El premio de Judas

Pbro. Armando González Escoto

A lo largo de la historia humana siempre se han dado relatos de traiciones y deslealtades, pero sólo algunos se han hecho célebres o por la maldad del hecho, o por la calidad de la víctima.
En el año 44 antes de nuestra era, Julio César fue asesinado, entre los criminales se encontraba su hijo adoptivo llamado Bruto; a partir de ese magnicidio el nombre de este asesino dejo de ser sustantivo para convertirse en adjetivo, en delante toda acción desleal y traicionera se denominará brutalidad y del autor se dirá que ha sido un “bruto”.
En el año 33 de nuestra era, Jesús, el Señor y Mesías fue traicionado por uno de sus propios apóstoles llamado Judas; a partir de entonces ocurrirá lo mismo, un nombre de pila se convertirá en un adjetivo, actuar como un judas o serlo será sinónimo de traición y bajeza. Desde luego nadie ha vuelto a llamarse ni Bruto ni Judas, por más que traiciones y deslealtades se hayan seguido dando siglo por siglo y a todos los niveles.
Pero ¿cuál es el perfil del traidor? Es difícil que haya traidores puros, casi siempre la traición nace de una pasión, por ejemplo, la envidia, o de la ambición, se traiciona para obtener un beneficio, como sería una determinada suma de dinero, un puesto de relevancia, o cualquier otro satisfactor. También se han dado traiciones de “buena voluntad”, cuando traicionando el traidor piensa que está logrando un bien mayor. No debemos olvidar que la genuina traición es aquella que se da entre personas relacionadas por un vínculo de confianza, amistad o afecto, la razón por la que se incurre en esta falta sería entonces lo de menos y no podría jamás amortiguar o justificar el delito.
Jesús había confiado en la capacidad de Judas para superar sus limitaciones, para corresponder a la amistad, para entender la propuesta revolucionaria del Mesías. Jesús lo consideraba amigo y no sólo seguidor o discípulo, por eso se sentaba a su mesa y administraba los bienes del grupo ¿Era siquiera necesaria su traición? ¿Acaso los enemigos del Señor necesitaban de alguien que les dijera dónde capturarlo o a qué hora, si sabían todo el tiempo de sus movimientos? El traidor suele ser ofrecido, sin que le pidan va y entrega al amigo. El traidor suele ser sobornable y quienes sobornan saben identificar bien a quiénes, por unas monedas o cualquier otro premio, traicionen, y así resulta que aquellos que buscan dañar a una persona o a la Iglesia o a cualquier otro grupo, país o institución, suelen premiar a sus colaboradores, pero cuando estos cómplices son parte del grupo traicionado o amigos de la persona entregada, son auténticos traidores y los premios que reciben una afrenta que hace más repugnante y soez su desleal comportamiento.
Solemos pedir muchas cosas al Señor todos los días, pidámosle también que nos dé su luz para no dejarnos cegar por aquellos que sobornan y contratan traiciones.

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