El Obispo de Roma señaló que los matrimonios por su unión “transmiten la vida a nuevos seres humanos: se convierten en padres”, por lo que “participan de la potencia creadora de Dios mismo”.
Los Padres Sinodales, provenientes de todas partes del mundo y reunidos en torno al Sucesor de Pedro, reflexionarán durante tres semanas sobre la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en la sociedad, "para un atento discernimiento espiritual y pastoral”, explicó al comenzar.
“Tendremos nuestros ojos fijos sobre Jesús para identificar, sobre la base de su enseñanza de verdad y de misericordia, los caminos más oportunos para un trabajo adecuado de la Iglesia con las familias y por las familias, para que el diseño originario del Creador sobre el hombre y la mujer pueda hacerse y se obre en toda su belleza y su fuerza en el mundo de hoy”.
El Santo Padre comentó brevemente las lecturas de la liturgia del día y subrayó que precisamente una de ellas es “el texto fundamental del Libro del Génesis sobre la reciprocidad entre hombre y mujer”.
“Por eso, el hombre deja a su padre y su madre y se une a su mujer y los dos son una sola carne, es decir, una sola vida, una sola existencia”.
Pero el Papa advirtió de que esto es posible porque “Dios es amor” y “se participa de su obra creadora cuando se ama con Él y como Él”.
“Éste es también el amor que se les dona a los esposos en el Sacramento del matrimonio”. Es el amor que alimenta su relación, a través de alegrías y dolores, momentos serenos y difíciles”.
“Es el amor que suscita el deseo de generar los hijos, de atenderlos, acogerlos, criarles, educarlos” y “el mismo amor que, en el Evangelio de hoy, Jesús manifiesta a los niños”.
Por eso, “hoy le pedimos al Señor que todos los padres y educadores del mundo, como también toda la sociedad, se hagan instrumentos de aquella acogida y aquel amor con el que Jesús abraza a los más pequeños”, explicó el Papa a los fieles.
“Él mira sus corazones con la ternura y solicitud de un padre y al mismo tiempo de una madre”, subrayó después.
Francisco tuvo también un recuerdo por “tantos niños enfermos, abandonados, explotados, obligados a la guerra, rechazados”.
“Es doloroso ver las imágenes de los niños infelices, con la mirada perdida, que escapan de la pobreza y los conflictos, llamando a nuestras puertas y a nuestros corazones implorando ayuda”.
Francisco deseó que “El Señor nos ayude a no ser sociedad-fortaleza, sino sociedad-familia, capaces de acoger, con reglas adecuadas, pero acoger”.
“Les invito a sostener con la oración los trabajos del Sínodo, para que el Espíritu Santo haga a los Padres Sinodales plenamente dóciles a sus aspiraciones”, concluyó.+
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