Esta iniciativa se celebra desde hace años entre el 1 y el 2 de agosto y en ella participan miles de peregrinos con el objetivo de vivir unos días de reconciliación y de paz.
El Cardenal advirtió que el mundo de hoy “no ayuda a comprender que, siguiendo solo las acciones terrenas, uno solo se puede enfrentar a amargas derrotas”.
“Resulta complicado dar espacio en el pensamiento a Dios, la Iglesia, al río de gracia ofrecido por los sacramentos, la importancia de cuidar la Palabra de Dios para no tomar decisiones destructivas para la comunión de las familias, de las parroquias o ambientes de trabajo”.
El Purpurado clausuró estos días con una Misa en la que recordó que la misión fundamental de la Iglesia “es la de favorecer el encuentro entre Dios y los seres humanos y construir sólidos puentes entre el cielo y la tierra para mostrar una vía de salvación que se ofrece a todos y no está reservada solo a pequeños grupos de doctos y sabios”.
Dios “utiliza canales de humildad, eligiendo lugares periféricos y signos delicados”. “Solo la esencia de Dios, que es amor, puede explicar este movimiento del Creador de lo alto a lo bajo, este hacerse pequeño, débil y dependiente del cuidado humano”.
“¿Cómo no estallar en un himno de júbilo y magnificar al Señor por cuanto hace?, ¿cómo no alegrarse por una bondad que no se limita a contemplarse a sí misma, sino que quiere difundirse e donarse?, ¿que acepta por amor ser herida, rechazada, clavada en una cruz?”, preguntó el Purpurado.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 2 de agosto de 2017
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