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Icono ortodoxo griego de la Santa.

Icono ortodoxo griego de la Santa.



Aunque muy poco se sabe sobre estos dos santos, es cierto que el Sinaxario Constantinopolitano y todos los sinaxarios y menologios griegos conmemoran a esta madre y a este hijo el día 13 de junio. Los bolandistas, descuidando la relación entre Ana y Juan, interpretan la palabra “μητέρα” (madre) en el sentido de una fundadora o superiora de una comunidad religiosa, pero no dudan de la existencia de ambos. En fin, fuera una cosa u otra, voy a escribir sobre ellos, identificándome más con lo que dicen las fuentes griegas. De todos modos, inevitablemente, este artículo habrá de ser corto, porque no se puede decir nada más.


Santa Ana de Larisa y su hijo Juan vivieron entre los siglos IX-X. Según nos relata un tal Marcos, fundador de un monasterio de Constantinopla, un monje sacerdote le confió la siguiente historia, de la cual, el mismo fue protagonista: iba de viaje en barco desde Roma a Constantinopla, cuando debido a que el mar se embraveció y empezaron a soplar unos vientos muy fuertes, se vieron forzados a fondear en las playas de una isla deshabitada del Mar Adriático. Este hieromonje aprovechó la oportunidad para pasear por la isla.


No había andado mucho rato cuando vio la sombra de una persona desnuda que le decía: “Hombre de Dios, si deseas ver a esta insignificante persona y ofrecer por mi tus oraciones, tírame una de las ropas que llevas puesta, ya que soy una mujer y estoy desnuda”. El monje le ofreció una prenda y ella, de rodillas y mirando a Oriente, dio gracias a Dios por haberle dado la oportunidad de conocer a un sacerdote. El monje le preguntó de donde era, cómo llegó allí y cuanto tiempo había estado viviendo en la isla. Ella le respondió: “Me llamo Ana, soy griega y mis padres aunque pobres, eras las personas más dignas de la ciudad de Larisa y cuando murieron y quedé huérfana, un convecino se apiadó de mi y me acogió en su casa. Me trataba como si fuera su propia hija y cuando llegó la edad apropiada me casó con su único hijo, sin tener en cuenta mi pobreza y humildad de nacimiento. Pero algunos familiares y amigos, dada mi insignificancia, eran reacios a esta boda. Mi esposo era feliz porque valoraba más la virtud que las riquezas y el noble linaje, pero sus familiares insistían y yo, para no hacer sufrir a mi esposo, decidí abandonarlo en secreto. De esta manera, saliendo de Larisa solo con lo puesto, sin saber que estaba embarazada, llegué a esta isla. Nadie tuve a mi lado para apoyarme y mi hijo nació en esta isla desierta del Adriático”.


La Santa se encuentra con el hieromonje. Icono ortodoxo griego.

La Santa se encuentra con el hieromonje. Icono ortodoxo griego.



Pasaron los nueve meses de embarazo y Ana dio a luz a un hijo varón, a quién crió sola y que ya tenía treinta años cuando el hieromonje llegó a la isla. Tanto la madre como su hijo llevaban una vida miserable, viviendo de lo que en la isla encontraban, pero eran muy piadosos e imploraban cada día a Dios para que le enviara un sacerdote que pudiese administrar el bautismo a su hijo. Por eso, al encontrarse al monje, le dijo: “Ruego a vuestra santidad, reverendo padre, que vuelva a la nave, recoja sus vestiduras sacerdotales y algo de pan y vino, para que celebre la liturgia que nos permita comunicarnos con el santo Cuerpo y la honorable Sangre de Cristo, nuestro Dios y Salvador. También le pido que traiga una vestidura blanca para bautizar a mi hijo y que no hable con nadie acerca de mi”.


Al oír estas palabras, el sacerdote se postró de rodillas en tierra dando gracias a Dios y fue al barco para preparar lo necesario a fin de administrar el Bautismo y celebrar el misterio de la Santa Comunión. Al volver, Ana presentó a su hijo al sacerdote: “Sal, hijo, y reverencia a quién ha venido a iluminarte”. Su hijo obedeció, hizo una reverencia al sacerdote, quién le correspondió de la misma manera. Como el hijo había sido catequizado por su madre, el sacerdote lo bautizó en un manantial cercano, imponiéndole el nombre de Juan. Posteriormente, dio a ambos la Santa Comunión.


Aunque estos datos son confirmados por la “Sinaxaria Selecta” y el “Sinaxario de San Nicodemos”, sin embargo, la “Narrativa” de Pablo de Monemvasia y los sinaxarios más modernos no especifican el nombre impuesto al hijo de Ana. Solo dicen que cuando el hieromonje había celebrado los Divinos Misterios, ambos, madre e hijo, comieron y bebieron la Sagrada Eucaristía.


Bautismo de Juan, hijo de la Santa. Ilustración ortodoxa griega.

Bautismo de Juan, hijo de la Santa. Ilustración ortodoxa griega.



Cuando el monje se iba, Ana le pidió un último favor: “Padre, por amor de Dios, no comente esto con nadie cuando vuelva a la nave y si quiere comentarlo cuando llegue a Constantinopla, no mencione ni el nombre ni el lugar de la isla, a fin de evitar que vengan personas a encontrarnos”. Pablo de Monemvasia dice que el monje reaccionó con lágrimas en los ojos, dando gracias a Dios por encontrar a personas tan piadosas.


El “Codex Vaticanum Graecus”, editado en el año 1558, termina diciendo que después de estos acontecimientos, tanto la madre como el hijo entregaron sus almas a Dios. Desde el siglo XVI, según el “Menaion” del mes de junio, su fiesta se celebra el día 13 de dicho mes.


Antonio Barrero


Bibliografía:

- BRAUDILLART, A., “Dictionnaire d’histoire et de géographie ecclésiastiques”, París, 1912

- DI GRIGOLI, N., “Bibliotheca sanctórum, tomo I”, Città Nuova Editrice, Roma, 1990.


Enlace consultado (18/08/2014):


http://www.diakonima.gr/2010/01/23/agia_anna_larissaia



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Fresco de la Santa obra de Benozzo Gozzoli (1464-65). Capilla de San Agustín, San Gimignano (Italia).

Fresco de la Santa obra de Benozzo Gozzoli (1464-65). Capilla de San Agustín, San Gimignano (Italia).



“Santa Mónica bendita, madre de San Agustín, dame tu bendición que ya me voy a dormir”. (Oración de la noche para los niños).


