Vejez: apuestas sociales de hoy y mañana

Psic. Hortensia Beatriz Amador Ochoa y
Mtra. DH Nancy Jennifer Meza Bastida*

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De acuerdo con proyecciones del Consejo Nacional de Población (Conapo), en el año 2050, en México los adultos mayores de 65 años ascenderás a 24.4 millones de personas, equivalente al 16% de la población total.
Este dato invita a un detenido análisis sobre la capacidad de las familias y del Estado para ofrecer servicios y atención a este sector de la población.
Si sumamos a estas cifras una valoración más sociológica, la problemática se presenta más preocupante por:

•    La subvaloración del adulto mayor en relación a sus capacidades, habilidades, dones, etc.

•    La población anciana que en su mayoría es pobre, por las pocas posibilidades de empleo no tiene acceso a una pensión digna, y quienes cuentan con ella, enfrentan el hecho de que es menor a los ingresos que tenían cuando estaban activos en sus empleos.

•    Existen familias en donde los hijos, adultos y laboralmente productivos; casados y formando sus propias familias, viven a expensas de lo que sus padres, adultos mayores, les proporcionen (dinero, vivienda y el cuidado de nietos).

•    Las enfermedades crónicas y degenerativas, así como sus comorbilidades y padecimientos psico-afectivos que surgen en un adulto mayor cuando un factor sociofamiliar se activa, un ejemplo: La decisión de la familia de llevarle a un asilo.

•    A nivel individual y en nuestra juventud no existe interés en prepararse para el retiro, lo que incrementará las dificultades para atender las necesidades futuras.

Finalmente, si no hay familiares cercanos, y no tenemos los recursos emocionales, financieros y materiales para mantenernos, invariablemente, en caso de tener suerte, terminaremos asignados a una institución geriátrica.

50827015. México, D.F.- En México se festejó a los adultos mayores por primera vez en 1983 en la ciudad de México, el siguiente año en Monterrey. Posteriormente, 1998, se decidió conmemorar en todo el país el 28 de agosto el Día del Anciano y en el 2002 la celebración en honor de los ancianos cambió de nombre, Día del Adulto Mayor.
NOTIMEX/FOTO/PEDRO SÁNCHEZ/PSM/HUM/ 

 

La familia
Desde el contexto social partamos de la idea de que la familia juega un papel importante en la función de cooperación y cuidado porque promueve un sentimiento de pertenencia que arraiga, no sólo en la forma de ver el mundo, sino en la vivencia de los valores que fomentan unidad o, en su defecto, en la separación de los familiares.
En la transmisión de valores y cultura, la idea del cuidado del adulto mayor podría incluirse como una pauta esencial para que la función de la familia, sobre la cooperación y el cuidado funcione igual, cuando haya bebés, niños y ancianos.
Para las familias mexicanas, el contexto del cuidado de su adulto mayor, dependerá de las siguientes características:

•    Si tiene vínculos emocionales que le permitan mantener un sentido de pertenencia en la familia, y que ésta, por el afecto, decida cuidarlo y “hacer un espacio en casa” para que pueda cohabitar con ellos.

•    En el caso opuesto, la opción es emprender la búsqueda de un lugar para que “tenga mejores cuidados”.

En la actualidad, es común observar que el interés por el cuidado del otro disminuye; no sólo por carecer de lazos afectivos, sino porque los valores de la responsabilidad de y la solidaridad decrecen. 

