Mons. Úrsulo Flores, 50 años de servicio ministerial

Una vida entregada

“La mucha experiencia es la corona de los ancianos, y su orgullo es el temor del Señor” (Eclo 25, 6).

IMG_0404 EDITManuel Christian Vaca Rodríguez,
1 A De Teologia

El viernes 10 de marzo, seminaristas y sacerdotes nos dimos cita en la Capilla del Seminario Diocesano Mayor para darle gracias a Dios por el Don del Sacerdocio en el aniversario de las Bodas de Oro del Ilustrísimo Monseñor Úrsulo Flores Flores, quien tiene toda una vida dirigiendo, apoyando, motivando, alentando a través de la oración y la dirección espiritual a los futuros sacerdotes.
Todo comenzó con la Eucaristía, con la presencia de numerosos presbíteros, a  quienes, a lo largo de su ministerio sacerdotal, los ha acompañado como su guía espiritual. Asimismo, se unió un grupo representativo de alumnos del Seminario Menor y de la Secundaria “Anacleto González Flores”, además de un grupo de religiosas.
Dentro de esta celebración estuvo presente el Arzobispo Emérito de León y ex Rector de nuestro Seminario, José Guadalupe Martín Rábago, quien compartió una reflexión con los rasgos de Monseñor Flores, en la cual nos transmitió diferentes sentimientos y pensamientos que, a lo largo de su ministerio, le sucedieron, sin desfallecer ante los problemas y pruebas que se le presentaban, sino que siempre confiaba en Dios Nuestro Señor.

Gratitud, ante todo
“Es de bien nacidos el ser agradecidos”. De allí que, agradeciendo en la Mesa de la  Eucaristía, y antes de finalizar la Celebración del Santo Sacrificio, Monseñor Úrsulo Flores tomó la palabra para agradecer a todos, en especial al Seminario; a sus Padres Formadores; a la memoria del Arzobispo italiano Luigi Raymondi, Delegado Apostólico de la Santa Sede en México, quien le confirió el Sacramento del Orden el 11 de marzo de 1967; a los Sacerdotes que lo motivaron durante su formación; a nosotros, por ser parte de su familia… en fin, agradeció a todos los presentes por este gesto de recordar su aniversario.
Por otra parte, aprovechó la ocasión para motivarnos a valorar el llamado que Dios nos hace, a fin de ser conscientes del don del sacerdocio y del llamado que Cristo nos ha hecho para servir en la Iglesia por medio de esta vocación consagrada.
Todo festejo es motivo de alegría, y por eso, después de haber participado del Pan de la Palabra y de la Mesa Eucarística, en la que concelebraron unos 35 presbíteros, nos reunimos en el patio central de nuestra Casa para para compartir los alimentos. Amenizó el festejo un grupo versátil, teniendo como grupo artístico especial a los más pequeños de nuestra Institución, que nos deleitaron con un canto vocacional y una canción popular.
Es así como concluimos esta gran fiesta, que a seminaristas y sacerdotes debe movernos a fortalecer nuestra respuesta y decirle Sí al Señor. Y es que “vale la pena consagrarse al hombre por Cristo”.

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