En su homilía, el Pontífice distinguió tres grupos de cristianos: el primero formado por aquellos que se ocupan solo de su relación con Jesús, una relación “cerrada, egoísta”. Explicó que estas personas no escuchan “el grito de tantos que tienen necesidad de Jesús”. Es un grupo “de indiferentes: no escuchan, creen que la vida es su 'grupito' de ahí; están contentos”, pero “sordos al clamor de tanta gente que necesita salvarse, que necesita de la ayuda de Jesús, que necesita de la Iglesia”. Se trata de “gente egoísta” que “vive para sí misma” y “son incapaces de escuchar la voz de Jesús”.
En el segundo grupo están “los que escuchan este grito que pide ayuda, pero que quieren hacerlo callar”. Esta gente “aleja de Jesús a aquellos que gritan, que tienen necesidad de fe, que tienen necesidad de salvación”.
En este grupo se encuentran los “comerciantes, que son cercanos a Jesús”; parecen “religiosos”, pero “Jesús les echa fuera porque comerciaban allí, en la casa de Dios”. “Son aquellos que no quieren escuchar el grito de ayuda, sino que prefieren hacer sus negocios y usan el pueblo de Dios, usan la Iglesia, para hacer sus propios negocios. Estos comerciantes alejan de la gente de Jesús”.
Por tanto, los cristianos que pertenecen a este grupo “no dan testimonio”. “Son cristianos de nombre, cristianos de salón, cristianos de recepciones, pero su vida interior no es cristiana, es mundana”. Por eso, “uno que se dice cristiano y vive como un mundano aleja a aquellos que gritan ayuda a Jesús”.
Ahí también están “los rigoristas, aquellos a los que Jesús reprenderá, que cargan tantos pesos sobre las espaldas de la gente. Jesús dedica todo el capítulo 23 de San Mateo a ellos. 'Los hipócritas explotan a la gente', en lugar de responder al grito que pide salvación alejan a la gente”.
Finalmente, dijo el Papa, el tercer grupo de cristianos es el de “aquellos que ayudan a acercarse a Jesús”. Estos “tienen coherencia entre lo que creen y lo que viven, y ayudan a acercarse a Jesús, a la gente que grita, pidiendo salvación, pidiendo la gracia, pidiendo la salud espiritual para sus almas”.
“Nos hará bien hacer un examen de conciencia” – concluyó el Pontífice su homilía – para comprender si somos cristianos que alejan a la gente de Jesús o la acercan porque sentimos el grito de tantos que piden ayuda para su propia salvación.
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