Introducción

El cuarto mandamiento de la Ley de Dios nos habla del respeto que los hijos deben guardar hacia sus padres, pero una buena catequesis sobre este tema nos llevará a descubrir que esta norma no solo tiene una posición lineal descendente, sino ascendente y hasta colateral. En efecto, los padres también tienen obligaciones sobre los hijos y como esposos entre ellos; el precepto guarda también las maneras que deben llevarse entre superiores e inferiores y con los amigos y compañeros. Al conocer la vida de Santa Mónica podremos comprobar como ella cumplió exactamente su deber como hija, esposa, madre, señora de la casa y hasta como nuera.


Orígenes

Lo que conocemos sobre la vida de Mónica se lo debemos principalmente a su hijo Agustín que da las principales noticias en su libro de Las Confesiones. Los datos cronológicos se toman de los datos entresacados de estos escritos o se deducen los mismos. Así pues, Mónica nació en Tagaste cerca del año 331, hija de una familia de buena posición. Se cree que su madre se llamaba Facunda. Una de sus abuelas, de edad avanzada había conocido la era de los mártires en la época de Diocleciano y le contaba por horas las historias del pasado de la Iglesia en África mientras ella escuchaba atentamente sentada a sus pies. Pero no solo de su madre o su abuela tuvieron la preparación de la muchacha, también una esclava familiar a la que se trataba como amiga o casi pariente, la instruía para que fuera adquirido virtud y carácter.


Le decía entonces: “Ahora bebes agua porque no tienes derecho a beber vino, pero cuando estés casada y seas dueña de la bodega, te parecerá insípida el agua y te aficionaras al vino”. Las lecciones de esta sierva, que había sido también nodriza de su padre, tuvieron ascendencia en ella, pero Mónica creció y la vieja sirvienta murió. Así sucedió un episodio que fue detonante en su vida personal: los padres de Mónica le fueron confiando el gobierno de la casa y por ello, tenía que ir a la bodega para surtir de vino la mesa familiar. Lo que comenzó como picardía juvenil, pronto se hizo costumbre y luego hábito desordenado, pues comenzó bebiendo unas gotas de vino para probarlo, hasta casi llenar una copa, sucedió esto en la presencia de una sirvienta que siempre bajaba con ella al subterráneo y quien tuvo la osadía de llamarla: meribubulum, es decir, borracha; tal vez como desquite a alguna indicación o reproche dado por la joven ama. Alertada por este incidente, Mónica se dio cuenta de la fealdad de su falta y se corrigió para siempre.


Escultura de la Santa. Iglesia de San Agustín, París (Francia).

Escultura de la Santa. Iglesia de San Agustín, París (Francia).



La joven Mónica

No tenemos descripción de sus rasgos o fisionomía pero San Agustín nos describe tan vivamente su carácter y forma de vida que se percibe claramente su vida virtuosa. Probablemente cuando tuvo 18 años recibió el bautismo y aquí recibió el don de ser piadosa. Ella supo entender como Dios es el origen y destino de la vida del hombre. Desde pequeña era asidua a ir al templo, mientras jugaba con sus amigas tenía el tiempo de hacer oración y oraba de rodillas en las noches.


Tenía una gran inteligencia y era poseedora de una preparación académica fuerte, al grado de poder emitir una opinión en asuntos filosóficos y teológicos. Le gustaba leer mucho, poseía una gran paciencia y una dulzura en carácter. Era muy sencilla y modesta, despreciando todos los adornos superfluos.


Mónica, la esposa

Tal joven fue ofrecida en matrimonio arreglado por sus padres como una verdadera joya, concertando el compromiso con un hombre que tenía el cargo de decurión en Tagaste, llamado Patricio, el cual le aventajaba como con 30 años y que para acabarla de arreglar, era pagano. Este enlace comportó a Mónica una extrañeza pero fue obediente. El marido no tenía una moral mejor que sus compatriotas paganos y la boda no significó para él un cambio de costumbres, lo que provocó a la joven sufrimientos silenciosos y no pocas humillaciones. Sin embargo, en el fondo Patricio tenía un buen corazón y esto diluía sus malas actitudes. El casamiento debió efectuarse hacia el año 335. No pocas veces Mónica estuvo a punto de desalentarse con su casamiento. El esposo tenía un carácter violento, pero ella decidió ganarlo para Cristo. Su táctica consistió en tratarlo como esposo, con respeto y obediencia, así esperaba ganarlo para la fe cristiana. Siempre fue modesta y muy prudente en este proyecto. No discutía con él, nada de reproches o amonestaciones, ni sermones; al contrario dulzura, amabilidad, sencillez, fidelidad, modestia, nobleza en el porte y lenguaje, con lealtad, con sinceridad, con incansable discreción. Todo sin buscarse a sí misma, porque sentía que su actuación era la de una verdadera cristiana. Así le perdonó sus infidelidades sin discutir de ello con él para nada. Callaba, sufría y lloraba, pero siempre era constante en la oración de dónde sacaba su fuerza. Ante el carácter colérico de Patricio, Mónica opuso una paciencia y un prudente silencio.


Así, poco a poco, esta mujer fue transformando el corazón de su marido. Este éxito fue motivo de conversación en las casas de Tagaste, pues era común que la mayoría de las mujeres casadas mostraran en sus rostros las huellas de la violencia intrafamiliar y era raro que Mónica no presentara rastros de haber sido golpeada por Patricio. Esto causaba asombro y ello era la comidilla de la ciudad. En las reuniones, las otras señoras, conocedoras del carácter de Patricio se extrañaban y Mónica les respondía de buen humor: “Tengan cuidado con sus lenguas”.


Imagen de la Santa con su hijo Agustín, todavía niño. Iglesia del Salvador y de Santa Mónica, Valencia (España).

Imagen de la Santa con su hijo Agustín, todavía niño. Iglesia del Salvador y de Santa Mónica, Valencia (España).



Madre de familia

Mónica fue madre de tres hijos: Agustín, Navigio y Perpetua, con ellos hizo de su maternidad una responsabilidad ante Dios. A ellos los educó con cariño y esmero, enseñándoles a tener buenas costumbres, nobles sentimientos y actitudes concretas. También los enseñó a amar a Dios y a ponerlo en el centro de sus vidas. A cada uno lo reprendía o corregía cuando era necesario. Cultivaba sus cualidades y alentaba sus aptitudes, por ello estuvo de acuerdo con su esposo en mandar a estudiar a Agustín a Cartago; como su marido, ambicionaba un buen futuro para sus vástagos. Fue entonces cuando Agustín, sin preverlo su madre, por su adolescencia y juventud comenzó a llevar una vida desordenada. El muchacho guardaba las formas exteriores, su mal era interior. El mundo le sonreía, sus maestros lo alababan y así, Agustín se fue contagiando cada vez más de los males que comería.


