lo que deberíamos pensar que lo que estamos regalando es literalmente un gasto fijo.

Tener o dar una mascota requiere de alguien que diga sí, sí compro, sí regalo, o sí me la quedo, por eso es importante comentarte otras consecuencias del SÍ ACEPTO:

Comida. A partir de 2015 el alimento para mascotas tiene IVA. Aun suponiendo que no compres este tipo de productos el animal tiene que comer algo y eso significa dinero.

Destrozos. ¿Estás dispuesto a encontrar tus zapatos favoritos hechos pedazos? Claro que las mascotas pueden ser educadas, por supuesto no a golpes, pero dependiendo del animal, suelen en el proceso de aprendizaje rasguñar o morder muebles, hacer alguna necesidad en tapetes, alfombras o colchas. Si los tienes en el jardín quizá hagan destrozos en plantas y pasto. Acepta la posibilidad de los costos.

Limpieza. El tiempo es dinero dice el dicho. Bueno pues tener una mascota requiere en muchos casos por lo menos tomarse un tiempo para bañarla o contratar que se haga este servicio por un tercero. La caída de pelo es común, lo que implica más trabajo en casa.

El paseo. Pasear a un perro es un tema indispensable y la menor muestra de humanidad con tu mascota ya que principalmente los perros de cierto tamaño no deben estar en espacios reducidos pues afecta su salud.

Veterinaria. No sólo son las vacunas, sino hongos, tumores, enfermedades en huesos o atenciones por accidentes. Estos y tantos casos requieren llevar a tu mascota al veterinario.

Los callejeros nos cuestan a todos.  En México hay millones, sí, leíste bien, millones de perros callejeros producto de la irresponsabilidad y el descuido humano. Eso va a cuenta de la bolsa de todos.

No compres, adopta.  Si no estás dispuesto tú o a quien le regalas a asumir estos costos no des mascotas en Navidad, sé responsable y busca opciones materiales. Pero si estás convencido, te propongo adoptar. Hay muchos extraordinarios animales esperando ser llevados a una casa.

José Eduardo Vázquez Garfias, más conocido como Lalo Garfias, nació en la ciudad de Querétaro, tiene 31 años de edad y una licenciatura en mercadotecnia. Dios le ha dado el talento de tocar corazones, sobre todo a través de la música, en la cual se ha preparado mediante diversos cursos y certificaciones

Por Chucho Picón

Lalo, a través de estudiar la música, ¿qué has descubierto?

▶ Uno de mis maestros, Manuel Peña, en la actualidad tiene 95 años de edad. Es ejemplar; vive con su esposa, y eso me hace ver que sí es posible un matrimonio para toda la vida.

Lo primero que él me dijo fue: «Si quieres cantar bien, tienes que estar en paz con Dios». Y eso es lo que yo anhelo. A través del testimonio de mi profesor, de su tiempo y de su paciencia, fue como me fue abriendo la voz.

¿En qué momento descubriste este talento tuyo: fue en un momento de oración, o cómo percibiste este llamado?

▶ La música siempre estuvo en mis sueños desde mi infancia; pero cobró sentido cuando realmente se la ofrecí a Dios. Fue por una promesa, un acuerdo fundamental con Él de ser un músico católico.

Esto me generó una gran libertad en el sentido de que definitivamente es por decisión propia y por conciencia mi decisión de ser católico para toda la vida, y ser músico también. Y así es que me dedico al servicio de la Iglesia a través de la música.

¿Eres músico, cantante o compositor?

▶ Las tres. Me encanta componer: tengo más de cien composiciones. El próximo mes presento mi segundo disco.

¿Y cómo compones?

▶ En momentos de oración, a través de historias, a través de sueños, después de haber conversado con amigos que me cuentan sus historias… Compongo a través de mis emociones, de los sentimientos, pero sobre todo de la oración. A veces aunque no le pida a Dios una canción Él me la regala; otras veces se la pido pero no es momento de escribir.

Si tocas los corazones de quienes te escuchan, ¿puede decirse que también evangelizas?

▶ Sí, soy un músico católico evangelizador. Ése es el término que en esta diócesis se le está dando a través de la Comisión Profética; el padre Valera y el padre Rogelio Olvera nos están aceptando, abrazando, y es como un movimiento familiar. A través de Alfredo Durán y su familia, que es una persona muy  importante en mi vida, nos acercan a la Iglesia a través de una comisión específica, a fin de servir en la Dimensión de Biblia y de Misión Permanente. También están ahí mi mamá y mi hermana con sus hijos y su esposo, porque hay cabida para las familias dentro de la música.

¿Hubo músicos católicos que, antecediéndote, te inspiraron para tomar este camino?

▶ Aprendo mucho de Martín Valverde, pero me inspira más mi mamá. Ella no sólo me apoya y me alienta, sino que es la que me hizo conocer a Martín Valverde; él es un gran hombre, pero mi mamá es mi mamá. (N. del E. Su mamá es la cantautora Lucy Garfias que tiene más de 30 años evangelizando con sus cantos).

Lalo, en los músicos católicos también hay géneros o estilos, aunque todos alaban o hablan de Dios. ¿Cómo definirías tu estilo?

▶ En este momento, en esta etapa, mi estilo invita mucho a la reflexión. Pero no siempre es así, pues mi corazón invita mucho a bailar, a danzarle a Dios.

Sin embargo, pues, esta etapa es para llevar a la reflexión, a abrir el corazón. La Biblia dice que el arte de la sabiduría es la reflexión, y yo lo asumo como mi talento para este momento.

¿Cuál es tu sueño?

▶ Mi principal sueño es la santidad y cumplir la voluntad de Dios; eso lo tengo claro. Si Dios me lo permite, seguir evangelizando por todo el mundo a través de la música. Tener una familia, encontrar a una mujer con quién casarme, y convertirme en un papá ejemplar. Me gustaría ir a la JMJ de 2019, en Panamá a cantar; pero será Dios quien me irá guiando.

¿Los interesados dónde pueden encontrar tu música?

▶ Estoy en las plataformas digitales. En Facebook me pueden encontrar como «Lalo Garfias Oficial»; también en Instagram, Twitter, Spotify, y también pueden descargar música desde iTunes.

Sirvo en el templo de Santa Rosa de Viterbo, en la ciudad de Santiago de Querétaro; canto en la Misa casi todos los domingos.

Publicado en la edición impresa de El Observador del 23 de diciembre de 2018 No.1224

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«En la escuela de María aprendemos a caminar el barrio y la ciudad no con zapatillas de soluciones mágicas, respuestas instantáneas y efectos inmediatos»

Por  Javier Lozano

El Papa Francisco presidió el miércoles 12 de diciembre, en la basílica de San Pedro, una Eucaristía en honor a la Virgen de Guadalupe. Recordando las palabras del Magnificat, el Papa dijo en su homilía que «María nos enseña que, en el arte de la misión y de la esperanza, no son necesarias tantas palabras ni programas, su método es muy simple: caminó y cantó».

Según el Papa, María se convirtió en la primera «pedagoga del Evangelio» que «recuerda las promesas hechas a nuestros padres y nos invita a cantar la misericordia del Señor».

‘¿NO ESTOY AQUÍ YO, QUE SOY TU MADRE?’

Francisco explicó que «la Virgen María caminó al Tepeyac para acompañar a Juan Diego y sigue caminando en el continente cuando, por medio de una imagen o estampita, de una vela o de una medalla, de un Rosario o un Ave- maría, entra en una casa, en la celda de una cárcel, en la sala de un hospital, en un asilo de ancianos, en una escuela, en una clínica de rehabilitación … para decir: ‘¿No estoy aquí yo, que soy tu madre?’.

«Ella más que nadie sabía de cercanías. Es mujer que camina con delicadeza y ternura de madre, se hace hospedar en la vida familiar, desata uno que otro nudo de los tantos entuertos que logramos generar, y nos enseña a permanecer de pie en medio de las tormentas», subrayó el Pontífice argentino.

«Escuela de María», dijo en varias ocasiones Francisco. En ella, aseguró, «aprendemos a estar en camino para llegar allí donde tenemos que estar: al pie y de pie entre tantas vidas que han perdido o les han robado la esperanza».

