Somos imagen y semejanza de Dios; ¡actuemos en consecuencia! Página 27

Nacimos para asemejarnos a Dios

kids edit

Rogelio Cárdenas, msps

Y dijo Dios: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra”. (Gn 2,26)
Hace tiempo, incluso antes de estudiar Teología Espiritual en la Universidad de Comillas en Madrid, España, que me siento fascinado por esta afirmación bíblica según la cual, hemos sido creados a imagen y semejanza divina. Tan breves palabras contienen, intuyo, la más esencial trascendencia para cada uno de los seres humanos.

Dios es Trinidad. El núcleo del símbolo de fe afirma: «Creo en el Padre omnipotente, y en Jesucristo Salvador nuestro, y en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia y en el perdón de los pecados». Esta fórmula, que viene de la confesión bautismal (cf Mt 28,19,) demuestra que la raíz de nuestra fe es la Trinidad divina.

Dios Trinidad nos ha creado a su imagen y semejanza. Por el pecado -que es la cizaña mezclada con el buen trigo sembrado en nuestro ser por Dios- se oscureció la imagen y se perdió la semejanza. No se perdió la imagen; aunque pecador, el hombre sigue siendo imagen divina, pues es nuestra más auténtica belleza.

De Dios Trinidad venimos. Porque hemos sido (y estamos siendo) gratuitamente creados(as) por Dios, Padre Misericordioso, que se nos ha revelado en la persona de Jesucristo, a quien podemos captar en nuestra existencia, por la acción del Espíritu Santo.

Por el pecado -que es la cizaña mezclada con el buen trigo sembrado en nuestro ser por Dios- se oscureció la imagen y se perdió la semejanza. No se perdió la imagen; aunque pecador, el hombre sigue siendo imagen divina.

A Dios Trinidad tendemos. El sentido de nuestra vida es volver a la vida plena, para la que hemos sido creados y que encontraremos solamente en la comunión con Dios y, en Dios, con toda la creación. «Nos hiciste para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» (Agustín de Hipona, Las Confesiones I, 1,1). ¡El llamado más hondo en nuestra persona es volver al Padre, siguiendo a Jesús, el Hijo, movidos por el Espíritu Santo, que habita en nuestro corazón!

Nacimos para la Vida Plena. Dios Trinidad (Dios-comunidad Padre, Hijo y Espíritu Santo) quiere que tengamos vida, y vida plena (Jn 10,10) porque nos ha creado para la salud. Esa salud (en todas las dimensiones) es la santidad y cuanto nos enferma es lo que llamamos pecado. Al crearnos, Dios nos llama a la vida, infundiendo vida en cada momento instante, en comunión con la creación. Nuestra vocación es vivir. Dios nos llama a la vida por y con amor.

Nuestra vocación es dar vida. Porque si hemos sido llamados a la vida por Dios Trinidad (somos convocados por la Trinidad) y Dios Trinidad nos ha creado a su imagen y semejanza, entonces nacimos para asemejarnos al dador de vida, siendo mediación de vida plena y de comunión amorosa, que se plasma en dar vida, dándonos gratuitamente y acogiendo agradecidamente, irradiando sanamente.

¿Qué puede ser más hermoso en nuestra vida, que luchar por asemejarnos, un poco más, a Dios?

Debiendo sentirnos casi maravillados ante cada rostro con el que nos encontremos, pudiendo vivir conmovidos por la impronta divina en cada persona, se nos acartona el corazón y se multiplican los pretextos para seguir siendo cómplices del egoísmo que atenta contra nuestra hermosa vocación.
El sentido de nuestra vida es volver a la vida plena, para la que hemos sido creados y que encontraremos solamente en la comunión con Dios y, en Dios, con toda la creación.

Pero si todo esto es verdad, entonces…

¿Por qué no nos tratamos con mucha más consideración unos a otros?
¿Cómo podemos acostumbrarnos a los crímenes y a la violencia en todo el mundo?
Debiendo sentirnos casi maravillados ante cada rostro con el que nos encontremos, pudiendo vivir conmovidos por la impronta divina en cada persona, se nos acartona el corazón y se multiplican los pretextos para seguir siendo cómplices del egoísmo que atenta contra nuestra hermosa vocación.

Ecce homo; dijo Pilato cuando mostró a Jesús ante la multitud enardecida [Jn 19,5]. ¿Qué habrá pronunciado Dios cuando nos creó?… No ecce vir (“aquí está el varón”), sino “aquí está el hombre”(porque varón y hembra los creó)… ¿Y qué diríamos nosotros ante los rostros que mendigan en nuestras calles, que agonizan en el abandono, o aquellos cuyas lágrimas, revueltas con barro y sangre, ya no parecen humedecer nuestro espíritu?
Y el hombre… aquél sobre el que Pilato sentenció aquellas dos palabras (Ecce homo), obviamente con una intención muy diferente a la divina, es Jesús, el hombre de tez morena que pasó haciendo el bien, dando vida con su propia vida, y en quien contemplamos al ser humano en plenitud.

El de Jesús es el rostro más humano de la divinidad y el rostro más divino de la humanidad, la perfecta imagen y semejanza divina. Al contemplar esa humanidad contemplamos el hacia dónde, el en quién sueña Dios Padre que nos transformemos gradualmente.

Reconozcámonos de una vez por todas, reconociendo la imagen divina en cada uno de nosotros y esforcémonos por asemejarnos a Dios. Reconocernos es un ejercicio de recordar, o mejor aún, dejar que el Espíritu Santo nos recuerde, en silencio contemplativo, quiénes somos en verdad, y a qué estamos de verdad llamados en esta vida… a dar vida, dando la vida, amando por Cristo, con Él y en Él.

Etiquetas:

Publicar un comentario

[blogger][facebook]

Agencia Catolica

Forma de Contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.
Javascript DesactivadoPor favor, active Javascript para ver todos los Widgets