Por extraño que parezca, el joven recurría ocasionalmente a la oración a ejemplo de su madre, invocaba a Dios: “Dame la castidad y la continencia, pero no ahora”; se relacionó con malas compañías, a practicar el desorden como el hurtar las peras de una huerta de su padre con unos amigos para dárselas nomás porque si a los puercos. A esta edad de 16 años, Agustín comenzó a ser el dolor de cabeza de su madre.


Mónica, una nuera ejemplar

La suegra de Mónica tenía un carácter imperioso que causó inicialmente a su nuera bastantes disgustos. Como le gustaba inquirir a los esclavos sobre la vida de la esposa de su hijo, éstos, para quedar bien con ella, le contaba cosas malas y falsas. Pero Mónica que fue paciente con su esposo no lo fue menos con ella que a final de cuentas era recta. Así, pronto se dio cuenta de las intrigas de los trabajadores y sin que Mónica se diera cuenta, se quejó con Patricio que hizo azotar a las esclavas que traían chismes. A estas las amenazó que si volvían a hacerlo, recibirían el mismo escarmiento. Desde entonces nuera y suegra vivieron cordialmente, dispensándose mutuamente cariño y confianza.


Mónica viuda

Mónica estuvo casada con Patricio 18 años, quien murió en el 371 a los 73 años; se desconocen los datos de su enfermedad y fallecimiento, pero lo cierto es que se convirtió antes de morir. Él mismo pidió el bautismo y luego murió en la paz de Cristo. Patricio reconoció las virtudes de su esposa, quien por su actitud sus oraciones y su dedicación transformó el corazón de su esposo. El haber salvado el alma de su esposo le hizo olvidar sus penas de casada. Este triunfo era la antesala de su victoria con Agustín, con quien se unió indeleblemente su nombre.


Aparición del ángel a Santa Mónica, lienzo de Pietro Maggi. Iglesia de San Marcos, Milán (Italia).

Aparición del ángel a Santa Mónica, lienzo de Pietro Maggi. Iglesia de San Marcos, Milán (Italia).



El hijo desvariado

Poco antes de morir, Patricio adivinó la transformación de Agustín y las pasiones juveniles de su corazón, por lo que determinó casarlo. Esto no fue muy del agrado de Mónica, que trató de ganarse las confidencias del hijo, que mejor empezó a evitarla. Entonces Patricio decidió enviarlo a estudiar nuevamente a Cartago, para luego de un año casarlo, pues le agradaba la idea de ser abuelo. Agustín anhelaba, como dice él mismo, amar y ser amado, pero al llegar a Cartago, se sintió extraño en el lugar y no pudo relacionarse bien. Sin embargo, se hizo aficionado al teatro y lo frecuentaba casi diario, buscando luego la ocasión de pecar; en este tiempo se fue alejando de su fe y se relacionó con muchas mujeres; con una de ellas, cuyo nombre se desconoce, vivió en unión libre cerca de 15 años y tuvo un hijo, llamado Adeodato. Hay que decir que aunque este amor fue ilegitimo y culpable, fue fiel, aunque debió ser tempestuoso. No por mucho tiempo pudo ocultar esto a su madre, ya viuda por entonces.


La hacienda dejada por Patricio era mediocre y gastada para pagar los estudios de Agustín. A estas necesidades se enfrentó Mónica que también comenzó a derramar lágrimas por su hijo. Mónica también tenía otros hijos, por los que tenía que velar. ¿Cómo ser señora de casa y buena madre de familia y sostener el hogar? La ayuda de un amigo de su difunto marido llamado Romano, alentado por el incipiente triunfo académico de Agustín en Cartago fue la respuesta de las oraciones de Mónica, quien le ofreció ayuda con delicadeza y consideración para no ofender a una señora tan noble y refinada.


Pronto fue Mónica a Cartago para seguir de cerca a su hijo con sus oraciones y su llanto. Conciente de la importancia de su carrera, estaba de acuerdo con que estudiara para que se convirtiera en un hombre de bien. Pero los estudios de Agustín se abrieron en una gran gama de conocimientos y le dieron una sed de sabiduría, al grado de abandonar el cristianismo y enrolarse en el maniqueísmo. Esta doctrina propone dos principios, el bien y el mal, o sea, Dios y Satanás, no menos eterno que Éste; émulo y casi igual, por lo que el mal no es problema del ser humano. Cristo era un heraldo de Dios que luchó con Satanás y por ello, la conducta del hombre no tenía responsabilidad. La doctrina le vino como anillo al dedo para justificar su forma de vida. Esta transformación fue un duro golpe para su madre, que constataba así su muerte para la fe y a quien disgustaban todas las blasfemias y burlas, por lo que pensó en abandonarlo, aunque viviendo cerca.


Visión de la Santa. Ilustración de JMB para "El Santo de Cada Día", editado por Edelvives (1960).

Visión de la Santa. Ilustración de JMB para “El Santo de Cada Día”, editado por Edelvives (1960).



Un sueño que tuvo la disuadió: soñó que ella estaba caminando en una viga de madera, sumergida en la tristeza por la apostasía de su hijo. Vio que un joven venia para darle un mensaje de esperanza: donde ella estaba, estaba también su hijo. Con ello comprendió que Agustín estaría en su misma línea moral y religiosa. Le platicó el sueño a su hijo que le dijo que más bien ella estaría donde él, por lo que ella le replicó: “No, no me dijo donde está él estarás tú, sino, él estará donde estas tú”. Pero Agustín no cedería pronto y pasarían otros 9 años, en los que como refiere el Doctor de la Gracia: “Hacía esfuerzos por salir del fango, pero cada vez me hallaba más enlodado. La casta viuda, sobria y piadosa mujer, sin disminuir sus lágrimas y lamentaciones no cesaba de orar y llorar por mí”. Por entonces Mónica tuvo la oportunidad de conocer a un obispo muy versado en las Escrituras, al que constantemente acudía para compartirle sus penas. Éste la alentaba y le daba sostén moral a la afligida madre. Una vez, tal vez porque estaba ocupado o ya enfadado por tantos llantos, para quitársela de encima le dijo: “Váyase y viva tranquila, pues es imposible que se pierda un hijo que cuesta tantas lágrimas”. Ella escuchó estas palabras como venidas del cielo, pero en tanto, Mónica veía como su hijo se endurecía más en sus pasiones y ambiciones terrenas.


De regreso a Tagaste

No se sabe a ciencia cierta que terminó de estudiar en Cartago San Agustín. No fue la abogacía, tal vez letras, luego filosofía y por la influencia maniquea, la astronomía que terminó degenerando en astrología. Concluidos los estudios, volvió con su madre a Tagaste hacia el año 374, estableciéndose como docente. Agustín se hizo pronto de muchos amigos, que llegaron a ser muy queridos para su madre. Uno de ellos, al que conocía desde pequeño, que estimaba mucho, enfermó y se le administró el bautismo conforme la costumbre de entonces. Agustín no podía creer que un poco de agua puede salvarlo y piensa que cuando vuelva en sí, se burlará y al sanar, seguirá siendo el mismo.