Francisco prosiguió su homilía incidiendo en que «en la escuela de María aprendemos a caminar el barrio y la ciudad no con zapatillas de soluciones mágicas, respuestas instantáneas y efectos inmediatos; no a fuerza de promesas fantásticas de un seudo-progreso que, poco a poco, lo único que logra es usurpar identidades culturales y familiares, y vaciar de ese tejido vital que ha sostenido a nuestros pueblos, y esto con la intención pretenciosa de establecer un pensamiento único y uniforme».

En esta escuela mariana, volvió a insistir el Papa, «aprendemos a caminar la ciudad y nos nutrimos el corazón con la riqueza multicultural que habita el Continente; cuando somos capaces de escuchar ese corazón recóndito que palpita en nuestros pueblos y que custodia —como un fueguito bajo aparentes cenizas— el sentido de Dios y su trascendencia, la sacralidad de la vida, el respeto por la creación, los lazos de solidaridad, la alegría del arte del buen vivir y la capacidad de ser feliz y hacer fiesta sin condiciones. Ahí llegamos a entender lo que es la América profunda».

LA VIRGEN «BRINDA CORAJE»

La Virgen María «brinda coraje, enseña a hablar y, sobre todo, anima a vivir la audacia de la fe y la esperanza», agregó Francisco. De esta manera «ella se vuelve trasparencia del rostro del Señor que muestra su poder invitando a participar y convoca en la construcción de su templo vivo. Así lo hizo con el indiecito Juan Diego y con tantos otros a quienes, sacando del anonimato, les dio voz, les hizo conocer su rostro e historia y los hizo protagonistas de esta nuestra historia de salvación».

«El Señor no busca el aplauso egoísta o la admiración mundana. Su gloria está en hacer a sus hijos protagonistas de la Creación. Con corazón de Madre, ella busca levantar y dignificar a todos aquellos que, por distintas razones y circunstancias, fueron inmersos en el abandono y el olvido».

En María, dijo el Santo Padre, el Señor desmiente «la tentación de dar protagonismo a la fuerza de la intimidación y del poder, al grito del más fuerte o del hacerse valer en base a la mentira y a la manipulación. Con María, el Señor custodia a los creyentes para que no se les endurezca el corazón y puedan conocer constantemente la renovada y renovadora fuerza de la solidaridad, capaz de escuchar el latir de Dios en el corazón de los hombres y mujeres de nuestros pueblos».

Por ello, el Papa explicó que María, «pedagoga del evangelio», caminó y cantó «nuestro Continente y, así, la Guadalupana no es solamente recordada como indígena, española, hispana o afroamericana. Simplemente es latinoamericana: Madre de una tierra fecunda y generosa en la que todos, de una u otra manera, nos podemos encontrar desempeñando un papel protagónico en la construcción del Templo santo de la familia de Dios».

«Hijo y hermano latinoamericano, sin miedo, canta y camina como lo hizo tu Madre», concluyó Francisco.

Fuente: Cari Filli

Publicado en la edición impresa de El Observador del 23 de diciembre de 2018 No.1224

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Pablo José Barroso, empresario mexicano católico, padre de familia de cuatro hijos, tuvo un llamado de parte de Dios en 2005, y  partir de entonces su apostolado es la elaboración de películas católicas a fin de llevar el mensaje del amor de Cristo

Por Chucho Picón

Pablo, ¿cuáles son las películas que te ha tocado realizar?

▶ La primera fue Guadalupe; luego hicimos otra película familiar que se llama La Isla del Tesoro; después una animación que se llama El Gran Milagro, que fue un verdadero milagro porque poder hablar de la Santa Misa en el cine es un regalo de Dios, y no tengo palabras para agradecerle por haberme dejado trabajar en ese proyecto; y la última película fue Cristiada, sobre la persecución religiosa en México.

Ahorita estamos terminando una película sobre san Maximiliano María Kolbe, que es un sacerdote polaco que muere en Auschwitz dando su vida por una persona, y para ayudar a bien morir a los otros nueve que murieron con él.

¿Crees que se le ha hecho justicia a los mártires de la Cristiada con tu película?

▶ Bueno, no es mi película; todo lo que hemos hecho es de la productora Dos Corazones, que son los Corazones de Jesús y María los que hacen esto posible, y yo soy parte del equipo de trabajo de Ellos. Y en cuanto a la justicia, más que esperar a que se realice aquí en la Tierra a través del cine, yo espero que, así como ellos ya están en el Cielo, la gente que haya visto la película aspire a llegar también allá.

¿Cómo evangelizar en este tiempo de redes sociales y plataformas streaming?

▶ Todo está en el contenido. Al ir pensando, cuando uno desarrolla el producto, es que sea para evangelizar; porque si es un producto para entretener es completamente distinto.  Tiene que estar esto en los valores de producción, para que pueda entrar en las distintas ventanas: redes sociales, o cine, o televisión, o DVDs.

¿Cómo llegarles a los jóvenes, que a veces son tan exigentes en estos tiempos?

▶ Eso es lo que intentamos. Hablándoles en su idioma y comparando un poco con lo que hay en el mercado, la manera en que ellos se entretienen; así buscamos meter el mensaje dentro del producto.

Pablo, ¿es posible hacer cine católico de calidad?

▶ Definitivamente. Y se tiene que hacer de calidad. Si ves las catedrales, si ves el arte, desde los principios de la Iglesia, así es como se ha hecho. No sé por qué tenemos miedo, por qué hemos invertido tan poco en esta nueva forma de evangelización.

Publicado en la edición impresa de El Observador del 23 de diciembre de 2018 No.1224

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Fabrice Hadjadj (Nanterre, Francia, 1971) ha escrito un libro necesario y controvertido: La suerte de haber nacido en nuestro tiempo (RIALP, 2016).  ¿Suerte?  Sí, e inesperada fortuna.  Pero, ¿qué el mundo y México no marchan al revés de como «debían» marchar?  Ahí está la cuestión: justo cuando la oscuridad es más cerrada es cuando más cerca está el amanecer.

Hadjadj dice: «La fe en Dios conlleva la fe en la fortuna inesperada de haber nacido en este siglo y en medio de tanta perdición.  Exige una esperanza por encima de toda nostalgia y de toda utopía.  Si estamos aquí es porque el Creador nos quiere aquí».  No allá ni en otro lado; no en un tiempo sin tiempo o en un tiempo remoto: en este tiempo de miseria es donde tenemos que florecer.

El Creador nos quiere aquí.  Enfrentando –sin utopías ni nostalgias—«tiempos interesantes».  Con una sola «regla de oro», emanada del Monte de las Bienaventuranzas: «hagan al otro lo que quieran que el otro haga con ustedes».  «Porque –concluye Hadjadj en su libro- ¿qué es al fin y al cabo el cristianismo?  Contemplar los lirios del campo (Mt. 6,28), comer del trabajo de las propias manos, cantar un cántico viejo y nuevo (…) permanecer unidos en la doctrina del amor, perseverar en la comunión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones (Heb. 2,42). Cosas muy sencillas pero que exigen para protegerlas la sangre de los mártires».

O el martirio cotidiano que significa, justamente, conservar la fe, propagar el Evangelio, seguir adelante, sacrificar lo que «es nuestro» por el bien de los demás y nunca, nunca sustituir el dolor por la actitud vergonzosa de la huida, el egoísmo y lo «políticamente correcto».

El Observador de la Actualidad

Publicado en la edición impresa de El Observador del 23 de diciembre de 2018 No.1224

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Por Jaime  Septién

Para Valentina

En una de las charlas que el padre Chevrot dio en Radio Luxemburgo -luego editadas por Herder bajo el título de Las pequeñas virtudes domésticas- habla de la Navidad como «la fiesta de la esperanza».  Yo creo firmemente en esto.  No solo la esperanza de que vengan «tiempos mejores» para la familia, para el país, para el mundo, sino también la esperanza de encontrar un sentido a nuestra vida, independientemente de los años que nos haya concedido Dios.

¿La esperanza como «pequeña virtud doméstica»?, se pregunta Chevrot.  ¿Qué no es ella una de las tres «graves» virtudes teologales?  Sí, pero esa «gravedad» o se refleja en lo cotidiano, o no es nada.

