Por Mónica MUÑOZ |
Últimamente me he puesto a reflexionar acerca de lo impresionante que es el cuerpo humano. Nada sobra ni falta, excepto el apéndice, que todavía no sabemos para qué sirve, como escuché a alguien comentar en tono de broma. Lo cierto es que los expertos en el tema de la evolución dicen que con el tiempo, hemos perfeccionado las funciones de nuestras extremidades y sobre todo, del cerebro. Las diferencias con otras especies son más que notorias, aún el mono, el animal más parecido al humano, con todo y que tiene habilidades para imitar el comportamiento del hombre, ha permanecido siempre un escalón más abajo en la evolución. Hay documentados casos famosos de chimpancés que aprendieron un limitado lenguaje de señas, pero no han desarrollado ni la inteligencia ni las cuerdas vocales para lograr hablar por sí mismos.
En cuanto a la parte física, el humano posee cinco sentidos que son una maravilla, cada uno de ellos es único y le permite a la persona aprender y desarrollar sus gustos, habilidades y cualidades, además de llenar su vida con valores fundamentales para la convivencia con sus semejantes y que le auxilian en su propio crecimiento, lo que le permite mejorar sus actitudes y el trato con los demás, además le proporcionan percepciones que dejan huella en su alma, por lo mismo, cuando se da el caso de que alguien pierde alguno de ellos, siente que el mundo ha terminado y cae presa de depresión y deseos de morir. Sin embargo, con el paso de los días, puede ir superando el proceso de duelo ante su pérdida, encontrando que los cuatro sentidos restantes aún le brindan experiencias extraordinarias.
Recuerdo a una persona que quedó ciega, luego de una enfermedad. Por supuesto, no le ha sido fácil reponerse, sin embargo, ha entendido que puede continuar su vida trabajando con alegría, poniendo al servicio de sus prójimos la facilidad que tiene para escucharlos y dar excelentes consejos.
En el mismo rubro, vienen a mi mente cuatro ejemplos, dos históricos y dos modernos, que han marcado a la humanidad con su grandeza: uno, el del músico alemán Ludwig Van Beethoven, que siendo sordo, compuso obras tan magníficas como alguien con el oído sano no podrá lograr nunca si no tiene el talento que él tenía. Cuentan que lo que hacía era sentir las vibraciones de los instrumentos en su piel para darse cuenta de lo que escribía.
O cuando una persona pierde la vista y el oído, sintiendo que su vida ha finalizado, no puedo dejar de pensar en Hellen Keller, extraordinaria mujer que a los casi dos años de edad sufrió una enfermedad que la dejó sorda y ciega, sin embargo, aprendió a hablar con ayuda de su institutriz e incluso se convirtió en maestra y escritora.
Los otros dos testimonios de superación impactan porque se trata de personas jóvenes que no se han dejado vencer por la falta de extremidades. Uno es Nick Vujicic, un australiano de 34 años que nació sin brazos ni piernas pero que se ha convertido en conferencista y motivador internacional. Es casado y tiene dos hijos. La otra, es una mujer admirable, Adriana Macías, mexicana de 39 años, que nació sin brazos, no obstante es licenciada en derecho, da conferencias motivacionales, ha escrito dos libros, está casada y tiene una hija.
Creo que con esto basta para entender que el ser humano es la obra perfecta de la Creación. Y por si fuera poco, las personas somos más que pura materia, tenemos un alma espiritual que nos hace capaces de trascender y optar por el bien o por el mal.
Con el respeto que me deben todas las personas puedo afirmar que Dios en su infinita sabiduría dota al ser humano con lo necesario para superarse. La persona no sólo vale por estar completa sino porque es creación de Dios. Por lo tanto, pienso que es necesario ayudar a los demás a entender esta invaluable lección, si están completos y tienen salud, cuentan con lo necesario y más para superarse y tener una vida útil, llena de logros y satisfacciones, porque no tienen más límites que los que ellos quieran ponerse.
Si todos estuviéramos convencidos de la riqueza que implica tener un cuerpo completo y sano y todas nuestras capacidades cognitivas, no habría nada que pudiera detenernos para conseguir nuestros anhelos. Sería un excelente ejercicio mental acordarnos todos los días de agradecer a Dios por los dones recibidos, tanto al comenzar la jornada como al retirarnos a descansar, pues la riqueza de la salud de alma y cuerpo es un tesoro que algún día puede acabarse, por lo que debemos estar preparados para aprender que el mundo no se acaba y que podemos superar cualquier obstáculo, con la ayuda de Dios y de las personas más cercanas y queridas por nosotros. Por lo tanto, seamos felices y agradecidos.
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