Pero su amigo le reprende su forma de pensar y como realmente lo estimaba, le prohibió que hablara de esta manera. La enfermedad no cedió y al poco tiempo murió. Agustín quedó devastado pues realmente le dolió su muerte y desde entonces no tenía paz ni tranquilidad. Esta sensibilidad le hizo insufrible su permanencia en Tagaste y decidió marcharse de allí a costa de dejar a su madre. Pero antes quería deshacerse de sus ideas maniqueos y se entrevistó con un líder maniqueo llamado Fausto para decir si continuaba o no en esa secta; de esa reunión salió desilusionado pues las respuestas que buscaba a sus inquietudes no pudo dárselas ese hombre, más no por ello se inclinó a la fe católica.


Membrete de la Santa con la frase de San Agustín. Ilustración de JMB para "El Santo de Cada Día", editado por Edelvives (1960).

Membrete de la Santa con la frase de San Agustín. Ilustración de JMB para “El Santo de Cada Día”, editado por Edelvives (1960).



Entonces decidió marcharse a Italia, aduciendo que sus alumnos eran indisciplinados e intolerables. Platicó su proyecto a Mónica y grande fue su sorpresa cuando escuchó de sus labios que lo acompañaría; este amor materno, lleno de emoción, le pareció embarazoso y tiránico, por lo que resolvió engañarla. Se fueron de viaje y ella no lo perdía de vista y lo vigilaba a cada instante. Por fin, en el puerto de Cartago, listos para ir a Roma, le dijo que había que esperar al día siguiente por causa del clima y que era mejor descansar. Mónica cayó en la trampa y en lugar de irse a dormir, se fue a orar a un oratorio dedicado a San Cipriano y mientras rezaba, Agustín partió a Italia. “Mentí a mi madre. ¡Y a qué madre!”, se lamentará después. Grande fue la desolación de Mónica al descubrir el engaño. Según las Confesiones, enloquecía de dolor; conforme a lo escrito en ese libro, Agustín comenta: “Me quería como una mujer no ha querido nunca a su hijo”. Abatida volvió a Tagaste, sin recriminarle a Agustín su crueldad y sin dejar tampoco de orar a Dios por él.


Roma

Agustín estuvo en Roma en el año 383, pero ni la ciudad con sus edificios y su majestuosa historia le llamarían la atención. Allí conoció las doctrinas de Platón que le llamaron mucho la atención. Por entonces enfermo gravemente y estuvo a punto de morir; sanó, considera Él, gracias a las oraciones de su madre, pues de haber sido así, se hubiera condenado y esa muerte eterna no la habría soportado ella. Se restableció y dio clases durante un año en una escuela que abrió personalmente, pero los alumnos desaparecían cuando tenían que pagar y eso lo disgustó. También aquí convivio con muchos maniqueos que hablaban abiertamente con él y así se enteró de muchas cosas que más lo decepcionaron. Por eso, cuando supo que había una vacante en Milán, acepto ir a trabajar allí.


Ambrosio de Milán

En Milán conoció al obispo de la Metrópoli: San Ambrosio; su fama de hombre de Dios lo sedujo y como tuvo la oportunidad de tratarlo se hizo su amigo. Así fue introduciéndose en la doctrina católica. Por correspondencia le platicó a su madre sobre Roma y Milán y su trato con Ambrosio, que la alegró mucho. No la invitó a que fuera a vivir con él, porque su presencia coartaba su libertad e independencia, pero cuando ella lo consideró oportuno fue a Milán a encontrarse con su hijo. Al enterarse que él ya no era maniqueo, no hizo mucha muestra de alegría, pues sabía que apenas era el comienzo. Mónica se entrevistó con Ambrosio que la recibió muy amablemente y le dedicó tiempo y varias entrevistas a pesar de su apretada agenda. Le puso al tanto del cambio que él había visto en su hijo Agustín y le propuso buenas perspectivas pero con calma y a su tiempo, había que confiar en la gracia de Dios.


Lienzo barroco de la Santa, obra de Luis Tristán (1616). Museo Nacional del Prado, Madrid (España).

Lienzo barroco de la Santa, obra de Luis Tristán (1616). Museo Nacional del Prado, Madrid (España).



Mónica, una buena cristiana y una mujer santa

Al leer todo esto que se ha narrado, podría quedarse uno con la idea de que Mónica esta una madre posesiva y con un amor enfermizo por Agustín. Hay que señalar primero que el amor de una madre por su hijo siempre será grande y que nunca dejara de buscar lo mejor para su hijo. En este último tenor, Mónica fue el instrumento por el cual Dios se valió para dar dos veces a luz al Doctor de Hipona, pues le dio el nacimiento natural y lo alumbró también a la vida de la gracia. Sin Santa Mónica nunca hubiera habido un San Agustín.


Así pues, ella cumplió una misión en su vida y por esto se le recuerda. Más para que ello se produjera, esta mujer debió tener una energía suficiente para lograrlo. Y esto lo obtuvo de su constante participación en la misa y la comunión en ella. Le gustaba ser una mujer lectora de la Biblia, por ello oraba mucho con los salmos, su vida de oración era profunda. Mónica fue una mujer llena de caridad, pues visitaba y atendía a los enfermos, ayudaba a los pobres de muchas maneras, fue una mujer prudente, discreta, conciliadora, generosa, sabia perdonar, era diligente en sus obligaciones, era una mujer obediente con sus pastores y tenía devoción a los mártires de quienes imitaba su paciencia en las dificultades.


Mónica no se olvidó de sus otros dos hijos y fue una buena abuela con Adeodato, el hijo de San Agustín. Los otros dos vástagos tuvieron una vida llena de cualidades lo cual indica que ella, aunque estaba muy al pendiente de Agustín, no los descuidaba. En algunos lugares se ha dado culto a Navigio y Perpetua como santos. Esto quiere decir que Mónica es una madre de santos y que esto se debe a que fue la mujer fuerte, la mujer dichosa que escucho la palabra de Dios y la puso en práctica.


