Agonía del PRI, no del priísmo

Pbro. José Marcos Castellón Pérez

El PRI no levanta en este proceso electoral; de hecho, entre los mismos priístas, como Francisco Labastida, existe la conciencia de la probabilidad de perder las elecciones de 2018, pues no pueden superar el tercer lugar en la preferencia electoral. Por otra parte, es el partido con el mayor nivel de rechazo de parte de los ciudadanos y el que recibirá el voto de castigo por el descontento con la gestión del gobierno priísta, como advierte el historiador Enrique Krauze. Incluso, Porfirio Muñoz Ledo, ex-priísta convertido a MORENA, piensa que hay posibilidades de que este partido pierda su registro y que pronto se dará sepultura al partido político que fundó el General Calles, para contener la fuerza de los caudillos revolucionarios.
Si el PRI muere, el priísmo no… por el contrario, está más vivo que nunca. Recordemos que el sufijo “ismo”, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, designa adhesión a doctrinas, sistemas, movimientos, actitudes, disposiciones, etc. El priísmo es una disposición de la política mexicana y una actitud social, caracterizada por el abuso de autoridad, la corrupción y la apatía ciudadana. El diputado emecista Clemente Castañeda afirma que el priísmo es “la práctica que define la simulación, el oportunismo y una visión monolítica de la realidad”, cuyos ejes son la corrupción, el presidencialismo y la demagogia. 
Existen indicadores que nos revelan la vitalidad del priísmo: la falta de principios éticos en la contienda electoral, pues se da la calumnia, la difamación y la utilización del aparato gubernamental para desprestigiar a los oponentes; el pragmatismo de los partidos políticos, pues no se puede entender cómo el conservador PAN contienda junto a los liberales PRD y MC, y cómo pueden los izquierdistas MORENA y PT hacer alianza con el ultraderechista PES; tampoco se puede entender la procacidad de los políticos que abandonan su partido para saltar, como chapulines adúlteros, a otro, del que antes eran acérrimos enemigos; la partidocracia da la espalda al pueblo y se aprovecha de él, esquilmando especialmente a las clases más empobrecidas y manteniéndolas en la ignorancia y en la apatía, pues saben que se contentan con dádivas electoreras.
Otro síntoma del priísmo es la corrupción, que se da en todos los niveles de gobierno y que se está haciendo una actitud en la mayoría de los mexicanos. No se puede entender el estado de inseguridad y violencia en el que estamos, sin pensar en la corrupción del gobierno, principalmente de las policías. Pero no sólo es un fenómeno exclusivo de los gobiernos, también de nosotros los ciudadanos, que buscamos sacar la mejor tajada siempre y con todos, que guardamos complicidad culpable con el crimen organizado, por ejemplo, en la compra de piratería o cosas robadas.
Revertir la historia nos toca a nosotros, venciendo la apatía ciudadana y comprometiéndonos en la construcción, desde los gestos más pequeños, de una sociedad más justa y solidaria. Sólo así podrá morir el “priísmo”.

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