LA QUE MUERE AL ÚLTIMO…

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“Gracias a la esperanza podemos afrontar nuestro presente: ese presente, aunque sea un  presente fatigoso se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino”…
Benedicto XVI (Encíclica Spe Salvi)

Fernando Díaz de Sandi Mora

Hablar de esperanza en un mundo de genta cansada, estresada, desesperada por las situaciones que menguan el entusiasmo y la ilusión de acceder a un mejor calidad de vida, o al menos “parar de sufrir” en medio del torbellino de circunstancias adversas que privan en el entorno social y personal, pareciera algo descabellado, utópico, soñador o hasta loco.

Vivimos en un mundo que ha dejado de creer en casi todo, incluso en sí mismo: el ser humano parece rendirse ante las embestidas y simplemente busca momentos fugaces de alegría, de bienestar, de placer, y sus aspiraciones no son mayores que las que ofrece la “magia” de este mundo.

¿Qué anhelas en tu vida? ¿Qué esperas realizar? ¿Todavía crees poder lograr tus metas, tus sueños? ¿Consideras que este mundo puede ser mejor, más justo, más tolerante y amigable para todos?
Si me dices que no, lo entiendo, pero no comparto contigo la idea de “aventar la toalla”. Tú mismo eres una oportunidad del universo: tú eres una esperanza para ti mismo, en tu rol de padre o madre, desde tu papel como pareja o esposo, hijo, maestro, sacerdote, presidente, barrendero: no importa lo que seas ni lo que hagas, la esperanza del mundo, de Dios, se anida en ti.

Lee de nuevo esto: Tú eres una esperanza para Dios, para todo el género humano, justo ahí, desde tu trinchera personal tienes toda la capacidad de cambiar el mundo, de transformar la realidad en algo más digno de ti, de los tuyos, de todos.

Tus capacidades y dones, aquello que sabes hacer, lo que dominas es el instrumento a través del cual puedes construir un nuevo orden. Haz lo tuyo, hago lo mío, invitamos a otros a hacer lo propio y ¡créeme!, desde nuestros esfuerzos, desde nuestra voluntad, la esperanza va a surgir como una maravillosa luz que va a iluminar el camino de otros tantos.

Es indispensable la esperanza: Vivir sin esperar buenos resultados es estar en un sufrimiento perpetuo.

En cambio, cuando tenemos esperanzas, cuando confiamos en que habrá una (o más) soluciones, nuestra mente sigue dispuesta a encontrarla.

¿Cómo hacerlo?

Recordando que la palabra NUNCA, al igual que sus hermanas JAMAS, IMPOSIBLE, NO SE PUEDE y sus primas hermanas SE REALISTA, NO LO INTENTES y SEGURO QUE SALE MAL, no están invitadas a alojarse en tu mente. Si tú les permites que se queden, te aseguro que tu vida será un auténtico fracaso. Por eso… ¡Abre las puertas a la ESPERANZA!
Recuerda: La esperanza es el sueño del hombre despierto.

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