Agustín creyente

Luego de un proceso largo de reflexión, de meditación y de interiorización, Agustín, el alejado de Dios y la Iglesia volvió al buen camino y se reintegró al rebaño. El 24 de abril de año 387, en la Catedral de Milán recibió el bautismo en la noche de la Vigilia Pascual de manos del Obispo San Ambrosio. Sin duda alguna fue el momento más feliz en la vida de Mónica, pues por muchos años había llorado y orado por ver este momento que Dios le concedía en atención a sus plegarias. La emoción que tenía le embargó de una manera especial y su corazón se convirtió en un himno de acción de gracias al Señor. Si en términos de una lucha se estuviera hablando sobre esta historia, este momento sin duda seria el triunfo de Santa Mónica. Desde entonces, ella oraba a Dios en este tenor: “Ya no te pido nada más, Dios mío, llévame contigo cuando te plazca”.


"Santa Mónica y San Agustín en el puerto de Ostia", lienzo de Ary Scheffer.

“Santa Mónica y San Agustín en el puerto de Ostia”, lienzo de Ary Scheffer.



Así pues, con un pasado al que había renunciado, Agustín con su familia tenía que regresar a Tagaste. Era su país de origen y todos estaban conformes. Así se dirigieron a Ostia, el puerto de Roma para regresar a su tierra natal. En este lugar ocurrió un evento místico entre Agustín y Mónica, que el pintor Ary Scheffer ha pintado de manera magistral: en una ventana de la casa donde residían, se pusieron a conversar sobre la luz de la verdad, sobre Dios mismo. Platicaban sobre la vida eterna y cómo sería el cielo, cómo toda alegría y placer que hay en el mundo es una nada en comparación de la felicidad de la salvación, pasando de un análisis de todas las cosas que hay en el mundo y en el universo hasta llegar al punto culmen de todo que es Dios. Experimentaron entonces en sus almas una delicia espiritual, sintiéndose ambos impelidos con todas las fuerzas del corazón para alcanzar el paraíso, hasta que sintiendo que lo lograban, de pronto, volvieron a la realidad. Este fue como un preámbulo de la pascua que Mónica iba a vivir personalmente en pocos días. Agustín nos cuenta unas palabras que entonces le dijo; “Hijo mío, ningún atractivo encuentro ya en esta vida. No sé, en verdad que hago aquí abajo, ni porque estoy aún en este mundo, siendo así que ya nada espero de él. Solo me hacía desear vivir algún tiempo más el anhelo que sentía de verte cristiano y católico antes de mi último suspiro. Dios nuestro Señor, ha satisfecho con creces mi deseo, puesto que yo veo que desprecias los goces terrenos y quieres consagrarte a su santo servicio: ¿Qué hago, pues aquí?…”


Enfermedad y muerte

Cinco o seis días luego de este episodio, Santa Mónica tuvo fiebres que le obligaron a guardar cama. En cierto momento ella perdió el sentido y los familiares no dejaban de cuidarla. Cuando volvió en sí, preguntó: “¿Dónde estoy?” Y luego, dirigiéndose a sus hijos les dijo: “Aquí enterraran a su madre”. Navigio le advirtió cómo es que antes quería ser sepultada en Tagaste; pero ella, con una mirada severa que le reprochaba esa forma de pensar lo dejó callado. Navigio le dijo entonces a Agustin; “Ya ves cómo habla”. Ella les replicó: “Enterraran este cuerpo donde les plazca y no sufran, lo único que les pido es que se acuerden de mí en el altar del Señor”. La enfermedad avanzaba y ella sufría muchísimo, pero guardaba silencio. Por fin, al noveno día de su enfermedad, con cincuenta y seis años, esa piadosa y santa alma se separó de su cuerpo.


El nieto Adeodato se echó a llorar sobre su cuerpo, pero como su muerte más bien parecía un triunfo lo hicieron callar; Agustín contuvo el llanto porque no quería ensombrecer un tránsito que debía provocar alegría; Cundió pronto la noticia del fallecimiento de Mónica y fieles de ambos sexos acudieron en gran número a su casa, pues aunque tenían poco tiempo en Ostia, se había extendido la noticia de la conversión de Agustín y de las singulares virtudes de su madre.


Muerte de la Santa, obra de Benozzo Gozzoli (1464-65). Capilla de San Agustín, San Gimignano (Italia).

Muerte de la Santa, obra de Benozzo Gozzoli (1464-65). Capilla de San Agustín, San Gimignano (Italia).



Culto

Es gracias a San Agustín que damos culto a Santa Mónica; su nombre no fue inscrito jamás en ningún Martirologio, ni Usuardo, Beda o Adón la mencionan. Sólo los institutos que seguían la regla de San Agustín la refieren en sus breviarios. No hubo nunca una canonización oficial.


En 1162 se trasladaron algunas reliquias a Arras y por entonces se celebraba su fiesta el 4 de mayo, un día anterior a una fiesta dedicada a la Conversión de San Agustín, que ahora se celebra el 24 de abril. En 1430 se realizó una búsqueda de sus restos y una vez hallado su sarcófago, se hizo el traslado de sus reliquias desde Ostia hasta Roma, siendo depositadas en la Iglesia de San Trifon, luego, a instancias del humanista Maffeo Vegio se llevaron a la Iglesia de San Agustín.


En el s.XVI, el cardenal Baronio la inscribió en el Martirologio Romano y poco después, San Francisco de Sales la ensalzó al referir sus virtudes en su libro de Introducción a la Vida Devota. En 1946 se descifró la inscripción hallada sobre una losa sepulcral que seguramente recubrió la tumba de Santa Mónica en Ostia.


Al no existir una fecha segura sobre el día de su muerte y para resaltar más su papel al lado de San Agustín, conforme a la reforma del Calendario que se hizo a instancias del Concilio Vaticano II, su celebración fue trasladada al 27 de agosto, un día antes en que se celebra a su hijo. La iconografía de esta santa le representa erróneamente con el hábito de monja agustina, aunque ella nunca lo fue. Otras veces es representada con indumentaria de viuda.


Sepulcro de la Santa. Iglesia de San Agustín en Roma, Italia.

Sepulcro de la Santa. Iglesia de San Agustín en Roma, Italia.



Oración

Dios de misericordia y consuelo, que escuchaste la insistente oración de Santa Mónica por la conversión de su hijo Agustín, concédenos por su intercesión, una viva contricción de nuestros pecados y la seguridad infinita de tu perdón. Por…


Humberto


Bibliografía:

- CRISTIANI, León, Santa Mónica, Ediciones Paulinas S.A., México, D.F. 1983.



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6:52 p.m.

Icono ortodoxo griego del Santo.

Icono ortodoxo griego del Santo.



Fuentes

Existen muchas fuentes que nos han dado a conocer la vida de San Macario el Grande, fundador del gran centro monástico de Sceta (Escete o Skete) en Wadi el Natrun, Egipto. Tales fuentes, que no siempre se complementan unas a otras, han llegado incluso a contradecirse, lo que hace más difícil una exacta reconstrucción de la biografía de este célebre asceta. Muchas veces han existido dificultades para distinguir, cuales se refieren a este San Macario – llamado el Grande o el Egipcio – diferenciándolo de su homónimo San Macario el Alejandrino, contemporáneo suyo, asceta como él, amigo suyo y de San Antonio, etc. Confundirlos era fácil; evitarlo, difícil.


