Recientemente fue nombrado Hijo Adoptivo de la ciudad y con motivo de su próxima partida, concedió una entrevista al diario El Mundo en la que explicó que afronta su retirada “contento y agradecido al Señor, que me ha acompañado a lo largo de toda mi vida: de niño, seminarista, sacerdote y obispo”.
Según explica, en los últimos meses ha sufrido una bajada de sus facultades físicas ya que no puede leer ni escribir, pero subraya que “acepto lo que Dios me envía y lo ofrezco al Señor. Estoy muy limitado: recibo visitas, voy a las parroquias, cumplo con mis deberes litúrgicos”.
Preguntado por el gran descenso de los ingresos de la diócesis por la pandemia, Mons. Asenjo aseguró que en la Archidiócesis saben que harán “menos cosas, por desgracia” pero destacó que no están “en bancarrota, ni en números rojos”.
Pero este descenso de los ingresos en la Iglesia no es, según el Arzobispo de Sevilla, el tema que más le preocupe “en la vida de la Iglesia” sino “la secularización”.
Además explicó que con motivo de la pandemia muchas familias han tenido que pedir ayuda a Cáritas para salir adelante, algo que él ha visto “con preocupación”, pero “contento y orgulloso de la respuesta que está dando la Iglesia a tanto sufrimiento, penuria y dolor. Lo hicimos en la crisis que comenzó en 2007 y 2008 y lo hemos seguido haciendo a lo largo de los años. Cáritas Diocesana, Cáritas Parroquiales, las obras sociales de los religiosos y el compromiso ejemplar de las hermandades... todo es Iglesia. Están dando el 'do' de pecho y están respondiendo a esta nueva situación que exige de nosotros un esfuerzo supremo para estar cerca de los pobres. La Iglesia es la samaritana de la humanidad y tenemos que estar cerca de los pueblos, de quien sufre y de los pobres, que son los preferidos del Señor y tienen que ser también nuestros predilectos”.
También destacó que durante los peores tiempos de la pandemia sabía que “Dios no nos ha abandonado. Como dice la 'Carta de san Pablo a los romanos', para los que aman a Dios, todo lo que sucede es para bien. Dios sacará bienes de estos males; estoy seguro. No lo entrevemos todavía, pero lo comprenderemos más tarde”.
Mons. Asenjo explicó que el diablo actúa y “trata de impedir que quienes tienen bienes y fortuna ayuden a los pobres. El demonio está en esos momentos. Existe y nos tienta. Dios lo permite para nuestro avance espiritual”.
Animó a orar por España “que es un deber religioso. Lo mismo que es un deber religioso cumplir las normas de las autoridades sanitarias porque el quinto mandamiento me obliga a cuidar mi salud y la de los demás. El cuarto mandamiento de la ley de Dios manda honrar a nuestros padres y rezar por ellos y manda también rezar por nuestra patria. Yo todos los días rezo por España para que las autoridades, deponiendo intereses personales y partidistas, con generosidad y altura de miras, busquen el auténtico bien común. Hoy más que nunca necesitamos en España grandes consensos. ¡Diálogo y diálogo!”.
En relación con la corrupción, el Prelado aseguró que es “una triste realidad, consecuencia de la secularización de la sociedad. Dios ha desaparecido para muchos contemporáneos y, cuando eso ocurre, cualquier corrupción, abuso o pecado es posible. Al desaparecer la creencia en la inmortalidad del alma, en el premio o castigo después de la muerte, solo cabe recrear el viejo eslogan de los epicúreos: 'comamos y bebamos porque mañana moriremos'”.
Además destacó que la corrupción es un pecado y que “hay que confesarse y ¡devolver el dinero! Como también es un pecado defraudar a Hacienda”.
Mons. Asenjo también explicó en la entrevista que el Papa anima siempre a “que el cristiano debe ser alegre y providencialista, sabiendo que por encima de nosotros está Dios y, aunque se hunda el suelo bajo nuestros pies, Dios nos sigue queriendo, nos acompaña y nos sostiene”.
Destacó que el milagro más necesario hoy en día es “el de los panes y los peces para que podamos dar de comer a toda la humanidad. Eso es posible. Si el dinero de las armas se destinara a paliar el hambre, ésta desaparecería. Hay 800 millones de hombres y mujeres, casi un quinta parte de la humanidad, que sufren hambre o están mal alimentados. Los poderosos de la tierra tienen que tomar decisiones para paliar el hambre, el analfabetismo y las enfermedades endémicas”.
Y afirmó que eliminaría del mundo el pecado de la envidia, “que es la causa de muchos males, desencuentros, muchas enemistades y a veces de acciones ciertamente rechazables o inmorales”.
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