Sus habitantes la llaman con orgullo la “Universidad de La Caro”, por la calidad de la educación que imparte, por la excelente infraestructura que posee y porque en estos años ha formado a destacados profesionales y a hombres y mujeres íntegros.
Durante este 2013, el Complejo Educacional Monseñor Luis Arturo Pérez, dentro de las actividades escolares propias, ha estado celebrando este magno acontecimiento: sus 50 años de existencia.
El acto principal tendrá lugar el miércoles 4 de septiembre, con una Misa que presidirá el Arzobispo de Santiago, Monseñor Ricardo Ezzati, en el gimnasio del colegio, ubicado en Avenida Central 6234, comuna de Pedro Aguirre Cerda.
Su historia
A menos de tres años de creada la población José María Caro, a fines de 1962 la Iglesia Católica ve con preocupación la falta de escuelas para los hijos e hijas de las diez mil familias aproximadamente que llegaron a habitar este sector ubicado al sur poniente de Santiago.
La mayoría de ellas provenían de las entonces llamadas “poblaciones callampas” y de conventillos, según detalla la prensa de ese tiempo. En su época, fue el mayor emplazamiento humano promovido por el Gobierno del presidente Jorge Alessandri Rodríguez. “La Caro”, como la llaman cariñosamente sus habitantes, fue creada en 1959 y en tres años se pensaba que albergaría a 60 mil habitantes. Sin embargo, en 1966, según encuesta del CIDU, organismo de la Universidad Católica de Chile, sus habitantes superaban las 89 mil personas, todas de escasos recursos.
Preocupado por la educación y formación de los niños y jóvenes de la naciente población, el entonces presidente de la Sociedad de Escuelas Católicas de Santo Tomás de Aquino, Monseñor Luis Arturo Pérez, decide crear un colegio en medio de ella, en terrenos donados por la Unión Ferroviaria (asociación gremial que agrupaba a trabajadores de la Empresa de Ferrocarriles) y por la Junta de Vecinos. Con recursos heredados de su propia familia, el sacerdote se puso manos a la obra en 1962, cuando Chile vibraba con el Campeonato Mundial de Fútbol. Meses después, en marzo de 1963 el colegio abría sus puertas, como Escuela Nº 68, para primeros, segundos y terceros básicos, bajo la dirección de la Congregación “Hermanas Franciscanas Misioneras de María”.
Hoy el colegio sigue formando parte de la Fundación Educacional Sociedad de Escuelas Católicas de Santo Tomás de Aquino. En tanto, el trabajo pastoral está a cargo de religiosas de la Congregación Nuestra Señora de la Consolación.
A 50 años de su fundación, el Complejo Educacional Monseñor Luis Arturo Pérez cuenta con dos mil cien alumnos, distribuidos en 50 cursos: 4 Pre kínder; 4 Kínder; 30 cursos de Educación Básica y 12 en Educación Media. Los Terceros y Cuartos Medios pertenecen a la modalidad Técnico Profesional, en la especialidad de Administración.
El establecimiento es particular subvencionado con financiamiento compartido. El 95% de sus estudiantes proviene de las comunas Pedro Aguirre Cerda y Lo Espejo. El 5% restante de otras comunas aledañas de la Región Metropolitana.
Formando personas íntegras
“Desde sus inicios se caracteriza por ser un colegio de Iglesia y por tener un gran prestigio en la comunidad; debe parte de su existencia a los trabajadores ferroviarios que donaron los terrenos para construirlo”, cuenta su actual Rector, Luis Gianelli Company.
El prestigio del colegio, entre los habitantes del sector, está dado por la formación integral que proporciona a sus estudiantes, por los buenos resultados académicos obtenidos en las distintas mediciones nacionales e internacionales, por la inserción exitosa de sus titulados en el campo laboral, su excelente infraestructura, la participación en las actividades de la comuna y por la acogida que se brinda a los padres de familia.
“Nos sentimos orgullosos de cumplir con esta misión que la Iglesia nos ha entregado y que no es otra que producir movilidad social formando a nuestros alumnos en los grandes valores del evangelio, y teniendo presente la Pedagogía de Jesús. Esa es nuestra gran motivación. Que nuestros niños y niñas lleguen a ser hombres y mujeres íntegros, felices, buenos profesionales y personas de fe”, destaca el Rector Gianelli, quien trabaja en el establecimiento desde 1977, siendo Inspector General, Jefe de la Unidad Técnico Pedagógica (UTP), Orientador y profesor. Estuvo fuera del colegio por diez años, tiempo en que fue Rector de otro establecimiento de la SECST.
Uno de los grandes logros alcanzados por este establecimiento educacional es el haber sido seleccionado en el Proyecto Montegrande, durante el gobierno del Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle. De 222 colegios que se presentaron, 51 quedaron seleccionados, once de ellos de Santiago, y “nosotros quedamos en segundo lugar”, cuenta orgulloso el ex rector Juan Carlos Gutiérrez G. “Esto significó –agrega- un gran mejoramiento en la infraestructura, en las salas de clases; se implementaron salas-talleres para Matemáticas, Ciencias, Historia, Lenguaje.
También, se capacitó a los profesores para construir el Proyecto Educativo y abordar temáticas contingentes como la drogadicción y el embarazo adolescente, creándose el “Programa de Riesgos Sociales” liderados por las religiosas que trabajan en el colegio. Ha sido un hito importante en nuestra historia.