Para entenderla, hay que acatar las lecciones de los ojos de los niños frente al pesebre que instalamos en casa: cómo nace Jesús en sus pupilas, en su corazón pequeño de gigantes, en su sonrisa dilatada hasta el acto mismo de la Creación.

Y sacar de ellos -de esos ojos maravillosamente libres, cuidadosamente inocentes- como de una fuente, el agua viva que nos nutre: el amor sin condiciones; la pobreza riquísima de un Niño que cambió la historia y que, de veras, transformaría los afectos cuando superáramos la presencia tóxica del egoísmo que nos llena de sombras.

Graham Greene solía decir que si conociéramos la historia que hay detrás de cada una de las partes de la Creación, tendríamos compasión hasta de los gusanos y de las estrellas.  ¡Ésa es la verdadera esperanza que brota de los niños, del Niño Jesús!  Suspender, por un minuto, la desazón que acompaña nuestros días y dar ese sí a la vida, al amor y al perdón; ese sí «que glorifica» y que nos da la serenidad de la Sagrada Familia en Belén.

Publicado en la edición impresa de El Observador del 23 de diciembre de 2018 No.1224

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Una vez que México logró su independencia, las costumbres navideñas no se modificaron.

Una mujer extranjera dejó testimonio de ello en sus escritos: Frances Erskine Inglis de Calderón de la Barca. Nació en Escocia pero se crió en Estados Unidos, donde conoció y se casó con el diplomático español Ángel Calderón de la Barca. Ella tenía un alto nivel de educación, tocaba el piano y dominaba las principales lenguas modernas de su época. Abandonó el protestantismo y se hizo católica, y cuando su marido fue enviado como primer embajador de España en México, vino con él.

La intensa relación epistolar que mantuvo con su familia en Estados Unidos describía, además de su situación personal, la vida cotidiana, las costumbres, la cultura y los sitios que visitaba. En 1843 ella seleccionó 54 cartas para su publicación como libro con el título «La vida en México durante una residencia de dos años en ese país», que se publicó entonces en Boston y en Londres. Esto es lo que escribió sobre las Navidades que le tocó vivir en la nación mexicana:

▶ «¡Nochebuena en Puebla! La habitación estaba llena de visitas que habían venido a visitar a Calderón por su llegada y, al decir verdad, la sala era magnífica, con sillas y sofás de color escarlata. No obstante, yo estaba impaciente por ver algo. Como teníamos que abandonar Puebla muy temprano, me prohibieron ir a Misa de Gallo. Propuse ir al teatro, donde se escenificaba un Nacimiento; una representación de acontecimientos relacionados con el nacimiento de Cristo, tales como la Anunciación, la Sagrada Familia, la llegada de los tres Reyes Magos de Oriente, etcétera. Después de mucho deliberar se decidió no ir».

▶ «Navidad, 1839. Son aproximadamente las tres, pero me desperté desde hace una hora debido a los himnos que indican el comienzo de la Navidad. Me asomé a la ventana y vi borrosamente grupos de niñas vestidas de blanco, que cantaban a coro por las calles».

▶ «¡Navidad! Esta noche hace un año que llegamos a México… Hace algunos días circularon unas esquelas de color, impresas con letras doradas, invitando a todas las amistades del Senador a la Misa en estos términos: ‘José Basilio Guerra suplica a usted le honre con su asistencia y la de su familia a la solemne función de las Kalendas y la Misa, que anualmente celebra en humilde recordación del Nacimiento del Salvador, cuya festividad tendrá verificativo a las nueve de la mañana del 21 de este mes en la Parroquia del Sagrario de esta Santa Catedral. México, diciembre de 1940’.

«…La iglesia se veía resplandeciente, y, como es costumbre en estas ocasiones, no se permitió la entrada a los léperos, con lo que la concurrencia era muy elegante y selecta. Todo salió a maravilla. Cuatro o cinco de las jóvenes, y varias de las señoras casadas tienen voces soberbias; y de las que cantaron en el coro ninguna es mala… La orquesta estuvo, en verdad, a la altura de las circunstancias, y el músico que la dirigió, de primerísima categoría… La ceremonia duró cuatro horas, pero el predicador se alargó mucho (…).

«Al anochecer fuimos a casa de la Marquesa de Vivanco, para pasar en ella la Nochebuena… Ésta es la última noche de las llamadas Posadas; una curiosa mezcla de devoción y esparcimiento…

«A cada una de las señoras le fue puesta en la mano una velita encendida, y se organizó una procesión, que recorrió los corredores de la casa cuyas paredes estaban adornadas con siemprevivas y farolitos, y todos los concurrentes cantaban las Letanías… Un ejército de niños, vestidos como ángeles, se unió a la procesión… La procesión se detuvo por último delante de una puerta, y una lluvia de fuego de bengala cayó sobre nuestras cabezas, para figurar, me imagino, el descendimiento de los ángeles, pues aparecieron unas jóvenes vestidas de pastores como los que guardaban en la noche sus rebaños en las planicies de Belén. Unas voces, que se suponían de María y José, entonaron un cántico pidiendo posada, porque, decían, la noche era fría y obscura, el viento zumbaba con fuerza, y pedían albergue por esa noche. Cantaron los de adentro, negándoles la posada. Otra vez imploraron los de afuera, y al fin hicieron saber que aquella que se encontraba en la puerta, errante en la noche, sin tener en donde reposar la cabeza, era la Reina de los Cielos. Al oír este nombre, las puertas se abrieron de par en par, y la Sagrada Familia entró cantando. En el interior se contemplaba una bellísima escena: un Nacimiento…

«Regresamos a la sala, ángeles, pastores y demás invitados, y hubo baile hasta la hora de cenar. La cena fue un alarde de dulces y pasteles».

EL PRIMER ÁRBOL NAVIDEÑO

El árbol navideño resultó de la transformación de la costumbre pagana europea de colocar manzanas y otros frutos sobre algunos árboles como rito para recibir la primavera y honrar a sus dioses del sol y de la fertilidad. En la Iglesia católica el árbol no fue aceptado sino hasta mediados del siglo XIX.

En México la primera vez que se montó uno de éstos fue en la Navidad de 1864, hecho traer por el recién llegado emperador Maximiliano de Hasburgo, y que hizo instalar en el Castillo de Chapultepec, donde habitó porque el Palacio Nacional estaba infestado de chinches.

La decoración causó tal furor que la aristocracia mexicana la adoptó de inmediato, desplazando temporalmente a los Nacimientos de su protagonismo navideño.

Cuando Maximiliano fue fusilado, se desprestigiaron las costumbres fomentadas bajo el Imperio, así que el árbol cayó en desuso. Pero en 1878 el general Miguel Negrete, que fue ministro de guerra de Juárez, reintrodujo los árboles navideños impresionado por los que vio en sus viajes a Europa y Estados Unidos.

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Esto es lo que atestiguó en su escrito de 1536, «Historia de los indios de la Nueva España», fray Toribio de Benavente, apodado «Motolinía» («hombre pobre») por los indígenas,:

«La noche de Navidad ponen muchas lumbres en los patios de las iglesias y en los terrados de sus casas, y como son muchas las casas de azoteas, y van las casas una legua, y dos, y más, parecen de noche un cielo estrellado; y generalmente cantan y tañen atabales y campanas, que ya en esta tierra han hecho muchas.

«Ponen mucha devoción y dan alegría a todo el pueblo, y a los españoles mucho más. Los indios en esta noche vienen a los oficios divinos y oyen sus tres Misas, y los que no caben en la iglesia por eso no se van, sino delante de la puerta y en el patio rezan y hacen lo mismo que si estuviesen dentro…

«La fiesta de los Reyes también la regocijan mucho, porque les parece propia fiesta suya; y muchas veces este día representan el auto del ofrecimiento de los Reyes al Niño Jesús, y traen la estrella de muy lejos, porque para hacer cordeles y tirarla no han menester ir a buscar maestros, que todos estos indios, chicos y grandes, saben torcer cordel. Y en la iglesia tienen a Nuestra Señora con su precioso Hijo en el pesebre, delante el cual aquel día ofrecen cera, y de su incienso, y palomas, y codornices, y otras aves que para aquel día buscan, y siempre hasta ahora va creciendo en ellos la devoción de este día».

