La Asamblea Constituyente está a su servicio, señor Presidente


Señor Maduro:
Dado que los que tiene alrededor suyo le aconsejan mal, tengo la moderada esperanza de que lea este blog en busca de guía y consejo. Ayer nos sorprendió convocando una Asamblea Nacional Constituyente. ¿Se ha hecho tal cosa en la Historia, que un gobernante, y no el Pueblo, constituya tal asamblea no libre, sin ninguna legitimidad, manipulada desde el principio? Sí, se ha hecho y se puede hacer. Se puede hacer si se está en el frenesí del comienzo de la Revolución Francesa o en los ardores de la Revolución Rusa o se podía haber hecho en 1933 en Alemania, cuando toda una nación expectante aguardaba a ver qué lograba ese nuevo régimen.
Pero le aseguro, se lo aseguro con todas mis fuerzas, que resulta im-po-si-ble constituir ese régimen después de dieciocho años en el poder.
Si los tiranos que ha habido en la Historia hubieran tenido la capacidad de pulsar el botón de autorresurrección con la excusa de dos palabras Asamblea Constituyente, créame que lo hubieran hecho. Si un régimen se pudiera embalsamar, lo hubieran embalsamado. Si los tiranos hubieran podido mantenerse en el trono a base de bombas atómicas contra sus ciudadanos, lo hubieran hecho.
Pero llega un momento en que ni con bombas atómicas ni con embalsamamientos ni con palabras mágicas se puede evitar que el Titanic se vaya al fondo el mar a 56 km por hora con un ángulo de 11º y 38.000 toneladas de agua en sus bodegas.
Pero parece que usted, con el agua en los tobillos, otorga a las palabras “Asamblea Constituyente” un poder político-esotérico que le rejuvenecerá y hará desaparecer las canas.
Dos palabras frente a dieciocho años, un pueblo hambriento y las calles tomadas masas desesperadas. Pero si usted quiere seguir adelante en su proyecto de Constitución sin el Pueblo, a pesar el Pueblo y contra el Pueblo, pues adelante. Puede apretar a fondo el acelerador de su vehículo para estrellarse contra un muro de 31 millones de seres humanos
Hay gente que tiene vocación de policía, otros de arquitecto, otros de médico. Usted tiene vocación de comparecer ante un tribunal de justicia internacional por delitos contra la Humanidad. Y le aseguro que ése es el mejor de los escenarios que aparecen en su horizonte.
Le repito que es posible hacer esa Trampa Constitucional con una brutal represión al comienzo de una tiranía de corte revolucionario, pero no factible tras dieciocho años y con la banda tocando en la cubierta mientras se arrían los últimos botes.
Ahora ya la única duda es si usted se retira tras un impresionante baño de sangre o sin ese baño de sangre. Entre los que han ejercido su profesión, hay quienes prefieren retirarse sin bañarse y otros bañados.

Estoy convencido de que usted nunca comparecerá ante ningún tribunal ni nacional ni internacional. Está usted empeñado en hacer un último paseo por las calles de Caracas, un postrer paseo rodeado de su Pueblo, abrazado por él, sostenido y agarrado por las manos de los representantes aleatorios de una nación. Un paseo que será emitido por las cámaras de televisión ante los horrorizados ojos del mundo.

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