Ser indígena no es una discapacidad

Ser indígena no es una discapacidad

Román Ramírez Carrillo

La pastoral con nuestros pueblos-raíz, no sólo se realiza el Día Internacional de los Pueblos Originarios, el 9 de agosto, sino que es una pastoral constante, en la cual, los documentos de Aparecida, orientan y dan cauce a una pastoral inmersa en su identidad, en los derechos humanos, y en una educación que respete su cultura.

En el substrato de la mentalidad mexicana, sobre todo, de los habitantes de las ciudades, se persiste en considerarlos como diferentes; la eterna oposición Ellos-Nosotros. En otras palabras, los citadinos los consideran como discapacitados en lo cultural, en su condición, y en lo social.

Los tapatíos de hoy, debemos ser capaces de asumir que en nuestro país somos todos personas y buscar otras categorías para pensarnos y, sobre todo, para concretar en el mundo práctico la reconciliación y un modelo de vida solidario, incluyente y equitativo.

Con base en la Encuesta de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), en el país hay 12.025 millones de personas indígenas, cifra equivalente al 10.1% de la población nacional.
El trabajo pastoral en las comunidades indígenas de la Provincia Eclesiástica de Guadalajara, nos permite sostener que hay un real orgullo respecto de nuestras raíces, y que lejos de “esconderse”, hay un deseo manifiesto de reconocerse como parte de alguno de los pueblos originarios.

El padre Francisco Estrada Ortega, señala que “crece la toma de conciencia sobre los pueblos originarios, pues hay una perspectiva de camino que hay que seguir alentando, en la esperanza y en la constancia”. En especial, se valora el aporte de los mártires de los pueblos originarios. Es el caso de los mártires Tlaxcaltecas Cristóbal, Antonio y Juan, quienes serán canonizados el 15 de octubre de este año.

Y puntualiza el padre Estrada: “En la actualidad, se da, por muchas organizaciones civiles, un gran movimiento por la lucha y consolidación de estos pueblos. Varios Estados, en sus legislaciones, reconocen y amparan sus derechos. Hay ya indígenas en las universidades, pero hace falta promover una participación más amplia de los pueblos, no sólo en lo político, en lo económico, en lo socio-cultural,  sino también en la acción pastoral”
La iglesia mexicana es testigo que los pueblos originarios sufren exclusión, injusticia, persecución. Siguen siendo una población marginada, olvidada y oprimida. Han sido utilizados por algunos gobernantes en turno para atraer inversiones. No se respetan sus derechos y tradiciones en cuanto a la propiedad y el uso de la tierra, como ejemplo están los Miguel y Agustín Vázquez, asesinados por defender su entorno en la zona Huichola.

Sus territorios son invadidos por distintas empresas y megaproyectos que solamente favorecen a pocos. Aumenta la migración hacia centros urbanos, algunos al extranjero, con la consiguiente destrucción de su identidad.
Al nombrarlos y verlos al rostro, deberíamos aprender a reconocernos y a construir una nueva historia nacional de equidad, justicia y dignidad.

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