Estas son las fuentes principales que han permitido a los hagiógrafos estudiar a estos dos Santos que llevan el mismo nombre, que fueron contemporáneos y que vivieron en una misma región: “Historia Monachorum in Aegypto” (que es de tradición griega), “Historia Lausiaca” de Paladio de Galacia, “Institutiones coenobiorum” de Juan Casiano, “Collationes” de Juan Casiano, “Historia Ecclesiastica” de Rufino, “Historia Ecclesiastica” de Socrates, “Apophthegmata Patrum” (o Dichos de los Padres del Desierto), etc., o sea, que información hay más que suficiente, aunque a veces, difícil de interpretar.


Vida

El hagiógrafo Jean Claude Guy, es el estudioso más actual de cuantos han escudriñados en este tema de los dos Macarios, y es quién ha hecho pasar por el tamiz de la crítica todos los datos encontrados en las fuentes citadas anteriormente. En base a esto propone las líneas fundamentales de su biografía diciendo que San Macario el Grande nació en el año 300 y murió en el 390, luego toda su vida transcurrió durante el siglo IV. Que fue un camellero que se dedicaba al transporte de salitre, que en el año 329 se retiró a vivir en soledad en un habitáculo en el extrarradio de una localidad egipcia y que después de rechazar ser ordenado como sacerdote, vagó de un lugar a otro siendo calumniado. Finalmente marchó a Sceta y entre el 330 y el 340 visitó a San Antonio el Grande. Que finalmente se ordenó de sacerdote en el año 340, siendo llamado desde entonces padre espiritual de aquella zona del desierto. Que formó un primer grupo de discípulos entre los cuales estaban San Sisoe, San Isaías y San Aïo. Que después del año 356 el grupo de ascetas que habitaban en Sceta era muy numeroso y que al frente del mismo puso a San Sisoe.


Cueva habitada por San Macario.

Cueva habitada por San Macario.



Que formó un segundo grupo de ascetas entre los que estaban San Pafnucio y San Moisés el Negro. Que entre el 373 y el 375, junto con el otro Macario (el Alejandrino), fueron exiliados por Lucio – que era el obispo arriano de Alejandría -, en una isla existente en el Nilo. Que formó un tercer grupo de discípulos con San Zacarías y San Teodoro de Ferme; que en el año 388 hizo su última visita a Nitria y que murió en Sceta en el año 390. Hasta aquí lo que da como cierto el hagiógrafo J.C. Guy. Pero expuesto escuetamente lo afirmado por Guy, que es lo que deberíamos dar por bueno, quiero añadir algunas notas recogidas de algunos libros y webs coptas, que por supuesto, no contradicen a Guy.


Cuando Macario nació “estaban dando los coletazos” las últimas persecuciones contra los cristianos, por lo que quienes querían alcanzar la santidad tenían que remplazar el martirio por el ascetismo y la abnegación de sí mismo, que podríamos decir era como una especie de “martirio voluntario”. Y es por eso, por lo que comienza el éxodo de anacoretas al desierto como muy bien nos lo explicó Dairon en sus artículos sobre el monacato. Egipto era mayoritariamente un país idólatra y supersticioso, y los cristianos que querían alcanzar la perfección, se alejaban de las ciudades para vivir como monjes en zonas apartadas y áridas.


Icono copto de San Antonio. Abajo aparecen San Antonio y San Macario.

Icono copto de San Antonio. Abajo aparecen San Antonio y San Macario.



El fundador del monacato fue San Antonio y el discípulo y continuador de su obra, fue San Macario, que nació en el año 300 en Ptinapor, no muy lejos del desierto de Nitria. Su padre era sacerdote y junto con su madre llevaban una vida justa: curiosamente, se llamaban Abrahán y Sara. Dice una leyenda copta que estando el padre de Macario enfermo, se le apareció en sueños el Patriarca Abrahán, lo sanó y le predijo el nacimiento de su hijo, a quién debía llamar Macario, que significa “bendito”. Cuando Macario creció, por voluntad de sus padres se casó aunque no llegó a hacer vida marital y que muy pronto, murió su esposa. Entonces, en una visión, vio una multitud de monjes vestidos de blanco que lo llamaban. Macario decidió seguirlos y se marchó a un habitáculo cercano a su pueblo donde empezó a vivir de manera ascética. A pesar de que era aun muy joven, el obispo del lugar quiso ordenarlo de sacerdote, pero el solo se ordenó de diácono y se estableció en otro pueblo. Allí fue calumniado por una joven que estaba embarazada y sus padres, junto con otros vecinos del lugar, lo golpearon y le obligaron a trabajar para mantener a su hija. Como el embarazo no cuajó, Macario huyó al desierto de Nitria donde vivió en una cueva, marchando posteriormente al desierto de Parán, donde se encontraba San Antonio el Grande.


San Antonio lo recibió con los brazos abiertos, permitiéndole estar a su lado durante mucho tiempo. Cuando Macario maduró como para llevar una vida independiente, teniendo unos treinta años de edad, fue San Antonio quién lo envió a Sceta. Aquello era un desierto salvaje, sin apenas manantiales de agua potable, pero aun así, Macario se quedó. Tuvo que luchar día y noche contra las tentaciones del demonio, pero siempre logró superarlas. Poco después de instalarse en Sceta, algunos discípulos comenzaron a reunirse en torno a él. Macario los aceptó y les inculcó un modo de vida ascético para que perfeccionaran espiritualmente sus vidas.


Con cuarenta años se ordenó de sacerdote y como el número de monjes crecía, ordenó construir cuatro iglesias (monasterios). Cada iglesia tenía su propio sacerdote y los monjes vivían en celdas separadas. El se marchó a un lugar apartado, más solitario, acompañado solamente por dos discípulos. No dejaba de visitar de vez en cuando a su maestro Antonio, que murió estando junto a él.


Vistas del monasterio de San Macario en el desierto de Sceta.

Vistas del monasterio de San Macario en el desierto de Sceta.



San Sisoes nos cuenta que una vez, un hereje se acercó hasta Sceta predicando la falsedad de la doctrina de la resurrección de los muertos y que esto, comenzó a perturbar la mente de muchos anacoretas. Macario lo rebatió pero algunos monjes comenzaron a flaquear. Macario propuso entonces visitar el cementerio del conjunto monástico y dirigiéndose hacia la tumba de un monje recién fallecido, lo llamó y lo resucitó. Impresionado, el hereje se dio a la fuga.


