“Pido a todos los responsables de los Estados, empresas, organismos internacionales promover la colaboración y no la competición y de buscar una solución para todos, vacunas para todos, especialmente para los más vulnerables y necesitados de todas las regiones del planeta. Al primer lugar los más vulnerables y necesitados”, indicó el Santo Padre este 25 de diciembre durante su mensaje de Navidad.
Antes de impartir la tradicional Bendición “Urbi et Orbi” (a la ciudad de Roma y el mundo) en esta ocasión desde el aula de las bendiciones y no desde el balcón central de la fachada de la Basílica de San Pedro, el Papa solicitó fraternidad en la actual crisis sanitaria.
“En este momento de la historia, marcado por la crisis ecológica y por los graves desequilibrios económicos y sociales, agravados por la pandemia del coronavirus, necesitamos más que nunca la fraternidad. Y Dios nos la ofrece dándonos a su Hijo Jesús: no una fraternidad hecha de bellas palabras, de ideales abstractos, de sentimientos vagos”, advirtió el Papa.
El Santo Padre destacó que “en la Navidad celebramos la luz del Cristo que viene en el mundo, y Él viene para todos, no solamente para algunos” y añadió que “hoy en este tiempo de obscuridad y de incertidumbre por la pandemia aparecen diversas luces de esperanza como el descubrimiento de las vacunas”.
Sin embargo, el Papa advirtió que “para que estas luces puedan iluminar y llevar esperanza a todo el mundo deben estar a disposición de todos”.
“No podemos dejar que los nacionalismos cerrados nos impidan vivir como la verdadera familia humana que somos. No podemos dejar tampoco que el virus del individualismo radical nos venza y nos haga indiferentes al sufrimiento de otros hermanos y hermanas. No puedo colocarme a mi mismo antes que los otros, colocando en las leyes del mercado y de las patentes de invenciones encima de las leyes del amor y de la salud de la humanidad”, afirmó.
Por ello, el Santo Padre rezó para que “el Niño de Belén nos ayude, pues, a ser disponibles, generosos y solidarios, especialmente con las personas más frágiles, los enfermos y todos aquellos que en este momento se encuentran sin trabajo o en graves dificultades por las consecuencias económicas de la pandemia, así como con las mujeres que en estos meses de confinamiento han sufrido violencia doméstica”.
“Que el Hijo de Dios inspire a quienes tienen responsabilidades políticas y de gobierno a renovar la cooperación internacional, empezando por el sector sanitario, para que todos tengan garantizado el acceso a las vacunas y a los tratamientos”, dijo el Papa.
Finalmente, el Santo Padre señaló que “ante un desafío que no conoce fronteras, no se pueden erigir barreras. Estamos todos en la misma barca. Cada persona es mi hermano. En cada persona veo reflejado el rostro de Dios y, en los que sufren, vislumbro al Señor que pide mi ayuda. Lo veo en el enfermo, en el pobre, en el desempleado, en el marginado, en el migrante y en el refugiado”, concluyó el Pontífice.
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