(2 Re 4,8-11.14-16a) "Me consta que ese hombre de Dios es un santo"
(Rm 6,3-4.8-11) "Consideraos muertos al pecado y vivos para Dios"
(Mt 10,37-42) "El que quiere a su padre más que a mí no es digno de mí"
Homilía en la beatificación de Jurgis Matulaitis (28-VI-1987)
---El Bautismo
“Hemos sido bautizados en Cristo Jesús”(Rm 6,3).
“¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva” (Rm 6,3-4).
Cuando el Resucitado envió a los Apóstoles a todas las naciones de la tierra para anunciar el Evangelio a las gentes y bautizarlas en el nombre de la Santísima Trinidad, se cumplieron las palabras del profeta Ezequiel, recordadas en la liturgia de hoy: “Os tomaré de entre las naciones, os recogeré de todos los países y os llevaré a vuestro suelo. Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras impurezas y de todas vuestras basuras os purificaré. Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne” (Ez 36,24-26).
El bautismo: sacramento que regenera en el agua y el Espíritu Santo, según las palabras de Cristo a Nicodemo. El bautismo: sacramento de una vida nueva, en la que se desafía la herencia del pecado original, y se injerta en el hombre la herencia de la redención: la gracia y el amor.
Así como reza el Salmista: “¡Oh Dios crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme!” (Sal 50/51,12).
El bautismo: primera victoria del Espíritu Santo en el alma del hombre. Comienzo del camino de la salvación eterna en Dios. Comienzo del reino de Dios que está en nosotros (...).
---Tomar la cruz de Cristo
En el evangelio de hoy oímos las palabras de Cristo el Señor: “El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí, el que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mi causa (por mí), la encontrará” (Mt 10,38-39).
Hoy la Iglesia se dirige a vosotros, queridos hermanos y hermanas de Lituania, con las palabras de Cristo en el Evangelio: “Recibid a un profeta porque es profeta. Recibid a un justo porque es justo” (cfr. Mt 10,41). Ésa es la elocuencia de esta beatificación para el jubileo de vuestro bautismo. Hay que acoger a los Santos con el corazón y con la fe, para que puedan indicarnos el camino, ese camino cuyo comienzo lo constituye la “inmersión en Cristo” por medio del bautismo.
Así, pues, recemos juntos con el nuevo Beato, que se presenta a vosotros para que no dejéis de ser “dignos de Cristo”: “El que toma su cruz y me sigue, es digno de mí”. Esto es lo que nos dice.
A lo largo de vuestra historia habéis mostrado muchas veces que deseáis ser dignos de Cristo, y a veces, incluso, de modo heroico. ¿Qué podemos desearos más hoy, en este año jubilar y para el futuro? Os deseamos: ¡Que seáis siempre dignos de Cristo! Que seáis el Pueblo de Dios, en el país que dio Dios a vuestros antepasados… Y que Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo sea siempre vuestro Dios (Cfr. Ez 36,28).
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