Como al monasterio acudía una multitud de peregrinos y enfermos, San Macario habilitó una especie de hospedería, a la que iba diariamente para sanar y dar consuelo a los allí acogidos. Solía decir: “Dios no busca ni vírgenes ni mujeres casadas, ni monjes ni laicos, sino a personas libres aceptándolas como son y por su libre voluntad, a cada uno le concede la gracia del Espíritu Santo, para que actúe en él, dirija su vida y lo salve”. Era condescendiente con las debilidades de sus monjes y un padre dispuesto a ayudar a cada uno de ellos: “La pureza de corazón consiste en ver a los hombres tal y como son, tener compasión de ellos y ser misericordioso”.


San Macario, a veces se reunía a orar con su amigo San Macario de Alejandría que era un sacerdote que vivía en un monasterio en el desierto de Cellia, que lindaba con Sceta. En tiempos del emperador Valente – defensor de los arrianos -, fueron perseguidos todos los monjes ortodoxos que defendían el Credo de Nicea. Lucio, que era obispo arriano de Alejandría, trató con crueldad a los monjes del desierto enviándolos al cautiverio. Los dos Macarios fueron exiliados en una isla y ellos aprovecharon el exilio para evangelizar a los isleños. Cuando el obispo Lucio se enteró, temiendo un levantamiento popular, se vio obligado a enviar nuevamente a los monjes a sus monasterios.


Durante sesenta años vivió San Macario en el desierto de Sceta, muriendo a la edad de noventa. Poco antes de su muerte, se le apareció San Antonio diciéndole: “Alégrate, Macario, porque nuestro Señor me ha enviado para anunciarte una muerte gozosa. En el noveno día a partir de hoy, partirás para la vida eterna”. San Macario convocó a sus monjes, les instó a que siguieran perseverantes en el cumplimiento de las reglas y de las tradiciones y colocó a los más santos al frente de cada uno de sus monasterios. A los nueve días, murió. Hasta aquí lo relatado en las biografías escritas sobre el santo, que como podemos comprobar, coincide en todo lo esencial con lo afirmado por Jean Claude Guy, aunque se añaden algunas tradiciones o leyendas sobre milagros obrados por el santo.


Reliquias del Santo en su monasterio.

Reliquias del Santo en su monasterio.



Su culto

San Macario el Grande es venerado por toda la Iglesia Universal. Los sinaxarios bizantinos lo conmemoran el día 19 de enero (la misma fecha en la que conmemoran a San Macario el Alejandrino). En esta misma fecha se encuentra en los calendarios georgianos y sirios, aunque en estos últimos, es también conmemorado los días 23 y 24 de marzo. El Sinaxario Alejandrino lo cita numerosas veces, pero particularmente, el 9 de marzo, junto con el otro Macario. El 12 de agosto, conmemora el traslado de sus reliquias a su monasterio de Sceta, ya que según una tradición, estas habían sido robadas previamente por los habitantes de su localidad natal.


Durante la dominación musulmana, las reliquias fueron trasladadas en más de una ocasión a fin de evitar profanaciones, pero finalmente, volvieron a su monasterio, aunque la ciudad italiana de Amalfi afirma poseer parte de ellas. Para comprender el culto que San Macario recibe por parte de la Iglesia Copta, baste recordar el importante rol que ocupa su monasterio en la historia del monacato egipcio.


En Occidente fue Adón quién primero lo introdujo en su Martirologio, colocándolo el día 15 de enero: “Beati Macharii abatís, discipuli beati Antonii, vita et miraculis celeberrimi”. Usuardo lo incluyó en el suyo pero añadiendo la localidad: “in Aegypto” a fin de distinguirlo de Macario el Alejandrino, que en Occidente era celebrado el día 2 de enero. Bajo esta fórmula completa, el cardenal Baronio lo incluyó en el Martirologio Romano.


Reliquias del Santo en su monasterio.

Reliquias del Santo en su monasterio.



Apolytikion en el primer tono:

“Fuiste un ciudadano del desierto, un ángel en la carne y un taumaturgo, ¡oh santo padre Macario! Mediante el ayuno, la vigilia y la oración obtuviste los dones celestiales, curaste a los enfermos y a quienes recurrían con fe a ti. ¡Gloria al que te ha dado la fuerza! ¡Gloria al que te ha coronado! ¡Gloria a quién obra curaciones a través de ti!”


Videos sobre su monasterio


Antonio Barrero


Bibliografía:

- BUDGE, E.A.W., “The book of the Saints of the Ethiopian Church”, Cambridge, 1928

- EVELYN, H.G., “The monasterios of the Wâdi’n Natrún”, New York, 1933.

- VV.AA., “Bibliotheca sanctórum, tomo VIII”, Città Nuova Editrice, Roma, 1988.



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Fachada de la Basílica de San Paolo fuori le Mura, Roma (Italia).

Fachada de la Basílica de San Paolo fuori le Mura, Roma (Italia).



Sabemos que el apóstol Pablo de Tarso, después de realizar durante varios años su labor evangelizadora entre los gentiles, murió decapitado en Roma en tiempos del emperador Nerón, posiblemente en el año 67 conforme nos lo afirma Eusebio de Cesarea (275-339). Los cristianos sepultaron su cuerpo en las afueras de la ciudad, en una sepultura preparada por una matrona llamada Lucina. Desde el primer momento, aunque en secreto, la sepultura fue un lugar de culto y cuando la Iglesia dejó de ser perseguida, se convirtió en lugar de peregrinación que continúa hasta el día de hoy. ¡Cuantas veces hemos leído en este blog que innumerables santos de todos los tiempos han peregrinado a Roma para venerar las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo! Pero expliquemos con algo más de detalle este interesante tema.


A unas dos millas de la Vía Ostiense existía un cementerio a ras del suelo – o sea, que no era una catacumba –, el cual, desde el siglo I hasta finales del III fue utilizado como lugar de enterramientos. Aquí fue sepultado Pablo, junto a otras sepulturas. Sobre la misma se construyó un edículo, del que habla Eusebio de Cesarea en su “Historia Ecclesiastica”. Sobre este edículo, el emperador Constantino construyó una pequeña basílica, fuera de las murallas que rodeaban la ciudad, de donde le viene el nombre de “Basílica San Paolo fuori le mura”, o sea, extramuros y que fue consagrada por el Papa San Silvestre I en el mes de noviembre del año 324.


Interior de la Basílica (se ve la tumba y el altar). Roma, Italia.

Interior de la Basílica (se ve la tumba y el altar). Roma, Italia.



