Así lo dijo el Santo Padre este 1 de marzo durante una audiencia concedida al Centro Franciscano de Solidaridad localizado en la ciudad italiana de Florencia.
“Hemos dicho las tres palabras que son precisamente el estilo de Dios: cercanía -Dios se acerca- compasión y ternura. Este es el estilo de Dios y este debe ser su estilo. Cercanía, compasión y ternura”, invitó el Papa.
En su discurso, el Santo Padre agradeció a este centro de solidaridad porque desde hace muchos años “realizan un valioso servicio de escucha y cercanía a las personas que se encuentran en condiciones económicas y sociales difíciles: familias que tienen que hacer frente a dificultades de diversa índole; personas mayores o discapacitadas que necesitan apoyo y compañía”.
En esta línea, el Papa señaló que “en un mundo que tiende a correr a dos velocidades, que por un lado produce riqueza, pero por otro genera desigualdad” este centro es un modelo de “una obra eficaz de asistencia, basada en el voluntariado, y, a los ojos de la fe, están entre los que siembran las semillas del Reino de Dios”.
“Jesús, al venir al mundo y proclamar el Reino del Padre, se acercó a las heridas humanas con compasión. Se acercó especialmente a los pobres, a los marginados y descartados; se acercó a los descorazonados, a los abandonados y a los oprimidos”, afirmó el Papa quien recordó también las palabras de Jesús en el Evangelio de San Mateo “tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste”.
De este modo, el Pontífice subrayó que “Cristo nos ha revelado el corazón de Dios: es un Padre que quiere custodiar, Dios es un Padre que quiere custodiarnos a todos; defender y promover la dignidad de cada uno de sus hijos e hijas, y que nos llama a construir las condiciones humanas, sociales y económicas para que nadie sea excluido o pisoteado en sus derechos fundamentales, para que nadie tenga que sufrir por falta de pan material o por soledad”.
Por ello, el Papa recordó el “testimonio luminoso de San Francisco de Asís, que practicó la fraternidad universal y sembró paz por todas partes y caminó cerca de los pobres, de los abandonados, de los enfermos, de los descartados, de los últimos”.
En este sentido, el Santo Padre subrayó que en este centro desde hace casi cuarenta años “llevan a cabo este servicio, que es un signo concreto de esperanza y también un signo de contradicción en la ajetreada vida de la ciudad, donde tantos se encuentran solos con su pobreza y su sufrimiento”.
Se trata de “un signo que despierta las conciencias adormecidas e invita a salir de la indiferencia, a tener compasión por los heridos, a inclinarse con ternura sobre los aplastados por el peso de la vida”, añadió.
Finalmente, el Papa rezó para que el Señor sostenga esta labor “porque sabemos que nuestro buen corazón y nuestras fuerzas humanas no bastan” y explicó que “antes de las cosas que hay que hacer y además de ellas, cuando estamos frente a una persona pobre estamos llamados a un amor que la haga sentir como nuestro hermano, nuestra hermana; y esto es posible gracias a Cristo, presente precisamente en esa persona”.
“Que el Señor, por intercesión de San Francisco, les conserve siempre la alegría de servir, la alegría de acercarse, la alegría de tener compasión, la alegría de hacer las cosas con ternura”, concluyó el Santo Padre.
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