Así fue la primera

Era el año de 1528 cuando fray Pedro de Gante, fraile franciscano de origen belga, celebró la primera Navidad en lo que hoy es México.

Para tan importante acontecimiento eclesial, reunió a un nutrido grupo de indígenas a los que enseñó a cantar el himno religioso «Ha nacido el Redentor». Llegado el 24 de diciembre, esta pieza musical fue interpretada en la Capilla del Colegio de San José de los Naturales, de la ciudad de México. El propio fray Pedro de Gante escribió sobre este acontecimiento:

«Vinieron tantos que no cabían en el patio, que es de gran cabida, y cada provincia tenía hecha su tienda donde se recogían los principales, y unos venían de diecisiete y dieciocho leguas, en hamacas, enfermos, y otros de dieciséis, por agua, los cuales solían cantar la misma noche de Navidad: ‘Hoy nació el Redentor del Mundo’».

Cuetlaxóchitl, la Flor de Nochebuena

Dice también fray Toribio de Benavente que en todas las fiestas «del Señor y de nuestra Señora y de las advocaciones principales de sus pueblos» veía a los indígenas «con mucho regocijo y solemnidad, adornando para estas fiestas sus iglesias muy graciosamente con los paramentos que pueden haber, é lo que les falta de tapicería suplen con muchos ramos y flores». Él habla, por ejemplo, de yerbabuena y de rosas, «que las tienen la mayor parte del año».

Si embargo, en tiempo de fríos la flor que predominaba y que se encontraba en todo su esplendor justo en el tiempo de Navidad, era la cuetlaxóchitl (del náhuatl cuetlahui, que significa «marchitarse», y xóchitl, «flor»; es decir, «flor que se marchita).

Por ello, los misioneros franciscanos la renombraron Flor de Nochebuena, y la usaban para enmarcar procesiones litúrgicas. Pronto la flor se transformó en un símbolo universal de la Natividad.

Navidades en las Misiones de la Sierra Gorda

Los franciscanos dieron principio a las Misiones de la Sierra Gorda queretana en 1744 para llevar la Buena Nueva a los indígenas pames. Ahí llegó fray Junípero Serra con fray Francisco de Palóu. Este último cuenta en su libro «Relación histórica de la vida del venerable padre fray Junípero Serra» que, tras que lograron la conversión a Cristo de todos los gentiles de la sierra, así se celebraban las Navidades en la Misión de Santiago de Jalpan:

«En todas las festividades de Jesucristo y de María Santísima se celebraba Misa cantada y en ella predicaba el venerable padre [fray Junípero Serra], explicando el misterio y la fiesta del día, y en las más principales precedía la novena, a que asistía todo el pueblo. En la Natividad del Señor era ésta con Misa cantada al amanecer, y el último día, acabada la Misa, cantaba la calenda y hacía una plática, convidando a todos para que asistiesen a los maitines cantados y a la Misa de Gallo; concluida ésta, representaban en un devoto coloquio el nacimiento del niño Jesús unos indios de corta edad, a quienes el devoto padre instruyó, una parte en lengua castellana y otra en el pame, en aquel gran misterio que representaban con mucha viveza, con lo cual logró, a más de imponerlos, aficionarlos a él».

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La Nochebuena se celebró pronto en la América española, prácticamente desde el primer momento del descubrimiento. Tras aquella jornada histórica del 12 de octubre de 1492, se sucedieron las exploraciones.

Colón y sus hombres llegaron a La Española, la actual isla que comparten Haití y la República Dominicana. Era ya diciembre y, mientras exploraban el territorio y tomaban contacto con los indígenas, llegó la Nochebuena. El Diario de a bordo, redactado por Colón, habla de lo acontecido en aquellos días. Y aunque no está consignado, se cree que llegado el día 25 hubo fiesta y celebración de la Navidad, pues la religiosidad de los españoles en aquella época era muy profunda, y ésta era una de las tres grandes fiestas religiosas del año.

Al final del día, hacia la medianoche, el almirante se despertó a consecuencia de un gran ruido y una fuerte sacudida. La Santa María había encallado y se hallaba inclinada con una vía de agua abierta en su costado. La nave se hundía y los marineros abandonaron el barco.

El miércoles 26 de diciembre Colón ordenó que se sacase cuanto se pudiera aprovechar de la nao. Colón creyó que el accidente había sido providencial y que con este naufragio Dios estaba mostrando su voluntad de que algunos hombres fundasen una villa en la que establecerse en ese preciso momento. De este modo surgió el Fuerte de Navidad, así llamado por haberse producido el accidente en el día citado.

Junto con el proceso de descubrimiento y conquista, tuvo lugar una intensa evangelización de las nuevas poblaciones, ahora convertidas en españolas.

La celebración de las fiestas de Navidad, por tanto, se dio desde los inicios, no sólo para los peninsulares sino también para los nativos. Tengamos presente que la difusión del Evangelio estaba considerada por la Corona española como una de sus principales obligaciones, si no la primera.

En general, y pese a dificultades de gran magnitud tales como las dimensiones del territorio, los resultados alcanzados fueron extraordinarios. En pocas décadas los misioneros habían predicado y bautizado a la mayor parte de la población. El esfuerzo humano y material había sido formidable, así que no es de extrañar que también lo fuesen los resultados, visibles entre otros muchos aspectos en la aceptación de la Navidad entre los indios.

Extractado del libro «Breve historia de la Navidad», de Francisco José Gómez Fernández (2013).

ELEMENTOS INDÍGENAS DE LA NAVIDAD EN MÉXICO

Por Francisco José Gómez

Los principales momentos de la celebración de la Natividad de Jesús eran los mismos que en la España peninsular, aunque existían costumbres locales, procedentes por lo general de la cultura indígena, que le conferían un carácter propio.

En este tiempo tenía lugar la celebración de «Las Posadas», una costumbre que consistía en la realización de un novenario, nueve Misas o Rosarios entre el 6 y el 14 de diciembre, en los que se seguía figuradamente el viaje que realizaron José y María entre Galilea y Belén. Las nueve Misas recordaban también los nueve meses de gestación de Jesús. La ceremonia, o los rezos, se oficiaban una vez que se había puesto el sol, en plazas y calles, iluminadas por velas. El padre de esta tradición fue el fraile agustino Diego de Soria, que en 1587 logró el permiso del Papa Sixto V para celebrar el novenario.

Una vez llegado el día 24, la convocatoria a la Misa de Gallo se hacía al toque de tambores y trompetas, hasta la llegada de las primeras campanas. Al acabar la citada Misa se ponía al Niño en el pesebre del belén y comenzaban los regocijos propios de estas festividades de la Natividad. La tradición de colocar belenes llegó tempranamente a la América española. Pronto aparecieron escuelas autóctonas y tipologías de nacimientos, y durante los siglos XVII y XVIII se realizaron grandes cantidades de figuritas de tal gusto y calidad que llegaron a exportarse.

El día de Navidad era la jornada festiva por excelencia, en la que se acostumbraba romper la piñata. Y al igual que en España se representaban autos de Navidad, en América se hizo lo propio con las pastorelas.

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El origen de las pastorelas, las piñatas y las posadas

DE LOS «AUTOS» A LAS «PASTORELAS»

En España y otros países europeos existían, desde la Edad Media, los «autos», que eran representaciones teatrales relacionadas con festividades religiosas importantes, como el Viernes Santo, la Navidad o la Epifanía, que con el tiempo dieron el salto del interior de los templos a la plaza pública. La finalidad de los «autos» era didáctica, y su carácter, alegórico y atemporal. Se ponían en escena a personajes abstractos que encarnaban los vicios y las virtudes.

Esto también llegó a la Nueva España. Los «autos» escritos en lengua náhuatl servían para trasmitir los dogmas centrales de la religión cristiana al pueblo, de forma que la doctrina fuera fácilmente asimilable.

Los «autos» relacionados con la Navidad se estructuraban en tres partes: un prólogo, el «auto» en cuestión y una canción o un villancico en el que se condensa la idea básica desarrollada previamente en el «auto». Pero mientras en España fueron desapareciendo, en México proliferaron, y acabaron convirtiéndose en las «pastorelas».

Parece que la primera escenificación data de 1527 en Cuernavaca, bajo el título «La comedia de los Reyes». Hay documentos que hablan de otra pastorela, escrita en náhuatl, que representa la batalla entre san Miguel y Lucifer.