Poco después, en el año 384, los emperadores Teodosio I, Graciano y Valentiniano II, consideraron que esta basílica era pequeña, por lo que fue demolida para construir sobre ella otra mayor de cinco naves, que fue consagrada por el Papa San Siricio. Es cierto de que a lo largo de los siglos, por ser considerada la basílica sepulcral del apóstol, esta fue remodelada, decorada y enriquecida por distintos papas y emperadores – especialmente por San Gregorio Magno – a fin de darle la majestuosidad y dignidad que requería la tumba del apóstol y que también, fue saqueada y dañada por los lombardos y los sarracenos durante los siglos VIII y IX, pero en su estructura, se mantuvo en pie hasta el incendio ocurrido durante la noche del 15 al 16 de julio del año 1823. Fue el Papa León XII (1823-1829) quién encargó la reconstrucción del actual templo. Sobre esta Basílica podemos escribir otro artículo, pero no es este el caso que nos ocupa en el día de hoy.


Pero como hemos dicho al principio, la Basílica se construyó sobre la tumba del apóstol. Las crónicas del monasterio benedictino anexo a la basílica nos dice que en la reconstrucción posterior al incendio se encontró un gran sarcófago de mármol, sobre el cual había unas losas con las palabras “Paulo Apostolo Mart”.


Reproducción de la lápida hallada en la tumba, con la inscripción PAVLO APOSTOLO MART ("Pablo, apóstol mártir"). Basílica de San Pablo Extramuros, Roma (Italia).

Reproducción de la lápida hallada en la tumba, con la inscripción PAVLO APOSTOLO MART (“Pablo, apóstol mártir”). Basílica de San Pablo Extramuros, Roma (Italia).



El 11 de diciembre del año 2006, la Oficina de Prensa del Vaticano, explicó detalladamente a los periodistas de todo el mundo, una serie de excavaciones arqueológicas realizadas en el lugar de la tumba que duró desde el año 2002 hasta el 22 de septiembre del año 2006. En estas excavaciones se había descubierto un sarcófago debajo del altar, que en aquel momento aun no había sido abierto para ver si contenía restos humanos. El cardenal Andrea Cordero Lanza de Montezemolo, arcipreste de la Basílica de San Pablo, presidió la rueda de prensa, indicando el interés especial que tenía el Papa Benedicto XVI, en esclarecer todos estos hechos. Como preludio, facilitó una declaración institucional en relación con el estado actual de las cuatro Basílicas Mayores: “Durante mucho tiempo, muchos han interpretado que el título de Basílica Patriarcal hacía alusión al hecho de que el Papa ejerce a través de estas cuatro basílicas, su título de Patriarca de Occidente, en contraste con el Patriarca de Oriente – refiriéndose al Patriarcado de Constantinopla -, pero esto no es del todo cierto, ya que las cuatro basílicas han sido dadas desde hace siglos, como base en Roma de los Patriarcas orientales católicos, aunque no como título oficial. Por eso desde ahora, el Papa ha decidido que las cuatro basílicas mayores sean llamadas Basílicas papales”.


A continuación explicó los pasos que se habían dado después de la publicación del “Motu Proprio” del Papa Benedicto XVI, en el mes de mayo del año 2005, por el que se establecía por primera vez el papel del arcipreste de la Basílica con capacidad administrativa y de gestión, distinta a la del abad benedictino, bajo cuya protección, tradicionalmente, se había confiado la misma. En este contexto de renovación logística, estaba la modernización del lugar de la tumba, meta de peregrinación de miles de peregrinos. Explicó el curso de los acontecimientos históricos desde la primitiva basílica de Teodosio en el siglo IV hasta la famosa reconstrucción realizada en el siglo XIX después del incendio, cuando la tumba del apóstol, en la práctica, había desaparecido de la vista.


Tumba del apóstol.

Tumba del apóstol.



Para sacarla a la luz, había sido necesario retirar parte de un altar dedicado a un mártir del siglo IV llamado Timoteo y entonces, quedó al descubierto un hueco de unos setenta centímetros en la estructura funeraria propiamente dicha, desde el cual se veía un lado del sarcófago. Gracias a estas excavaciones, bajo una capa de mortero y de hormigón, había aparecido el sarcófago, que había estado oculto durante muchos siglos bajo el altar mayor de la Basílica.


El sarcófago es de aproximadamente un metro de alto y un metro y medio de largo, estaba asentado sobre una capa de barro que constituía el sustrato sobre el que estaban colocadas las losas del pavimento de la llamada “Basílica de los Tres Emperadores” (Teodosio I, Graciano y Valentiniano II), construida en el año 390. El sarcófago estaba a un metro y treinta centímetros bajo el suelo de la Basílica actual y encima del mismo estaba la losa de mármol con la inscripción “Paolo Apostolo Mart”, a la que antes he hecho referencia y que da autenticidad a la tumba. Aunque la tumba no ha sido abierta, con una sonda introducida a través de un pequeño agujero, se ha podido comprobar que existen restos de telas de color púrpura decoradas con lentejuelas de oro, algunos granos de incienso, así como huesos humanos.


Tumba del apóstol.

Tumba del apóstol.



Con esa sonda, fueron extraídos algunos pequeños fragmentos que, sin indicar cual era su procedencia, se enviaron a unos laboratorios a fin de que fueran datados cronológicamente. El resultado fue que pertenecían a alguien que había vivido entre los siglos I y II, dato que también ayuda a confirmar la autenticidad de los restos del apóstol. Sin embargo, Rengert Elburg, gerente de la Oficina Estatal de Arqueología de Sajonia es de la opinión de que debería haberse hecho algunos otros análisis para confirmar aun más esa autenticidad. Es cierto que para asegurarla aun más se podría haber recurrido a la realización de pruebas de ADN, pero hay que reconocer que este análisis genético no aportaría ningún dato nuevo, ya que al no tener San Pablo descendencia alguna, no habría con quién compararlo, pero lo que si es cierto es que con esta prueba, si se podría haber determinado el sexo y la edad. Además, como San Pablo murió por decapitación, si el cuerpo hubiera sido exhumado y se confirmara que el corte que separa la cabeza del resto del cuerpo está entre la tercera y cuarta vértebras, este dato daría prácticamente una certeza absoluta. Quizás en alguna ocasión el sarcófago se abra y puedan hacerse estas pruebas, aunque con los datos científicos que ya se tienen y lo aportado por la tradición y la historia, se puede asegurar que esta es la tumba del apóstol.


Antonio Barrero


Enlaces consultados (10/08/2014):

- http://www.alfredotradigo.it/articoli07/04-07-1.htm (artículo del cardenal Andrés Cordero Lanza de Montezemolo sobre la tumba de San Pablo)

- http://www.digitaljournal.com/article/275039



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