Mi viaje a París III


Un día entero para el Louvre. Fue un festín de belleza. Los dos grandes patios de estatuas son de una belleza impactante y difícil de superar. Aunque me gustó más el Albert and Victoria Museum de Londres. Es como si ése fuera más variado y tuviera piezas más interesantes; aunque en pintura sea inferior. Y, en mi opinión, el mejor museo del mundo es el Metropolitano de Nueva York. Que conste que el bellísimo Museo Arqueológico de Madrid lo he visitado varias veces con grandísimo placer. Para que no se diga que no valoro lo patrio. Mientras que el Hermitage me parece soberanamente aburrido.
No estuve todo el día, entero, en el Louvre. Por la mañana fui a una iglesia a rezar, y por la noche me fui a misa a Notre Dame. En el mediodía, mi amigo tuvo a bien enseñarme entera y verdadera la sede de la UNESCO, donde comí con su jefe, rodeado de funcionarios de todas las naciones.
Por la noche fuimos a cenar a un restaurante especializado en soufflés. París bien vale un soufflé. Haciendo cola en el museo, delante de la preciosa pirámide de Cristal, charlé largo rato con un encantador matrimonio canadiense bajo un frío putinlandio. Un saludo desde aquí a ese matrimonio.
De verdad que hacía un frío tal que podrían haber criado pingüinos en el Parque de las Tullerías. Os aseguro que esos días, solo por el frío, Napoleón bien hubiera podido perder 4.000 o 5.000 soldados de su Grand Armée por las calles de París.

Mi calva se congeló esa noche por el frío en un vendaval a -4º delante del ayuntamiento. ¡Y la birreta en mi maleta! 

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