Lo básico de las «pastorelas» se ha mantenido por más de cuatrocientos años. Escritas por lo regular en verso, tienen la misma trama: los pastores van en busca del Niño anunciado por los ángeles, y el demonio intenta disuadirlos.

DE LAS «MISAS DE AGUINALDO» A LAS «POSADAS»

Los religiosos del monasterio de San Agustín de Acolman —a 40 kilómetros de Teotihuacan— solicitaron por medio de fray Diego de Soria al Papa Sixto V el permiso de realizar «Misas de Aguinaldo», que ya existían en Filipinas.

El pontífice concedió dicho permiso en 1587, de manera que se podía hacer un novenario de Misas al amanecer, del 16 al 24 de diciembre, como preparación a la Natividad.

Como las «Misas de Aguinaldo» eran multitudinarias, y solía haber mucho ruido y otras prácticas impropias para la Misa —por ejemplo, se llegaba a echar desde los coros de los templos bizcochos y dulces a los fieles, o bien se permitía el uso de silbatos y sonajas—, todo ello llevó a que, con el tiempo, el novenario saliera del templo para practicarse en los barrios, con lo que se dio origen a las llamadas «posadas», convertidas entonces en auténticas fiestas populares pero cristianas.

Las «posadas» adquirieron ciertas variantes según el lugar donde se celebraban; pero lo fundamental siempre se mantuvo: rezar el Rosario; peregrinar, en medio de cantos, con los Santos Peregrinos; pedir posada para ellos; romper piñatas; repartir aguinaldos y ofrecer ponche caliente de frutas a los participantes.

Se acostumbran las velitas mientras se pide la posada, y la quema de luces de bengala una vez que se han abierto las puertas a María y José.

LAS «PIÑATAS» Y SU GENIAL SIGNIFICADO EVANGELIZADOR

Al llegar los misioneros españoles a América vieron que los nativos (mayas, aztecas y otras etnias) elaboraban vasijas y esculturas de arcilla huecas con las formas de sus dioses, y las rellenaban con frutas y granos; las rompían en festividades religiosas, y el contenido derramado venía a representar los favores concedidos por los dioses.

Los frailes misioneros supieron inculturar aquella práctica para hacer una catequesis de cada piñata, como complemento del novenario previo a la Natividad o «Misas de Aguinaldo».

La olla, vistosamente revestida como una hermosa estrella, representa a Satanás, que muestra el mal de una forma hermosa y atractiva para atraer a la humanidad. Cada uno de los picos representa uno de los siete pecados capitales.

El palo con que se rompe la piñata, o sea, con que se destruyen los planes del demonio, representa el madero de la Cruz, porque sólo el santo sacrificio de Jesucristo puede destruir las obras del diablo y salvar a la humanidad.

Los ojos vendados representan la fe el Cristo —porque la fe es ciega—, necesaria para que el ser humano pueda vencer las tentaciones del Maligno.

La fruta y los dulces que caen como lluvia cuando se logra romper la piñata son el premio, que es figura de la Gracia y las bendiciones que Dios da a los que confían en Él.

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Publicado en la edición impresa de El Observador del 23 de diciembre de 2018 No.1224

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Por Raúl Espinoza Aguilera

Una virtud que reviste gran importancia en la convivencia familiar es la generosidad, cuya única finalidad es hacer felices a los demás, sin pedir nada a cambio.

En casa, los padres deben de estar atentos para dar la batalla contra el egoísmo, para que nadie se centre sólo en sí mismo, por ejemplo, mediante sus celulares, iPads, tablets, etc., y fomentar que se interesen auténticamente por ayudar a los demás.

Como acertadamente decía el filósofo danés, Sören Kierkegaard: «La puerta de la felicidad se abre siempre
hacia afuera».

A este respecto, recuerdo que, en la pasada Navidad, mi amigo Alejandro les propuso a sus cinco hijos —tres niñas y dos niños— el llevar una despensa de dulces, chocolates y juguetes a un orfanatorio.

Les dijo con suficiente anticipación: «Quiero que cada uno revise en sus armarios las muñecas, los cochecitos, libros y otros juguetes que no usen, pero con una condición: que estén en buenas condiciones. No vamos a regalar cosas que no sirvan o estén averiadas, sino más bien, objetos que a cada uno de ustedes signifique un pequeño sacrificio el desprenderse de ellos, ¿de acuerdo?».

Después les dijo: «En la víspera de que vino el Niño Dios, vamos a ir a visitar a unos niños muy pobres y huérfanos y quiero que sean ustedes mismos quienes les entreguen los regalos y chocolates».

Y en tercer lugar les comentó: «Ahora, vamos a la papelería para comprar papel y, entre todos, envolveremos con cuidado los regalos y les pondremos moños, ¡así los niños se llevarán una agradable sorpresa!».

En efecto, fueron el 24 de diciembre por la mañana, al orfanatorio.

Maritere, de ocho años, le regaló su muñeca a una niña, que ese día se encontraba enferma y en cama. La pequeña, que nunca había recibido un regalo similar, se puso radiante de alegría.

Como era de esperarse, todos los chiquillos se pusieron felices con todos esos regalos que no esperaban.

Martín le regaló a un niño un traje completo de futbol y un balón. El pequeñín le repetía varias veces: «¿De veras todo esto es para mí? ¿Entonces, tú también ‘le vas’ al Cruz Azul?».

Los hijos de Alejandro pudieron convivir cordialmente un rato con esos niños.

Ya de regreso en el coche, camino a casa, Sofía le comentó a su papá: «¡Es la mejor Navidad que he pasado en mi vida!». Y el pequeño Carlos añadió: «Me gustaría que todos los años hiciéramos lo mismo. ¡Desde ahora voy a cuidar mucho más mis juguetes para poder venir a regalárselos a los niños huérfanos!».

Publicado en la edición impresa de El Observador del 16 de diciembre de 2018 No.1223

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Por P.Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

A veces constatamos en la alegría bullanguera de los niños una afirmación que invita a contemplar su horizonte: “yo ya soy una niña o un niño grande”, aunque tenga dificultades para hablar y mantenerse quieto. No permiten que se les trate como un bebé, aunque todavía plácidamente tomen su mamila y adopten posees de bebé. Pero lo grave es que los grandes muy pronto olvidamos que fuimos bebés; como lo señala Antoine de Exupéry: “todas las personas mayores han sido niños antes. Pero pocas lo recuerdan”. Y esta es una tragedia, porque de los niños es el Reino de los Cielos; Jesús invita, pues, a tener corazón de niño o de bebé, en la reflexión de von Balthasar. En el misterio de Belén, se nos pone la muestra: Dios encarnado en la condicón de un Bebé, el Niño Jesús. Este es el signo del Mesías que da la Paz, no como la paz romana de Augusto César, del estilo de los poderosos, “si vis pacen, para bellum”, es decir, si quieres la paz está listo para la guerra, armado hasta los dientes con el poderío de quien amenaza con la furia de la guerra de aniquilación, según su método disuasivo. Pero el estilo de Dios es del atractivo del Bebé, indefenso y tierno; el Dios omnipotente y aparentemente lejano, sin dejar su trascendencia, se hace cercanía y caricia. Es la gran profecía de Isaías que se cumple, la del Niño con atributos reales: “Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos da dado; lleva sobre sus hombros el signo del imperio y su nombre será: ¨Consejero admirable¨, ¨Dios poderoso¨, ¨Padre sempiterno¨, ¨Príncipe de la paz¨…” y (Is 9,1-3,5-6). Por eso san Pablo en su carta a Tito, nos invita a vivir una vida sobria, justa y fiel a Dios (2,11-14). El misterio de Belén, es el Mistero del Dios cercano. Por eso vamos a Belén para encontrarnos con los pastores, gente sencilla y pobre, para encontrarnos a ese Niño, envuelto en pañales, en un pesebre, abrazado por su Madre, María (Lc 2,10-11); vamos a Belén para volver a descubrir en los niños del mundo, los cercanos y los lejanos, el rostro del Niño Jesús, digno de nuestro amor y de respeto a su dignidad y fragilidad elevadas por el Niño de Belén a la condición de ser Él mismo uno de ellos; vamos a Belén para recibir el Regalo de Regalos del Padre Celestial y de la Virgen Madre, su Hijo, y en Él aprender a regalar ofrendado nuestra vida. Que el canto de Los Ángeles “gloria Dios en el Cielo y Paz en la tierra a los hombres que ama el Señor”, nos inunde de gozo interior y de alegría exterior, con nuestros villancicos de aquí y de allá, y participemos del júbilo celestial. Este es el misterio de Belén, este es el misterio de Dios. Porque el Verbo, -Aquél que es la Palabra, se hizo hombre y hemos visto su gloria. (Jn 1, 14). Lejos de la superficialidad de los domesticados por la rutina y la costumbre, peor que el comportamiento de los perversos, según Charles Péguy. Vivir en el estupor de este acontecimiento, extasiados por el Espíritu que solaza nuestra alma en familia o en el templo, -en el nacimiento, en la contemplación y en la acción de Jesús Bebé, siempre Bebé.

