Pastoral para la Comunicación. – La Carta Apostólica Scripturae Sacrae Affectus del Papa Francisco, ha sido publicada el mismo día en que la Iglesia recuerda al gran Padre de la Iglesia, este 30 de septiembre 2020. Invitando a todos a retomar el legado de aquel a quien se le debe la traducción de la Biblia al latín, y dirige un llamamiento a los jóvenes: salir en busca de lo que Jerónimo nos dejó.
Precisamente el afecto, el amor a la Sagrada Escritura es el legado que Jerónimo “ha dejado a la Iglesia a través de su vida y sus obras”. “Incansable estudioso, traductor, exegeta, profundo conocedor y apasionado divulgador de la Sagrada Escritura”, “fino intérprete de los textos bíblicos”, “ardiente y en ocasiones impetuoso defensor de la verdad cristiana”, “ascético y eremita intransigente”, así como experto guía espiritual: este fue Jerónimo.
El amor por la Sagrada Escritura, “es rasgo peculiar de la figura espiritual de san Jerónimo -observa Francisco- sigue siendo, sin duda, su amor apasionado por la Palabra de Dios”. De la Escritura Jerónimo destaca “el carácter humilde con el que Dios se reveló, expresándose en la naturaleza áspera y casi primitiva de la lengua hebrea, comparada con el refinamiento del latín ciceroniano”, y enseña que “no sólo se deben estudiar los Evangelios, y que no es solamente la tradición apostólica, presente en los Hechos de los Apóstoles y en las Cartas, la que hay que comentar, sino que todo el Antiguo Testamento es indispensable para penetrar en la verdad y la riqueza de Cristo”.
El Papa Francisco señala en su Carta Apostólica que “el estudio de Jerónimo se reveló como un esfuerzo realizado en la comunidad y al servicio de la comunidad, modelo de sinodalidad también para nosotros, para nuestro tiempo y para las diversas instituciones culturales de la Iglesia, con vistas a que sean siempre «lugar donde el saber se vuelve servicio, porque sin el saber nacido de la colaboración y que se traduce en la cooperación no hay desarrollo humano genuino e integral”.
“El fundamento de esa comunión es la Escritura -señala el Pontífice-, que no podemos leer por nuestra cuenta: ‘La Biblia ha sido escrita por el Pueblo de Dios y para el Pueblo de Dios, bajo la inspiración del Espíritu Santo. Sólo en esta comunión con el Pueblo de Dios podemos entrar realmente, con el “nosotros”, en el núcleo de la verdad que Dios mismo quiere comunicarnos”. Y luego el Papa menciona la actividad epistolar de Jerónimo y las misivas en las que aborda las polémicas doctrinales, “siempre en defensa de la recta fe, revelándose como hombre de relaciones vividas con fuerza y con dulzura, involucrado totalmente, sin formas edulcoradas, experimentando que ‘el amor no tiene precio’. Así vivía sus afectos, con ímpetu y sinceridad”.
Presenta también dos claves para entender a San Jerónimo: “Es necesario conjugar dos dimensiones características de su existencia como creyente. Por un lado, su absoluta y rigurosa consagración a Dios, con la renuncia a cualquier satisfacción humana, por amor a Cristo crucificado (cf. 1 Co 2,2; Flp 3,8.10); por otro lado, el esfuerzo de estudio asiduo, dirigido exclusivamente a una comprensión del misterio del Señor cada vez más profunda”. Estas dos características, destacadas también en el arte que ha representado al Padre de la Iglesia”.
En el contexto contemporáneo “la riqueza de las Escrituras es desafortunadamente ignorada o minimizada por muchos, porque no se les han proporcionado las bases esenciales del conocimiento”. Por ello, el Obispo de Roma indica que es necesario también promover “una formación extendida a todos los cristianos, para que cada uno sea capaz de abrir el libro sagrado y extraer los frutos inestimables de sabiduría, esperanza y vida”, por lo que recuerda el motivo que le llevó a establecer el Domingo de la Palabra de Dios, una iniciativa que debe animar a “la lectura orante de la Biblia y a la familiaridad con la Palabra de Dios “.
La memoria de la celebración del centenario de la muerte de San Jerónimo nos lleva a mirar “la extraordinaria vitalidad misionera expresada por la traducción de la Palabra de Dios a más de tres mil idiomas”, y a los numerosos “misioneros a quienes debemos la preciosa labor de publicar gramáticas, diccionarios y otras herramientas lingüísticas que ofrecen las bases de la comunicación humana y son un vehículo del ‘sueño misionero de llegar a todos’”.
Por último, el Papa señala que “uno de los problemas actuales, no sólo de religión, es el analfabetismo: escasean las competencias hermenéuticas que nos hagan intérpretes y traductores creíbles de nuestra propia tradición cultural”. De ahí una invitación: “de modo particular, a los jóvenes: Vayan en busca de su herencia.
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