La fecha exacta de su nacimiento no ha sido determinada con precisión pero se cree que nació en Panonia entre los años 510 y 520. De acuerdo a San Isidoro de Sevilla -su primer biógrafo-, la conversión de Martín al catolicismo se produjo alrededor del año 560.
Siendo muy joven e ilusionado con el descubrimiento de la fe en Cristo, peregrina a Palestina con la avidez de conocer, pisar, besar y tocar la tierra donde vivió Jesús. Allí dedica su tiempo a la oración, la mortificación y al estudio del griego, que le permite entrar en contacto con los textos de la Patrística. De Palestina toma rumbo hacia Roma, donde sigue los pasos del Apóstol Pedro y descubre la riqueza de la unidad de la Iglesia, para luego atravesar el reino de los francos, donde se encuentra con algunos suevos. Al parecer, aquel encuentro fue muy significativo para él, dado que pertenecía a esa etnia, por lo que se dirige como misionero a la ciudad de Bracara Augusta (hoy Braga, Portugal), capital de la provincia romana de Galicia, que había pasado a ser la capital del reino suevo.
Los suevos eran considerados un pueblo indomable, una amenaza para las antiguas provincias romanas. Atravesaron muchas de ellas dejando desolación a su paso. Después de abandonar su región de origen, se trasladaron por las riberas del Rhin y las del Miño; arrasaron a los francos y cruzaron los Pirineos. Finalmente se repartieron las tierras de Gallaecia (Galicia) y establecieron su capital en Braga. Desde allí siguieron siendo hostiles con las regiones cercanas: descendieron hasta Bética y conquistaron Sevilla, en las tierras llanas. San Martín de Braga -de acuerdo a San Isidoro- llegó a Galicia por mar, proveniente del Oriente europeo. Allí encontró al pueblo suevo; un pueblo que conocía algo de Cristo pero que estaba contaminado por el arrianismo.
San Martín contribuyó a la conversión del rey Charrarico -o Carriaricola-, rey suevo arriano quien envió a un grupo de sus representantes a la tumba de San Martín de Tours para pedir la curación de su hijo. Como la primera misión no consiguió el milagro anhelado; el rey envía una ofrenda del peso de su hijo en oro y plata, y promete su conversión si obtiene del santo de Tours lo que pide. El joven entonces recupera la salud y el rey decide abandonar el arrianismo, produciéndose la posterior conversión de todo el pueblo suevo. Fue Martin de Braga quien acompañó al rey en ese proceso, con su testimonio, con su enseñanza y oración.
Así, Martín abrió el corazón de los suevos al Evangelio. En Dumio fundó un monasterio -de allí llamar al Santo “Martín Dumiense”- que se convirtió en centro desde el que irradiaba la fe y se servía al pueblo de Dios. ¡Bien conocida tenía Martín la necesidad de la oración para extender el Evangelio! Quizás conoció el estilo de Arlés y posiblemente tuvo referencias de la regla de san Benito, pero en Dumio los monjes se gobiernan al ritmo que marca el abad -y ya obispo- Martín de Dumio.
San Martín regula la vida del clero formándoles según los cánones y los acuerdos de los concilios españoles y africanos; atiende a los campesinos entre los que abundan las supersticiones paganas, célticas y germánicas. Encarga a su monje Pascasio la traducción de "Las palabras de los ancianos" y él mismo traduce "Las sentencias de los Padres egipcios"; escribe para los suyos otras obras de piedad, ascéticas y doctrinales (como la “Formula vitae honestae” y “De correctione rusticorum”- como tratados cortos que rezuman sabiduría humana y espíritu cristiano.
San Martín de Dumio murió en Braga aproximadamente en el año 580.
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