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Por José Francisco González González, obispo de Campeche

La Navidad es un tiempo importante y significativo en la vida y en nuestro calendario. Hablar de Navidad favorece la asociación de distintas imágenes en nuestra mente. O es el tiempo de la paz, del recogimiento, de la gratitud, de la solidaridad; o es el tiempo del exceso, de la farándula, de la extroversión, del egoísmo a ultranza. El Papa nos invita, en este 2018, a vivir esta fiesta en torno a Jesús, en silencio, reflexión, humildad y sencillez.

En este Niño se manifiesta el Dios-Amor: Dios viene sin armas, sin la fuerza, porque no pretende conquistar, desde fuera, sino que quiere, más bien, ser acogido libremente por el hombre. Dios se hace Niño inerme para vencer la soberbia, la violencia, el afán de poseer y de dominio del hombre.

La Navidad es una oportunidad privilegiada para meditar el sentido y el valor de nuestra existencia, y nos exhorta a meditar la bondad misericordiosa de Dios, que ha salido al encuentro del hombre para comunicarle directamente la Verdad que salva y para hacerlo partícipe de su amistad y de su vida.

SAN AGUSTÍN NOS GUÍA PARA VIVIR LA NAVIDAD

El gran Padre de la Iglesia, San Agustín, nos ayuda con su reflexión a vivir la Navidad. Así lo escribe: “Mi boca cantará las alabanzas del Señor, de ese Señor por el que fueron hechas todas las cosas y que se hizo como una de ellas; que es el revelador del Padre y el creador de su Madre; el Hijo de Dios, nacido del Padre sin tener madre, el Hijo del hombre nacido de madre sin el concurso de padre; el gran día de los ángeles se hace pequeños en el día de los hombres; Verbo-Dios antes de todos los tiempos, y Verbo hecho carne en el tiempo oportuno; creador del sol y creado bajo el sol.

“El que ordena todos los siglos desde el seno del Padre, consagra el hoy desde el seno de su madre; el que permanece siempre en el seno del Padre, sale hoy del seno de la madre; el creador de cielos y tierra, nace hoy bajo el cielo en la tierra; Sabiduría inefable, y Sabiduría callada en el silencio del infante; llena el mundo y yace en un pesebre; gobierna los astros y sorbe la leche de su madre; grande en su condición divina y pequeño en su condición de siervo, pero sin que su pequeñez disminuya su grandeza, ni su grandeza aplaste su pequeñez.

“Pues al tomar el cuerpo humano no desistió de sus operaciones divinas ni de abarcarlo todo con fuerza desde un extremo hasta el otro y disponer todas las cosas con suavidad. Cuando se revistió de la flaqueza de la carne, descendió al seno de una virgen sin quedar encerrado para siempre en él; y sin sustraer a los ángeles el alimento de la sabiduría, nos dio a gustar cuán suave es el Señor…

“Que el Verbo se haya hecho carne no se sigue que haya dejado de ser Dios, puesto que el que nació en esa misma carne a la que el Verbo se unió, es el Emmanuel, Dios con nosotros. Así, como la palabra que llevamos en el corazón deviene una voz cuando nuestra boca la profiere, pero no hay cambio de una en otra, sino que la primera permanece íntegra al revestirse de la otra, de suerte que el pensamiento permanece en la mente, mientras suena la voz, lo que se profiere con sonido es lo mismo que antes sonaba en el silencio”.

La Diócesis de Campeche les desea ¡Que tengan una Feliz Navidad!

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Saber cómo viven, sus inquietudes, y conocer su origen, es el propósito de la Conferencia de Superiores Mayores de México

Por Sergio Estrada

Analizar los retos que tiene hoy la vida consagrada ante las nuevas generaciones, con una mirada esperanzadora basada en la responsabilidad con los jóvenes, fue el objetivo del Encuentro de Vicarios Responsables de Vida Consagrada de la Conferencia de Religiosos Mayores de México.

En el encuentro participaron especialistas, psicólogos y sociólogos, que analizaron las prioridades juveniles de hoy en estos temas: ¿cómo viven los jóvenes hoy, sus inquietudes, y con quién viven?

«Muchos jóvenes vienen de familias disfuncionales y, ante esto, no les interesa con responsabilidad ser creativos en la vida y el seguimiento a Jesús. Los adolescentes buscan las comunidades y las compañías y, ante esto, el reto es saberlos acompañar. Por otra parte, los muchachos están envueltos en los medios de comunicación, en especial los digitales, y este es otro reto de saberlos acompañar», señaló la hermana Rosa Margarita Mayoral, Secretaria de la Conferencia de Superiores Mayores de México CIRM.

La religiosa, afirmó que con estos medios digitales hoy se tiene a la mano mucha información y es necesario saber discernir para el bien común.

Estos encuentros van de acuerdo con el sínodo de los jóvenes que terminó en Roma con el tema «Los jóvenes y el discernimiento vocacional».

Trabajos conjuntos con la CEM

Para discernir con los jóvenes hay movimientos de vida consagrada que ya tienen tiempo llevando su proceso, y otros lo están haciendo desde otros medios en la búsqueda de una vida consagrada con nuevas estructuras y métodos, buscando la seguridad que ha de encontrarse en las formas de organizar sus vidas con una nueva mirada.

«El reto es buscar las formas de vida consagrada y carismas y seguir discerniendo. No se puede convencer a los jóvenes. El reto es caminar con ellos e integrarlos a los procesos con nuevos caminos para afrontar estas crisis. Otro reto es: ¿cómo las nuevas generaciones y las anteriores pueden caminar de la mano? Los retos son grandes y se deben buscar soluciones en la manera de vivir la fe», subrayó la hermana Margarita.

Para acompañar a los jóvenes, el trabajo es acercarse con humildad a las nuevas generaciones y reconocer que Dios está presente en ellos, para escucharlos e irlos transformando.

«La CIRM trabajará con la CEM luego de la elección de su nuevo presidente, monseñor Rogelio Cabrera López; con base en el Proyecto Global de Pastoral nos unimos y nos insertamos en ese proceso de evangelización caminando juntos y también con el Plan de vida consagrada de la CIRM.

Nosotros seguimos con nuestros trabajos vocacionales y evangelizadores y se complementará con otros como el PGP como aporte de la vida consagrada, pero vamos de la mano con la CEM para superar los retos que se presentan hoy en día y saber que no estamos solos buscando la unidad para el bien común», compartió la Secretaria General de la CIRM.

Publicado en la edición impresa de El Observador del 16 de diciembre de 2018 No.1223

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Por Luis Antonio Hernández

La transformación permanente de México, el combate a la corrupción y la erradicación de la pobreza, que sin duda constituyen algunas de las aspiraciones más importantes de la mayoría de quienes formamos esta nación, solo serán posibles en la medida que gobernantes y ciudadanos seamos capaces de contribuir a la reconciliación y la unidad nacional.

Durante los discursos inaugurales del nuevo gobierno, la concordia y la pacificación fueron los grandes ausentes; inclusive en algunos momentos daba la impresión que las líneas estelares de los mensajes del presidente López Obrador tenían como finalidad establecer diferencias y juicios de valor entre los incondicionales, aquellos que desde el Congreso de la Unión y la Plaza de la Constitución celebraban las arengas, y el resto de los mexicanos.