Por otra parte, en 1998 fue elegido como colegio de excelencia académica. Son algunos de los logros”.
Testimonios
Lidia Rivera, casada, dos hijos, lleva 40 años trabajando en el colegio como profesora de Enseñanza Básica, entró en abril de 1973, en tiempos muy difíciles política y socialmente. “En ese entones vivíamos en la misma población. La Caro siempre ha sido la Caro”, señala y agrega: “Acá la gente en general es muy buena, solidaria, luchadora, preocupada de la familia y motivada por surgir. Tenemos también los mismos problemas que hay en otras poblaciones de Santiago y de Chile, como la delincuencia y la drogadicción y la falta de oportunidades para muchos de nuestros jóvenes. Sin embargo, eso no es lo que prevalece como se ha querido estigmatizarnos”.
Lidia se siente feliz de estar trabajando en el colegio. “Al principio trabajé sin título, tenía solamente cuarto medio, después entré a la universidad y me titulé de profesora. Pero lo digo con orgullo: mi formación académica y pedagógica la obtuve aquí. En este colegio yo aprendí a ser profesora y me formé en la fe”.
Igual de contento se siente su colega el profesor Jorge Riquelme, con 26 años en el establecimiento. Él y su familia han vivido siempre en la población José María Caro. Recuerda que llegó siendo niño a comienzos de los años sesenta. “No teníamos agua ni luz, no había comercio ni locomoción. Nuestros vecinos eran trabajadores de ferrocarriles, obreros de la construcción, militares y carabineros. La CORVI (Corporación de la Vivienda) construyó algunas casas y luego fue pura autoconstrucción. Se vivieron tiempos difíciles y complicados, especialmente después del Golpe Militar, por la cesantía”, recuerda.
“Nuestra misión principal hoy en el colegio es dar movilidad social a nuestros alumnos. Los motivamos para que se re-encanten con los estudios, para que aprendan. Muchos hoy quieren ser futbolistas porque los ven a ellos como ídolos y porque ganan mucho dinero. Pero, nosotros tenemos que hacer conciencia en ellos que son muy pocos los que logran triunfar y que la gran mayoría se queda ahí no más, en el camino. Por eso, tenemos que entusiasmarlos con los estudios. Hoy tenemos que luchar contra la desmotivación que hay entre los estudiantes. Ese es nuestro gran desafío”.
La profesora Lidia Rivera tiene la misma apreciación, “pero frente al desinterés, a la desmotivación por aprender, muchas veces por situaciones externas (la falta de apoyo en el hogar, la carencia de familia, la influencia de la televisión, etc.), nosotros tenemos que darnos por entero para re-encantarlos con los estudios, de motivarlos. Nuestra gran satisfacción es saber que lo logramos y muchos de nuestros alumnos y alumnas logran superar todas las dificultades y son excelentes estudiantes y sacan buenos puntajes en el SIMCE y PSU y logran entrar a la universidad. Esa es nuestra mayor felicidad”.
La voz de los estudiantes
Ignacio Gallegos Cerda, 17 años, alumno de Cuarto Medio, estudia Administración en el colegio. Es el actual presidente del Centro de estudiantes, con un 6,2 de promedio en sus notas. Su familia vive en Avenida Cerrillos, próxima a la José María Caro. Sus nueve hermanos han estudiado en el colegio. Recuerda con mucho cariño a sus profesores y profesoras desde la Básica. “Estoy muy agradecido de lo que he aprendido y recibido acá, especialmente de mi formación, y por la cercanía y cariño que me han manifestado. Me han dado las herramientas para trabajar mi liderazgo entre mis compañeros. Quiero estudiar Derecho y para ello me estoy preparando en el pre-universitario de la Vicaría de la Esperanza Joven, donde fui becado. Mi sueño es ser un buen profesional y ayudar a mi familia”, cuenta el joven.
Cuidadora fundadora
Sylvia Pinto González, viuda, 3 hijos, es parte del inventario del colegio. Llegó como cuidadora, junto con su esposo, en febrero de 1963, cuando recién comenzaba a funcionar el establecimiento. “Me siento feliz y orgullosa por ser parte de esta gran familia que con el tiempo ha crecido mucho. Yo les digo a los niños y niñas que tienen que cuidar el colegio porque es un tesoro muy grande que ellos tienen, deben aprovecharlo y estudiar mucho para ser personas de bien. Yo me recuerdo que cuando comenzamos los cursos eran de 120 alumnos. ¡Imagínese lo que era eso! Pero así se salía adelante y los niños se sentían acogidos y queridos”, manifiesta la señora Sylvia, quien a su edad sigue trabajando en la portería junto a sus colegas Miguel Rojas y Alejandro Ávila.
Respecto a la población José María Caro, la señora Sylvia dice que nunca ha tenido problemas de robo ni asalto. “Al contrario, siempre me han tratado con mucho respeto y cariño. Los vecinos son personas muy buenas y solidarias. Vivimos en mucha armonía y tranquilidad”.
Por último, recuerda con especial cariño a Monseñor Luis Arturo Pérez, “un pastor muy bondadoso, una excelente persona, muy preocupado de que los niños y jóvenes tuvieran siempre una buena educación para que pudieran vivir en forma digna. Él me trajo a este colegio y junto con la señora Elisa Errázuriz, en esa época vice presiente de la Sociedad de Escuelas Católicas, hicieron mucho por la educación de los más pobres”.
Fuente: Sociedad de Escuelas Católicas Santo Tomás de Aquino
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