Robert Lighthizer, Jefe de la Oficina del Representante Comercial de EU ; Crysthia Freeland, canciller canadiense e Ildefonso Guajardo, Secretario mexicano de Economía.
Jorge Rocha
La semana pasada comenzaron las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), entre las representaciones de México, Canadá y los Estados Unidos. Tanto las delegaciones de México como Canadá afirmaron que el TLCAN había traído grandes beneficios a sus países y que sólo se necesitaban ajustes para continuar con este modelo de libre comercio. La delegación estadounidense por su cuenta y apegada a las posturas de Donald Trump expresó que el TLCAN había afectado a muchos trabajadores de aquella nación y que se necesitaba hacer una cirugía mayor al Tratado.
Al momento en que se escribe este texto no se han dado a conocer las primeras conclusiones, pero se avizoraba una alianza México-Canadá frente a los embates de los funcionarios del gobierno de Donald Trump.
Más allá de los acuerdos específicos hay varios aspectos que me parecen sustantivos de reflexionar. El primero es que la delegación mexicana parte del falso supuesto de que el TLCAN ha sido benéfico para todos los mexicanos. Esta afirmación es insostenible desde la mayoría de la población. Si el foco se coloca en las grandes empresas exportadores y en las corporaciones importadoras es cierto que el acuerdo comercial es un éxito, sin embargo, estos 23 años del Tratado generaron en México un incremento sistemático de la pobreza, un adelgazamiento de las clases medias y un exponencial crecimiento de la desigualdad, aunado con el desmantelamiento de sectores productivos, tanto en ámbito rural como en empresas industriales. El México resultado del TLCAN es un país pobre, desigual, sumido en la violencia y con una corrupción escandalosa. Cuando se habla de un acuerdo exitoso es evidente que se utiliza una realidad que viven unos pocos.
El segundo asunto que me parece muy preocupante, es que antes de llegar a este tipo de negociaciones es necesario contar con un proyecto económico nacional claro y consensado. La gran mayoría de los mexicanos no fuimos consultados sobre lo que quisiéramos del TLCAN, no hay democracia económica y el tema se convierte en un asunto de “expertos” y de empresarios. El resto de la población, que es la inmensa mayoría, es un mero espectador de las negociaciones. En otros países se pregunta y consulta a nivel nacional sobre la pertinencia misma de pertenecer a estos bloques comerciales, en México las élites políticas y económicas dan por sentado que lo que negociarán en lo mejor para todas y todos. Dicho de otra forma, tenemos una democracia política precaria y una dictadura económica.
El tercer aspecto que me parece clave es que la versión anterior del TLCAN privilegiaba el libre comercio de mercancías, capitales y tecnología, pero el paso libre de personas no sólo no se permitió, sino que a lo largo de estas dos décadas se intensificaron los controles migratorios y ahora es más difícil el tránsito de personas entre países que hace veinte años. Este asunto me parece nodal y la nueva versión del Tratado debería incluir el tema migratorio como un asunto fundamental, ya que este tipo de políticas lo único que ha provocado en un incremento sustantivo en las violaciones de derechos humanos.
El cuarto asunto que es fundamental para las nuevas metas del TLCAN es que dos objetivos primordiales de este acuerdo es que claramente contribuya a combatir la pobreza y aminorar las enormes desigualdades que tenemos en el país. Negociar condiciones de equidad entre países y contar una política prioritaria de cuidado en sectores como el agrario y el energético, son aspectos que deberían ser retomados para que este acuerdo favorezca fundamentalmente a los más pobres de los tres países y no como hasta ahora, que los grandes ganadores sean los mismos de siempre, es decir, las grandes corporaciones y las élites económicas y políticas que han salido beneficiadas con este tipo de acuerdos. Quienes hace 23 años enarbolaban estas ideas decían que se produciría riqueza y luego se iba a distribuir, lo segundo nunca pasó.
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