Así lo señaló antes del rezo del Regina Coeli desde la Biblioteca del Palacio Apostólico este domingo 26 de abril.
“El Evangelio de hoy, ambientado en el día de Pascua, narra el famoso episodio de dos discípulos de Emaús. Es una historia que inicia termina en camino. De hecho, vemos el viaje de ida de los discípulos que, tristes por el epílogo de los acontecimientos de Jesús, dejan Jerusalén y regresan a casa, a Emaús, caminando cerca de once kilómetros. Es un viaje que se produce durante el día, con buena parte del trayecto en descenso”.
“Y está el viaje de regreso: otros once kilómetros, pero hechos al caer la noche, con parte del camino en subida después del cansancio del camino de ida”.
Por lo tanto, los discípulos de Emaús realizan dos viajes: “uno sencillo, de día, y otro agotador, de noche”.
Y, sin embargo, se da la paradoja de que el camino sencillo se realiza en medio de la tristeza, y el complicado en plena alegría. “En el primero, el Señor camina con ellos, pero no lo reconoces; en el segundo ya no lo ven, pero lo sienten cercano”.
En el primer viaje, “están descorazonados y sin esperanza; en el segundo corren a llevar a los demás la bella noticia del encuentro con Jesús Resucitado”.
El Papa explicó que “los dos caminos diferentes de aquellos primeros discípulos nos dicen a nosotros, discípulos de Jesús de hoy, que en la vida estamos ante dos direcciones opuestas: está la vía de quien, como aquellos dos a la ida, se dejan paralizar por las decepciones de la vida y avanzan triste”.
“Y está el camino de quien no se pone a uno mismo y a sus problemas en primer lugar, sino a Jesús que nos visita, y a los hermanos que esperan su visita”.
Para el Santo Padre, esa actitud es la que marca la diferencia: “Dejas de orbitar sobre uno mismo, sobre las decepciones del pasado, los ideales no realizados, a tantas cosas malas que han sucedido en nuestras vidas, y muchas veces orbitamos y orbitamos alrededor de eso. Dejemos eso”.
Por el contrario, Francisco invitó a “avanzar mirando a la realidad más grande y verdadera de la vida: Jesús está vivo y me ama. Esa es la realidad más grande. Y yo puedo hacer algo por los demás. Es una bella realidad, positiva, soleada, bella”.
“El cambio de marcha es esta: pasar de pensar en mi ‘yo’, a la realidad de mi Dios. Pasar –ilustró el Papa con otro juego de palabras– del ‘si’ al ‘sí’. Del ‘si hubiese estado Él para liberarme, si Dios me hubiese escuchado, la vida habría ido como quería, si tuviese esto y aquello otro…’, en tono de lamento. Ese ‘si’ no ayuda, no es fecundo, no nos ayuda ni a nosotros ni a los demás”.
Se trata de un “’si’ parecido a aquel de los dos discípulos, los cuales pasan al ‘sí’: ‘Sí, el Señor está vivo, camina con nosotros. Sí, ahora, no mañana, nos ponemos en camino para anunciarlo”.
“‘Sí, yo puedo hacer esto para que la gente sea más feliz, para que la gente mejora, para ayudar a tanta gente. Sí, sí, puedo’. Del ‘si’ al ‘sí’, de las lamentaciones a la alegría y a la paz, porque cuando nos lamentamos, no estamos en la alegría, sestamos en un gris, en ese gris de la tristeza. Y eso no nos ayuda ni nos hace crecer bien. Del ‘si’ al ‘sí’, del lamento a la alegría del servicio”.
“Este cambio de paso del yo a Dios, del ‘si’ al ‘sí’, ¿cómo se produce? Encontrando a Jesús: los dos de Emaús primero le abren su corazón; luego lo escuchan explicar las Escrituras; entonces lo invitan a casa”.
El Papa señaló que “son tres pasajes que podemos cumplir también nosotros en nuestras casas: primero, abril el corazón a Jesús, confiarle nuestros pesos, las fatigas, las decepciones de la veda”.
Segundo, escuchar a Jesús, “tomar en las manos el Evangelio, leer hoy mismo ese fragmento, el capítulo veinticuatro del Evangelio de Lucas”.
Tercer pasaje, “rezar a Jesús con las mismas palabras que los discípulos: ‘Señor, quédate con nosotros: con todos nosotros, porque tenemos necesidad de ti para encontrar el camino’”.
El Papa Francisco concluyó su reflexión subrayando que “en la vida estamos siempre en camino”. “Elijamos el camino de Dios, no la del ‘yo’; el camino del ‘sí’, no la del ‘si’. Descubriremos que no hay imprevisto, no hay ascenso, no hay noche que no podamos afrontar con Jesús”.
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