El Prelado explicó a ACI Prensa que “en esta iglesia se dice que Alonso de Barzana, sacerdote jesuita en proceso de beatificación, celebró la primera Misa en aimara”.
Este sacerdote de origen español, cuya causa interesa al Papa Francisco, fue misionero en la zona y luego el primer jesuita que llegó a Argentina. Se cuenta que conocía más de 10 idiomas con los que se comunicaba con los indígenas.
Mons. Quispe recordó que en septiembre de 2019 en el Vaticano “el Papa Francisco me dijo personalmente que él es devoto de Alonso de Barzana y lo quiere canonizar. Él le pidió a la orden de los jesuitas que sigan su proceso” que fue reabierto en 2015.
Al comentarle que provenía del lugar donde Alonso de Barzana hizo la primera Misa en aimara, el Obispo cuenta que el Papa le dijo: “¿Y tú sabes quién está interesado en que Alonso sea canonizado? Solo estoy esperando que haga el milagro y al día siguiente lo vamos a beatificar”.
El Prelado señaló a ACI Prensa que los primeros que llegaron para evangelizar en Juli, en la actual región Puno, fueron los dominicos. Sin embargo, dijo que debido a su rigidez con los aimaras, fueron luego reemplazados por los jesuitas, que terminaron de construir los templos de la zona “que era la ruta de la plata. Por aquí se va a Potosí (Bolivia) y también a Chucuito donde se acuñaba. Desde aquí también se llevaba a Lima”.
Juli, destacó el Obispo, es conocida como “la Roma de América porque los misioneros quisieron construir las iglesias imitando la Roma imperial. Hay cuatro templos gigantes: San Pedro, La Asunción, San Juan de Letrán y la Santa Cruz de Jerusalén”, imitando así a las cuatro grandes basílicas papales de la Ciudad Eterna.
Otros personajes importantes vinculados al Templo de la Santa Cruz de Jerusalén en Juli fueron los jesuitas Ludovico Bertonio y José de Acosta. El primer misionero hizo un diccionario español-aimara, y el segundo fue encargado por Santo Toribio de Mogrovejo para realizar con éxito el Tercer Concilio Limense a finales del siglo XVI, donde se hizo un diccionario trilingüe: español, quechua y aimara.
“Luego de trabajar aquí, los misioneros jesuitas siguieron evangelizando en Uruguay y Paraguay, donde hicieron las famosas reducciones, teniendo como modelo de Iglesia lo que hicieron en Juli”, destacó Mons. Quispe.
Las reducciones jesuitas o jesuíticas ayudaron a la evangelización de los indígenas en la provincia jesuita de Paraguay, que estaba conformada en ese entonces por extensos territorios de Argentina, Chile, Bolivia, partes de Brasil y Paraguay.
El proyecto de remodelaciónEl templo que se desplomó en 1741 y fue construido años después, sufrió un incendio y un saqueo en 1914. Se logró rescatar algunas obras de arte que fueron colocadas en un almacén y que casi terminan en un mercado.
“Viendo la importancia del templo, abandonado casi 100 años, al principio hubo promesas de diversas autoridades pero no se hizo nada. Sin embargo, este año con el Ministerio de Cultura y la Dirección Desconcentrada de Cultura del Cusco (DDC), se asumió el reto de restaurar esta obra monumental que no es solo importante por su arquitectura sino por la cultura y, por supuesto, por la dimensión religiosa y evangelizadora”, dijo Mons. Quispe a ACI Prensa.
En el proyecto han colaborado, además de la Prelatura de Juli, las exministras de cultura Sonia Guillén y María Elena Córdoba, el director de la DDC, Fredy Escobar Zamalloa.
El Obispo indicó que el Ministerio de Cultura aporta ocho millones de soles, unos 2,2, millones de dólares, para la primera etapa del proyecto.
“Actualmente estamos en la fase del expediente técnico. El 30 de mayo vinieron los técnicos, más de 20 del Cusco, a recopilar la información y, probablemente en dos meses, entreguen el expediente para iniciar los trabajos que podrían comenzar en septiembre u octubre”, dijo el Prelado de Juli.
Los trabajos de restauración podrían tomar aproximadamente tres años.
El temploMons. Quispe explicó que la iglesia “tiene una arquitectura muy particular distinta a la cusqueña. Todo el templo es de piedra, con instrumentos autóctonos, sus columnas son muy originales y los capiteles también. No se encuentra esto en ninguna otra iglesia del altiplano, ni en Arequipa ni en Cusco”.
El trabajo en piedra, incluso hasta hoy, se ve en el ábside y en el techo del templo donde hay unos tallados especiales. Las ventanas están totalmente decoradas, entre otras cosas, con pan de oro.
El Prelado de Juli resaltó que, a diferencia de muchas otras iglesias donde el pan de oro recubre estructuras de madera, en el Templo Santa Cruz de Jerusalén lo que está recubierto de pan de oro es de piedra.
Además, subrayó el Obispo peruano, “este templo tuvo una silla de la Santa Cruz de Jerusalén, lo que realza aún más su importancia”.
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