Reconsideración sobre el papel de la mujer en la Iglesia

Apreciables hermanas y hermanos:

La presencia de la mujer en la historia de la humanidad, y en particular, en la historia de América Latina, es de una enorme relevancia. El papel que damos a nuestras madres en nuestras sociedades es de gran importancia, y en materia de vida pastoral conforman la fuerza evangelizadora más grande, trascendente y constante.
Durante siglos, la transmisión intergeneracional de la fe se ha dado contando con el seno familiar como espacio educativo fundamental. Y en la configuración de la familia latinoamericana, el papel de las mujeres, especialmente, el de la madre se reconoce aún como insustituible.
Sin embargo, a propósito de la reciente conmemoración del Día Internacional de la Mujer, hemos de reconocer que en diversos ámbitos sociales está valoración es principalmente discursiva -aun cuando existen logros importantes, como el reconocimiento del derecho al voto o un acceso a la educación que no existía en otras épocas -, la realidad de las mujeres latinoamericanas sigue siendo invisibilizada, ocultada y, muchas veces, humillada.
¿Qué significa esto a la luz de la fe? ¿Por qué durante tantos siglos las mujeres han sufrido múltiples formas de vejación y sofocamiento de su dignidad?
En la carta apostólica Mulieris Dignitatem, San Juan Pablo II, sencillamente impresionante, nos explica que la Nueva Alianza tiene su inicio con una mujer. ¡Ésta es la novedad! ¡Ésta es la “absoluta novedad del Evangelio”!
Muchas otras cosas habría que comentar para completar el cuadro de la Teología de la Mujer. Sin embargo, considero que bastaría asumir, con toda seriedad, este elemento de la Revelación, para abrir nuestra conciencia y nuestro corazón a una reconsideración más frontal y más abierta sobre el papel y la misión de la mujer en la sociedad y en la Iglesia.
Con esta base, teniendo siempre a María como gran referente, podemos identificar con claridad que, a lo largo del camino, y de muchas maneras diversificadas por tiempo y lugar, las mujeres han contribuido y contribuyen de manera decisiva en la acción evangelizadora de la Iglesia.
Sosteniendo la familia. Ya sea como madres o hermanas, acompañadas de un esposo o abandonadas por él, durante la juventud, la vida adulta y aún en la vejez, la presencia femenina al interior de la familia funge como fundamento, factor de unidad y atmósfera esencial.
Participando en diversas responsabilidades pastorales. La mujer no sólo es la principal receptora de los ministerios cultuales y catequéticos de la Iglesia, sino que es la más importante colaboradora en la actividad pastoral ordinaria. Sean laicas o sean consagradas.
Llevando el Evangelio a diversos compromisos cívicos. Las mujeres introducen, de diferentes maneras, su experiencia de fe al interior de organismos de la sociedad civil.
Atendiendo muy especialmente a los niños, enfermos y miembros vulnerables de nuestras sociedades: Las mujeres, además, asisten a quien más lo requiere con una especial disponibilidad.
Por tanto, hoy, más que nunca, tenemos que reconocer que la presencia activa y silenciosa, gozosa y sufriente de muchas mujeres a través de la historia de América Latina, nos evangeliza. Nos anuncia una buena noticia que necesitamos aprender a vivir en plenitud.
Yo les bendigo en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

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