En un mensaje que envió este miércoles 7 de octubre a los participantes en la sesión plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias, que se está desarrollando en Roma del 7 al 9 de octubre, el Pontífice recordó que “por muy grande que sea la responsabilidad de los políticos, no exime a los científicos de reconocer sus propias responsabilidades éticas en el esfuerzo por detener no sólo la fabricación, la posesión y el uso de armas nucleares, sino también el desarrollo de armas biológicas, con su potencial de devastación de civiles inocentes y, de hecho, de pueblos enteros”.
El Santo Padre agradeció en su mensaje a los miembros de la plenaria por ponerse “al servicio de las personas para la supervivencia de la humanidad a la luz de la pandemia del SARS-CoV-2/COVID-19 y otros problemas mundiales”.
En ese sentido, afirmó que la Academia “ofrece un ejemplo de cómo los desafíos de la crisis de COVID-19 deberían abordarse a través de esfuerzos coordinados al servicio de toda la familia humana”.
“Vuestros esfuerzos se concentran en gran medida en el estudio de nuevas vías inmunológicas e inmunoquímicas para activar los mecanismos de defensa propios del organismo o detener la proliferación de células infectadas. También estáis estudiando otros tratamientos específicos, incluyendo vacunas que están siendo probadas en ensayos clínicos”, valoró Francisco.
Además, mostró su preocupación por los efectos de la pandemia en el ámbito educativo: “En muchas partes del mundo, un gran número de niños no pueden volver a la escuela, y esta situación hace que se corra el riesgo de que aumente el trabajo, la explotación, el abuso y la malnutrición infantil”.
También insistió en que “ninguno de nosotros puede dejar de preocuparse por el impacto de la crisis en los pobres del mundo. Para muchos de ellos, la cuestión es, en efecto, la supervivencia misma. Junto con la contribución de las ciencias, las necesidades de los miembros más pobres de nuestra familia humana claman por soluciones equitativas por parte de los gobiernos y de todos los responsables de la toma de decisiones”.
Pidió que los sistemas sanitarios lleguen a más gente, que sean más “accesibles para los desfavorecidos y los que viven en países de bajos ingresos. Si hay que dar preferencia a alguien, que sea el más necesitado y vulnerable de todos nosotros”.
Del mismo modo, “cuando se disponga de vacunas, debe garantizarse un acceso equitativo a ellas, independientemente de los ingresos, empezando siempre por los que menos tienen. Los problemas mundiales a los que nos enfrentamos exigen respuestas cooperativas y multilaterales”.
Por otro lado, situó la pandemia en el contexto de los efectos del calentamiento global en el equilibrio ecológico y en la conservación de ecosistemas que, en muchos casos, son esenciales para la supervivencia de pueblos y países.
“El estallido de la pandemia, en el contexto más amplio del calentamiento global, la crisis ecológica y la dramática pérdida de la biodiversidad, representa una llamada a nuestra familia humana para que se replantee su curso, se arrepienta y emprenda una conversión ecológica”, argumentó.
Por ello, llamó a “una conversión que aproveche todos los dones y talentos que Dios nos ha dado para promover una ‘ecología humana’ digna de nuestra dignidad innata y nuestro destino común. Esta es la esperanza que expresé en mi reciente encíclica Fratelli tutti sobre la fraternidad y la amistad social”.
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