El león en invierno, un mundo de grandes abadías, monjes y obispos poderosos


Mi visión sentimental de la Iglesia fue, esencialmente, medieval durante mi época del seminario y varios años después. Eso se debía a estar leyendo continuamente a Santo Tomás de Aquino y, muy a menudo, fragmentos de otros autores medievales. A eso se añadió algo que tuvo una importancia decisiva en esos tiernos años de seminarista: la película Becket. Película que me impactó de forma decisiva a nivel espiritual.
Mucho después, a nivel teológico, mi visión de la Iglesia se fue deslizando hacia esquemas pertenecientes a los cinco primeros siglos. En este cambio me influyeron mis lecturas de la época de mi tesis doctoral. Creo en la Iglesia, en una Iglesia que no está amarrada a una sola época o lugar geográfico. Pero, a nivel inconsciente, en mí sentía una clara tendencia a preferir cualquier esquema de esas épocas primeras como algo preferible. Sin querer, tendía a pensar en los esquemas eclesiales de esas épocas como si fueran realidades más puras.
Desde luego, siempre he sentido especial aversión por épocas de pelucas, bordados, vestidos ampulosos y normas sociales relamidas. El epicentro de todo eso lo veo en el siglo XVII y XVIII.
Yo reconozco mis esquemas estéticos inconscientes que tienen su repercusión eclesial. Pero la mayor parte de los eclesiásticos tienen esos esquemas, aunque no sean conscientes de ello. Sin duda, los dos últimos papas han tenido sus propios esquemas de este tipo. Benedicto XVI tenía el suyo, amante de la estética tradicional que conoció de niño. El Papa Francisco tiene el suyo, le encanta la sencillez latinoamericana. Y esos esquemas, no debemos dudarlo, tienen repercusiones. Pero todos tenemos los nuestros.
Tolkien tenía estos esquemas. Pero Rahner o Barth o Von Balthasar también. Incluso los papas medievales tenían sus esquemas de este tipo. Eso se nota muchísimo en Gregorio VII: para él, el Imperio Romano estaba dotado de una categoría teológica. También hubo párrocos de los años 70 y 80 que echaron abajo iglesias antiguas para construir lugares de reunión que cuadrasen más con sus ideas. La destrucción acaecida en la capilla del Collegio Teutonico en Roma es otro ejemplo más. Todos estamos influidos, lo único que podemos hacer es estar precavidos frente a estas trampas inconscientes.

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