Eufemismos como «sin ustedes, los conservadores me avasallarían», fueron algunas frases que matizaron la alegoría del primer mandatario.

En un país mayoritariamente creyente, en el cual 8 de cada 10 personas se definen a sí mismas como católicas, es vergonzoso y preocupante el deterioro de las más elementales normas, convenciones y principios que sostienen la convivencia respetuosa, la solidaridad y la armonía social.

Las elecciones del mes de julio, así como el largo proceso de transición del gobierno federal, dejaron graves fisuras en los núcleos básicos de la sociedad mexicana: las familias, la colonia, la escuela y el trabajo, que a la postre han contribuido a debilitar aún más la estructura comunitaria.

Ante esta circunstancia los ciudadanos de buena voluntad debemos evitar los calificativos que dividan a la sociedad.

Con un porcentaje cercano al 83% de la población nacional, -casi 83 millones de mexicanos- los católicos tenemos la responsabilidad de encabezar unidos la reconstrucción del tejido social, además de defender y promover la vigencia de los valores morales y convertirnos en un eficaz contrapeso al nuevo régimen, que al amparo de la restitución de supuestas libertades individuales y la visibilización de sectores minoritarios de la población, ha emprendido una cruzada que atenta, entre otras cosas, contra los más elementales derechos humanos universales, como: la dignidad de la persona humana, el derecho a la vida, la protección de la familia y la paz.

Publicado en la edición impresa de El Observador del 16 de diciembre de 2018 No.1223

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Por Luis Fernando Valdés

Por la fiesta de la Virgen de Guadalupe, millones de peregrinos abarrotan cada año su Basílica, mientras que en muchos países también la celebran con fervor. Esta enorme devoción guadalupana, ¿es una fuga colectiva para evadir la dura realidad social y económica? ¿o hay en ella una esperanza verdadera?

Crisis social global

Si nos limitamos sólo a contemplar la situación de los países latinoamericanos, donde la devoción a la Guadalupana es muy grande, observamos severos problemas políticos en Venezuela y Nicaragua, una gran crisis humanitaria por la llegada de migrantes a las fronteras sur y norte de México, una inseguridad generalizada causada por la violencia (especialmente en Brasil, Venezuela, El Salvador y México). Además de la recesión económica de casi toda esta enorme región.

Necesidad de una esperanza

La historia reciente, con el caso del marxismo, nos muestra que, ante las crisis sociales y económicas, los seres humanos tenemos necesidad de una promesa de que será posible superar esos malos momentos.

Sin importar si un sujeto es creyente o no, es un hecho que éste necesita un motivo grande para esforzarse en el presente, con el fin de mejorar su situación en un futuro no tan cercano. El comunismo marxista prometía aquí en la tierra un paraíso que nunca llegó; en cambio, el cristianismo lleva dos milenios ofreciendo una esperanza sobrenatural, que ha ayudado a sobrellevar el dolor físico y moral, y ha transformado poco a poco las condiciones sociales.

Una esperanza muy especial

Ante una crisis social y económica, parece que todos los esfuerzos deberían enfocarse sólo al trabajo y a la justicia social. Sin negar esto, la devoción religiosa a la Virgen de Guadalupe lleva a buscar primero la transformación personal como base para la reforma social.

Así nos lo recordaba el Papa Francisco en su viaje a México, en febrero de 2016. Nos explicaba que «la ‘Virgen Morenita’ nos enseña que la única fuerza capaz de conquistar el corazón de los hombres es la ternura de Dios».

Aunque eso suena poco práctico, en realidad, «aquello que encanta y atrae, aquello que doblega y vence, aquello que abre y desencadena no es la fuerza de los instrumentos o la dureza de la ley, sino la debilidad omnipotente del amor divino, que es la fuerza irresistible de su dulzura y la promesa irreversible de la misericordia de Dios». (Discurso en la Catedral, 13 feb. 2016)

Necesitamos consuelo

Desafortunadamente, las injusticias sociales y la pobreza conllevan mucho dolor: migración forzada, gente desplazada, trata de personas, homicidios, secuestros, pérdida de bienes, etc.

Y ese dolor necesita ser consolado, pues las meras promesas de justicia o de venganza no confortan un corazón herido. Y precisamente la devoción a la Virgen de Guadalupe es un gran consuelo, justo el que buscan esos millones de personas que no lo han encontrado en este mundo.

Eso mismo lo señaló también el Papa Francisco en aquella visita apostólica: «En aquel amanecer de diciembre de 1531… Dios despertó la esperanza de su hijo Juan, la esperanza de un pueblo… de los pequeños, de los sufrientes, de los desplazados y descartados, de todos aquellos que sienten que no tienen un lugar digno en estas tierras».

Y explicó el porqué: «En ese amanecer, Dios se acercó y se acerca al corazón sufriente pero resistente de tantas madres, padres, abuelos que han visto partir, perder o incluso arrebatarles criminalmente a sus hijos». (Homilía en la Basílica, 13 feb. 2016)

Epílogo

Las palabras de Santa María a Juan Dieguito, «¿no estoy yo aquí que soy tu Madre?», no son una evasión para nuestro compromiso social. Son, más bien, palabras de consuelo y misericordia, que nos permiten sanar nuestro interior lastimado por el dolor y la injusticia, para recuperar la ilusión en trabajar por una sociedad justa y solidaria.

www.columnafeyrazon.blogspot.com

Publicado en la edición impresa de El Observador del 16 de diciembre de 2018 No.1223

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Por Modesto Lule MSP

Juan Carlos miró a Rebeca y le dio un sorbo a su cerveza. – Nunca vas a entender que eso te hace daño, dijo Rebeca. – Nada más es una para quitar la sed, dijo Juan Carlos. A sus pies estaban ya cuatro botellas vacías. Rebeca dejó el pantalón planchado encima de un altero de ropa y tomó una camisa.

Sonó el teléfono de la casa y Rebeca corrió para contestar. Juan Carlos se levantó corriendo, pero, al ver que Rebeca le había ganado, cambió de rumbo y fue a donde estaba el refri- gerador para tomar otra cerveza. – Por fin se te va a hacer, dijo Juan Carlos. -¡Cállate, tonto! gritó Rebeca antes de descolgar el teléfono. Rebeca contestó y, al saber quién estaba detrás de la llamada, su tono de voz cambió a modo amable. Con el teléfono en mano salió de la casa hablando con pequeñas sonrisas.

Juan Carlos seguía tomando cerveza y mirando en Internet videos. Cuando regresó Rebeca ya había a los pies de su hermano catorce botellas vacías. –¡Pero mira nada más, tú! gritó Rebeca. No entiendes ni de una y ni de otra forma. Si sigues así pronto vamos a tomar café en tu velorio. –¡Ojalá sea ese velorio después de verte casada para que se te quite lo amargada! respondió Juan Carlos. –Las bo- rracheras te han secado el cerebro, Juan Carlos, dijo la hermana. –¡Se callan los dos! Se escuchó una voz de mujer del otro lado del cuarto. -Mamá, dijo Rebeca, mira, Juan Carlos ya está otra vez tomando. –Al rato que te estés revolcando de la úlcera no vayas a estar llorando que te llevemos al doctor, dijo la mamá. –Mamá, tengo algo que decirte, dijo Rebeca, me habló Gerardo y dice que quiere platicar con ustedes. –Si es para pedirte en matrimonio hasta dejo de tomar, dijo Juan Carlos. -Mejor ni hables, porque luego no cumples, respondió Rebeca. -¿Es en serio eso que tratas de decir, muchacha? –Mamá, de eso quiere hablar con ustedes Gerardo, pregunta que cuándo puede venir.

En realidad, Rebeca era grande y ya toda su familia pensaba que no se iba a casar. Gerardo era bien parecido, tenía un trabajo estable y una profesión. No tenía vicios y, además, era muy caballeroso y hombre de fe.

Muchos creían que era seminarista por la forma de vestir y cuando se enteraron de que andaba de novio con Rebeca le decían a ella que se había sacado la lotería.

Rebeca le ganaba con 8 años y no daban crédito cuando los veían juntos. Su noviazgo había durado menos de un año y esa llamada era para concretizar la visita que haría junto con sus papás para pedir en matrimonio a Rebeca.

