Pedro, representante de los pequeños

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El pasaje del santo Evangelio que nuestra Madre Iglesia presenta hoy, relata un importante momento en la vida de Jesús, cuando el Padre reveló a Pedro el Misterio de su Hijo. Jesús enseguida destacó el origen divino de la fe de su discípulo, manifestando así su propia verdad: ser el Mesías, el Hijo de Dios vivo; e instituyó a Pedro como cimiento de su Iglesia (Mt 16, 13-20).

La fe de la Iglesia

A través de la lectura del evangelio según San Mateo vemos que después del triunfo inicial, Jesús tuvo que afrontar el rechazo de su pueblo. El Maestro, a partir de este momento, se dedicará a instruir a los discípulos, con miras a formar su comunidad, y por eso les lanza un doble cuestionamiento en torno a su propia identidad. Primero, con referencia a la gente; a lo que ellos contestaron que el pueblo lo tenía por un enviado especialísimo de Dios (véanse vv. 13-14). Jesús, entonces, les preguntó: “‘Y ustedes, quién dicen que soy yo?’. Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: ‘Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo’” (vv. 15-16). A la confesión de la mesianidad de Jesús, San Mateo añade la de la filiación divina (compárese v. 16 con Mc 8, 29 y Lc 9, 20).

Pedro tiene una bienaventuranza muy particular

Corresponde a Pedro ser el primero en profesar la fe en Jesús, con una fórmula que describe su ser y su misión. Estos dos títulos: ‘Mesías’ e ‘Hijo de Dios vivo’, en cierto modo, resumen la fe de la Iglesia. A la confesión de Pedro, Jesús respondió con una felicitación: “¡Dichoso tú, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos!” (v.17). Y Jesús, al punto, le confió a Pedro la misión de ser la roca sobre la que se asentará su Iglesia: “Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella” (v. 18).

Pedro tiene una misión única

Aunque el edificio es obra y dominio de Jesús: ‘mi Iglesia’, Pedro tendrá una función central: “Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo” (v. 19). La entrega de las llaves equivale al nombramiento de mayordomo supremo, como apreciamos en la primera lectura de Isaías 22, 19-23. ¡Pedro tiene una misión única!
Pedro se muestra como digno representante de los pequeños a quienes el Padre se complace en revelar los Misterios del Reino (véase Mt 11, 25-26). Francisco, su valiente y humilde sucesor, desgraciada y tristemente al igual que el mismísimo Jesús no siempre bien comprendido, en un mensaje a la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), escribió que la hambruna es sobre todo causada “por la inercia de muchos o por el egoísmo de unos pocos, pero también las guerras, el terrorismo, los desplazamientos forzados de personas que cada vez más impiden o, al menos, condicionan fuertemente incluso las actividades de cooperación, no son fruto de la fatalidad, sino más bien consecuencia de decisiones concretas. Solo un esfuerzo de auténtica solidaridad será capaz de eliminar el número de personas malnutridas y privadas de lo necesario para vivir” (“El Papa recuerda la urgencia de acabar con el hambre”, en Semanario 1066, 9/Julio/2017, pág. 14).

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