La vida en el asilo
En el correr de los días, nadie advierte cuán rápido transcurren los años, y como cada uno se acerca a esta etapa compleja de la vida: La vejez.
Si bien muchos expresan el amor hacia sus ancianos, se puede descubrir en la cotidianidad que diversos de ellos tienen su corazón lastimado al sentirse desatendidos y poco recordados por las personas más cercanas como sus hijos, hermanos o demás familiares que escasamente los visitan o están al pendiente de sus necesidades.
Quien trabaja, se relaciona, o convive con adultos mayores, conoce sus condiciones; quien no vive con ellos, desconoce con certeza los momentos difíciles y de añoranza que viven, al encontrarse excluidos de una sociedad poco interesada en ellos y sus afectos.
La existencia de instituciones especializadas en sus cuidados, es un paliativo transitorio porque no soluciona el problema de fondo: reconocerlos como parte importante de la familia, donde aporten experiencias, enseñanzas, y sean protegidos con amor y respeto por lo que crearon y pueden seguir contribuyendo cada día.
Es evidente que, frente a la problemática de la atención al adulto mayor, las instituciones se han profesionalizado y cada día existen más personas que buscan la formación adecuada para ser cuidadores (gericultistas). A nivel organizacional existe un incremento de lugares con mayor y mejores servicios para la atención integral.
La ancianidad, por lo tanto, no es el término de la vida; es el inicio de una etapa diferente en la que se debe vivir con gozo y plenitud. Estas emociones se pueden fomentar entre la sociedad y con quienes están en cercanía con adultos mayores y potencializar sus servicios para que la perspectiva en la atención no pierda su objetivo: proveer un significado de riqueza humana y dignidad a la persona.

Qué más se puede hacer?
Esta época, que se considera como el siglo del envejecimiento, dada la disminución de la natalidad y el aumento de la población anciana, interpela a toda la sociedad, dice el Papa Francisco al lamentar que la cultura del lucro insista en presentar a los viejos como un “lastre”: No sólo no producen sino que son una carga, en resumen hay que descartarlos; sin embargo no es humano, no es justo, es un pecado –afirma Su Santidad- a pesar de que no dice abiertamente.
Desde nuestras trincheras podemos hacer mucho:

1. “Para atender y asistir a los enfermos ancianos no autosuficientes, sin familia, o con pocos medios económicos, se recurre a la asistencia institucionalizada”: ¿Por qué no pensar en ser voluntarios preparados y profesionalizados para colaborar en organizaciones que atienden a esta población en sus hogares?

2. Implementar una Pastoral de la Tercera Edad, incluyendo a los adultos mayores de toda la comunidad, y no tratarlos sólo como destinatarios.

3. “Poner remedio a la cultura de la indiferencia”. Evitemos la ruptura entre las generaciones, iluminando las relaciones en la sociedad, y a redescubrir el valor y la importancia del Cuarto Mandamiento para ver al otro desde la esencia, amarlo y cuidarlo como a nosotros mismos. ¿Damos la mano a una persona mayor cuando la vemos cruzar o bajar del autobús? ¿Cedemos los asientos preferenciales? ¿Conocemos y hacemos algo con nuestros vecinos ancianos que se encuentran sin compañía y a veces abandonados?

4. “La práctica religiosa ocupa un lugar destacado en la vida de las personas ancianas…”: “es deber de la Iglesia ofrecer a los ancianos la posibilidad de encontrarse con Cristo”, para dar sentido a las pérdidas que están viviendo.
El Papa Francisco pide que se cuide a los abuelos porque a menudo viven en la “periferia del corazón”: Es horrible ver a los ancianos descartados; no contrastamos una filosofía y una praxis de exclusión de los dos polos de la vida que son la promesa de los pueblos; existe una cierta “eutanasia cultural”, porque no se les deja hablar ni actuar y un pueblo que no respeta a los abuelos es un pueblo sin memoria y,  por tanto,  sin futuro ni raíces.
Los que cuidan a los mayores con amor, colaboran al bien de la sociedad, por lo tanto, no podemos pasar por alto el felicitar a todas las personas que realizan una honorable labor en dedicarse al cuidado de los ancianos en todos los ambientes, sea en sus hogares, casas de retiro u hospitales. Un aplauso a todos ellos, por dedicarse a este servicio de amor de atender a los ancianos con entrega y dedicación, por quererlos y apoyarlos en su vejez, ya que como dice un viejo dicho: “Para allá vamos todos”.

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