La fecha esperada llegó y propusie- ron una fecha para el matrimonio; Rebeca encaró a su hermano para decirle que cumpliera lo que había prometido. Juan Carlos no tuvo más que aceptar lo que ya con más de catorce cervezas había dicho, pero dijo que comenzaría al otro día de su boda y así fue.

Todavía en la fiesta se dio lo que al parecer era su última borrachera y quería que fuera inolvidable aunque al otro día hubiera deseado no haberlo hecho. Todos en el pueblo comentaban de la boda. Nadie en el pueblo había salido de luna de miel pero Rebeca había hecho la diferencia. Los meses de matrimonio pasaron y el amor seguía en el aire. Juan Carlos era para muchos un milagro por su abstinencia pero no sabían la promesa que ya había hecho a su hermana.

Pasaron casi dos años y le pregunta- ban a Rebeca que cuándo encargaría un bebé, pues no se miraba nada. La nueva pareja estaba un tanto triste porque también ellos querían un bebe pero no llegaba. Una tarde Gerardo no llegó del trabajo y le dijeron a Rebeca que Juan Carlos lo había sonsacado para que se fueran a tomar unas cervezas y Gerardo, desconsolado por no tener un hijo, había aceptado. En la tarde-noche una tormenta había caído con mucha fuerza derribando incluso algunos árboles. Con el caer de las ramas un poste de luz también se desplomó, los cables de luz yacían en la calle y nadie se había percatado hasta que Juan Carlos y Gerardo pasaron por ahí y con el agua y la electricidad se electrocutaron. Rebeca lloró por muchos meses; tenía dos motivos grandes, pero sin duda lo más fuerte había sido la muerte de su amado.

La desesperación es mala consejera: Gerardo había tomado una mala decisión ese día y no pudo caminar con prudencia por aquellas calles repletas de agua. Juan Carlos había dejado de tomar alcohol pero buscaba fortalecer su voluntad para mantenerse firme ante la tentación de su vicio. Los vicios siempre tendrán sus consecuencias y perjudican no solamente a quienes los tienen sino también a los que les rodean.

Hasta la próxima

Publicado en la edición impresa de El Observador del 16 de diciembre de 2018 No.1223

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Las migraciones masivas han sido un tema candente en 2018, tanto en Europa como, muy recientemente, en América. Según datos de la ONU, cada año se incrementa el porcentaje de migrantes respecto del total de la población mundial. Este organismo internacional calcula que hay 244 millones de personas que viven fuera de su país de origen.

En Europa

Ya son cinco años de las llegadas masivas de migrantes desde Asia y el norte de África al continente europeo; se decía que eran refugiados, huyendo de la guerra, la pobreza extrema o de la persecución religiosa. Sin embargo, la enorme mayoría ni parte de un país en guerra, ni es muy pobre —los pobres no pueden ahorrar para el viaje—, ni es perseguida por su fe ya que casi toda es musulmana.

Causaba asombro que los migrantes, después de haber pagado sus ahorros a los traficantes para embarcarse por el Mediterráneo, al poco tiempo de llegados a Europa se les podía ver con ropa y zapatos nuevos y teléfonos móviles de última generación; pero en 2018 se supo que esto se debe a que, al menos desde 2016, la ONU les regala tarjetas de débito precargadas como parte del Programa Mundial de Alimentos; y como no les falta qué comer, ellos utilizan el dinero para otras cosas. Esto, se teme, finalmente se convertirá en un atractivo más para migrar a Europa.

Por otro lado, hay países europeos, como España y Grecia, que aún no se reponen de la crisis económica, razón por la que alrededor de un 20% de su población económicamente activa no pueda encontrar un empleo digno. La constante llegada de migrantes obviamente agudiza este grave problema. Y a ello se suma una oleada de actos de violencia realizados por musulmanes radicales que ahora viven en Europa: constantes violaciones de niñas y mujeres, amenazas de muerte, actos terroristas, imposición de la ley islámica en barrios y ciudades, impedimento a los europeos para expresar su propia cultura a fin de no «herir» los sentimientos de los migrantes, etc.

Todo esto ha ocasionado que el Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular, logrado por la ONU en el mes de julio y que se esperaba permitiera la entrada de otros 59 millones de migrantes a Europa entre 2019 y 2025, se esté desmoronando.

Austria, República Checa, Polonia, Hungría y Estonia ya han rechazado el pacto migratorio. Matteo Salvini, ministro de Italia, está desmontando los campamentos de migrantes para restablecer la legalidad. Estados Unidos y Australia también han rechazado el plan de la Organización de las Naciones Unidas.

En América

El 13 de octubre de 2018 partió una primera caravana de hondureños con la intención pública de establecerse en Estados Unidos —a pesar de conocer el rechazo del presidente de EU a las migraciones iberoamericanas—, o bien quedarse en México, recibiendo en cualquiera de los dos casos el estatus de «refugiados» para que los ampare el derecho internacional. A esta primera caravana le han seguido otras con más gente de Honduras, pero también algunas de salvadoreños.

A pesar de que el gobierno de México no se opuso a su ingreso, pero pidiendo que todos se registraran legalmente, los migrantes no lo aceptaron; así que tres mil de ellos entraron por la fuerza, derribando las puertas de la frontera México- Guatemala. Entre ellos hay de todo: gente buena y trabajadora, víctimas de la delincuencia que huyen de su país, vividores, pandilleros, etc. Los gobiernos estatales y municipales los han apoyado, y la Iglesia mexicana se ha desvivido por darles la mejor atención posible.

Sin embargo, el hecho de que ingresaran no como migrantes sino como invasores; de que muchos de ellos desprecien la comida y la ropa nueva que se les regala, tirando estas cosas a la basura o abandonándolas en el camino; de que un número significativo se drogue en la vía pública, y de que algunos de estos viajeros exijan a México trasporte, espacios, etc., y que hasta amenacen con «acribillar» a los mexicanos que no están de acuerdo con su presencia o su proceder, ha polarizado a la sociedad.

Hoy se sabe que estas caravanas se formaron a base de falsas promesas, que fueron planificadas con fines políticos, y que al menos en su origen fueron financiadas por grupos de izquierda radicales de Honduras, al parecer con el apoyo de Venezuela y, desde luego, del magnate multimillonario George Soros, uno de los principales mecenas de los grupos mundiales que luchan por la desaparición de las fronteras.

A la fecha, la ciudad de Tijuana sigue rebasada por la presencia de los centroamericanos, que con el paso de los meses irá necesariamente en aumento.

La ONU ya comenzó apoyar a estos migrantes mediante la entrega de 220 dólares en tres pagos mensuales vía tarjetas de débito, como las que da a los que migran a Europa.

LA TAREA PENDIENTE

La Palabra de Dios insta a ser caritativo con todos, incluidos los migrantes: «Fui forastero y me hospedaron» (Mt 25, 35); «Practiquen generosamente la hospitalidad» (Rm12, 13).

Sin embargo, no sería correcto ayudar a los de afuera olvidando a los de casa. Juan Pablo II enseñó en su Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado 2004 que existe «ante todo el derecho a no emigrar, es decir, a vivir en paz y dignidad en la propia patria», como «ciertamente, existe también el derecho a emigrar», y que la base de esto «se encuentra en el destino universal de los bienes de este mundo».

Pero al mismo tiempo aclaró que el derecho a la migración no quita que a los gobiernos les corresponda «regular los flujos migratorios», y que debe tener «en cuenta las exigencias de las sociedades que acogen a los inmigrantes».

En el Mensaje 2001 Juan Pablo II ya había dicho muy claro respecto al derecho de migración: «Desde luego, el ejercicio de ese derecho ha de ser reglamentado, porque una aplicación indiscriminada ocasionaría daño y perjuicio al bien común de las comunidades que acogen al migrante». Es que, sencillamente, no es posible acoger a todos.

Francisco expresó el pasado mes de junio que «los criterios están en lo que he dicho: acoger, acompañar, promover, integrar. Me he referido a todos los refugiados… Cada país debe hacer esto con la virtud del gobierno, que es la prudencia; debe acoger a los que pueda, a los que pueda integrar, dar trabajo».

Redacción

TEMA DE LA SEMANA: LO QUE 2018 NOS DEJA DE TAREA

Publicado en la edición impresa de El Observador del 16 de diciembre de 2018 No.1223

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