El Concilio Vaticano II es considerado uno de los acontecimientos eclesiales más importantes de la historia contemporánea.
Este encuentro fue inaugurado en 1962 por San Juan XXIII y clausurado en 1968 por San Pablo VI. Como resultado se realizó un cuerpo de doctrina que busca promover la fe católica en el mundo, renovar la vida cristiana, adaptar la liturgia y alentar la acción de los laicos en la vida de la Iglesia.
En un artículo publicado el 18 de marzo en LOR, se señala que para San Juan XXIII el Concilio requería “luces de verdad y de gracia, disciplina de estudio y silencio” en cuanto al aspecto humano, pero también la ayuda divina que debía ser invocada por los fieles “con una cooperación viva de oración”.
LOR también refiere que el Papa Bueno consideraba a San José como “el mejor maestro y patrono de los diplomáticos de la Santa Sede”, porque sabía obedecer y, cuando era necesario hablar, lo hacía con mesura y garbo, características propias de un diplomático.
El diario del Vaticano indica que esto se lo dijo el Papa al entonces Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Pietro Gasparri, cuando supo que había sido designado Visitador Apostólico de Bulgaria y que sería ordenado obispo, hecho que ocurrió en la fiesta de San José, el 19 de marzo de 1925, cuando tenía 43 años.
En la carta que publicó en 1962, ya como Sumo Pontífice, San Juan XXIII destacó la devoción a San José de sus predecesores: Pío IX lo declaró Patrono de la Iglesia, Pío XI se refirió al Santo Custodio como defensor de las naciones cristianas contra el ateísmo mundial; y Pío XII estableció el 1 de mayo como la fiesta de San José Obrero.
Para Raimondo Manzini, director en la década de 1960 de LOR, la carta de San Juan XXIII sobre San José exhortó a la Iglesia a cultivar su devoción “para que el fuerte y dulce santo” asegurara “certeza y fecundidad” a los trabajos del Concilio Vaticano II.
El artículo también recuerda que en la Misa que celebró del 19 de marzo de 1959, algunos meses después de su elección, San Juan XXIII relató a los fieles que habría elegido “José” como nombre de Pontífice, pero no lo hizo porque no era “del uso de los Papas”, por lo que optó finalmente por el nombre de “Juan”.
Aunque no tomó el nombre de “José”, indica el texto, Juan XXIII sabía que San José siempre estaría a su lado “por ser un excelente protector y compañero, así como un óptimo ejemplo”.
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