Hay dos peligros que asechan a los creyentes: la tentación de divinizar
las cosas de la tierra e incluso de idolatrar los “hábitos”, como si
todo tuviera que durar para siempre. En cambio, la única belleza eterna a
la que debemos tender es Dios. Lo afirmó el Papa Francisco en su
homilía de la Misa de este 13 de noviembre en Casa Santa Martha.

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