Por el contrario, rechazó la interpretación que tradicionalmente se le da a esa frase: “disfruta la vida en el momento fugaz”.
“No, ese es el sentido mundano”, aseveró Francisco. Por el contrario, continuó, el sentido cristiano es “acoger el hoy para decir ‘no’ al mal y ‘sí’ a Dios; abrirse a su Gracia, dejar finalmente de plegarse sobre uno mismo arrastrándose en la hipocresía”.
“Mirar a la cara la propia realidad, como somos, así somos, reconocer que no hemos amado a Dios y al prójimo como deberíamos. Y confesarlo, empezar un camino de conversión pidiendo en primer lugar perdón a Dios en el Sacramento de la Reconciliación, y después reparar el mal hecho a los otros”.
Por lo tanto, para el Santo Padre, la frase “carpe diem” es una invitación a la conversión, de estar abiertos a la gracia divina porque, “el Señor llama a nuestra puerta, llama a nuestros corazones para entrar con nosotros en amistad, en comunión, para darnos la salvación”.
El Papa recordó que “la gracia de Dios es ofrecida a todos; y muchos que sobre esta tierra son últimos, en el cielo serán los primeros”.
No obstante, advirtió, “no vale hacerse los astutos: posponer continuamente un serio examen de la propia vida, aprovechando la paciencia del Señor. Él es paciente, Él siempre nos espera. Él siempre está dispuesto a darnos la gracia. Quizás podemos engañar a los hombres, pero a Dios no, Él conoce nuestro corazón mejor que nosotros mismos”.
Cristo salvó a María de un modo extraordinario
Durante la reflexión previa al rezo del Ángelus el Pontífice explicó el sentido de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción. Recordó que también María “fue salvada por Cristo, pero de una forma absolutamente extraordinaria, porque Dios quiso que desde el instante de la concepción la madre de su Hijo no fuera tocada por la miseria del pecado”.
María, por lo tanto, “durante toda su vida terrena, estuvo libre de cualquier mancha de pecado”. María es la “llena de gracia, como la llamó el Ángel, y disfrutó de una singular acción del Espíritu Santo para poder mantenerse siempre en su relación perfecta con el hijo Jesús”.
El Papa subrayó que María muestra a la humanidad la meta a la que cada uno está llamado.
“Lo que para María fue al inicio, para nosotros será al final, después de haber atravesado el ‘baño’ purificador de la gracia de Cristo. Aquello que nos abre la puerta del paraíso es la gracia de Dios recibida por nosotros con fidelidad”.
En ese sentido recordó que “también los más inocentes estaban marcados por el pecado original y lucharon con todas las fuerzas contra sus consecuencias”.
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