Vísperas – MIÉRCOLES III SEMANA DE PASCUA 2020

Miércoles, 29 de abril de 2020.

  1. Dios mío, ven en mi auxilio.
  2. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno 1

Nuestra Pascua inmolada, aleluya,

es Cristo el Señor, aleluya, aleluya.

Pascua sagrada, ¡oh fiesta universal!,

el mundo renovado

canta un himno a su Señor.

Pascua sagrada, ¡victoria de la cruz!

La muerte, derrotada,

ha perdido su aguijón.

Pascua sagrada,

¡oh noche bautismal!

Del seno de las aguas

renacemos al Señor.

Pascua sagrada, ¡eterna novedad!

Dejad al hombre viejo,

revestíos del Señor.

Pascua sagrada. La sala del festín

se llena de invitados

que celebran al Señor.

Pascua sagrada, ¡Cantemos al Señor!

Vivamos la alegría

dada a luz en el dolor.

Salmodia

Antífona 1: Vuestra tristeza se convertirá en alegría. Aleluya.

 

Salmo 125

 

Dios, alegría y esperanza nuestra

 

Si sois compañeros en el sufrir, también lo sois en el buen ánimo. (2Co 1,7)

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,

nos parecía soñar:

la boca se nos llenaba de risas,

la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:

«El Señor ha estado grande con ellos.»

El Señor ha estado grande con nosotros,

y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte,

como los torrentes del Negueb.

Los que sembraban con lágrimas

cosechan entre cantares.

Al ir, iba llorando,

llevando la semilla;

al volver, vuelve cantando,

trayendo sus gavillas.

Antífona 2: En la vida y en la muerte somos del Señor. Aleluya.

 

Salmo 126

 

El esfuerzo humano es inútil sin Dios

 

Sois edificio de Dios. (1Co 3,9)

Si el Señor no construye la casa,

en vano se cansan los albañiles;

si el Señor no guarda la ciudad,

en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis,

que veléis hasta muy tarde,

que comáis el pan de vuestros sudores:

¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos;

su salario, el fruto del vientre:

son saetas en mano de un guerrero

los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena

con ellas su aljaba:

no quedará derrotado cuando litigue

con su adversario en la plaza.

Antífona 3: Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos. Aleluya.

 

Col 1,12-20

 

Himno a Cristo, primogénito de toda criatura y primer resucitado de entre los muertos

Damos gracias a Dios Padre,

que nos ha hecho capaces de compartir

la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,

y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,

por cuya sangre hemos recibido la redención,

el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,

primogénito de toda criatura;

porque por medio de él

fueron creadas todas las cosas:

celestes y terrestres, visibles e invisibles,

Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;

todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.

Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.

Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,

y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.

Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:

los del cielo y los de la tierra,

haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Lectura Breve

Hb 7, 24-27

Jesús, como permanece para siempre, tiene un sacerdocio eterno. De aquí que tiene poder para llevar a la salvación definitiva a cuantos por él se vayan acercando a Dios, porque vive para siempre para interceder por ellos. Y tal era precisamente el sumo sacerdote que nos convenía: santo, sin maldad, sin mancha, excluido del número de los pecadores y exaltado más alto que los cielos. No tiene necesidad, como los sumos sacerdotes, de ofrecer víctimas cada día, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo. Esto lo hizo una vez por todas, ofreciéndose a sí mismo.

Responsorio Breve

  1. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
  2. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
  3. Al ver al Señor.
  4. Aleluya, aleluya.
  5. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
  6. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.

Canto Evangélico

Antífona: Todos los que el Padre me ha dado vendrán a mí, y a los que vengan a mí yo no los echaré fuera. Aleluya.

 

Magníficat Lc 1, 46-55

 

Alegría del alma en el Señor

Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;

porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:

su nombre es santo,

y su misericordia llega a sus fieles

de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:

dispersa a los soberbios de corazón,

derriba del trono a los poderosos

y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,

acordándose de la misericordia

—como lo había prometido a nuestros padres—

en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Preces

Oremos a Cristo, que resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre, y digámosle: Cristo, que vives por siempre para interceder por los hombres, escucha nuestra oración. Acuérdate, Señor, de los que se han consagrado a tu servicio,

— que sean para tu pueblo ejemplo de santidad.

Concede, Señor, el espíritu de justicia a los que gobiernan las naciones,

— y haz que trabajen en bien de la paz, para que todos podamos vivir según tu ley.

Concede la paz a nuestros días,

— y multiplica los bienes de la tierra, para que los pobres puedan gozar de las riquezas de tu bondad.

Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.

Cristo salvador, que con tu triunfo has iluminado el mundo entero y con tu resurrección

has dado a los hombres una prenda de su inmortalidad,

— concede la luz eterna a nuestros hermanos difuntos.

Padre Nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo,

santificado sea tu nombre,

venga tu reino,

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día,

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en tentación,

y líbranos del mal.

Oración

Ven, Señor, en ayuda de tu familia, y a cuantos hemos recibido el don de la fe concédenos tener parte en la herencia eterna de tu Hijo resucitado. Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

  1. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
  2. Amén.

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