Eclesiología de la Santa Sede


Perdonad hoy un post largo, más bien un artículo. Pero su longitud es fruto de algo meditado y revisado largo tiempo. Con gusto leeré los comentarios que se me hagan. Llegad al final sólo si el tema os interesa. Pues hoy el asunto no interesará a todos. Pero sobre todo me interesaría la opinión de sacerdotes y laicos interesados por la Teología.
En mi obra Neovaticano exploro una posibilidad que no he leído en ningún otro autor: la posibilidad de diferenciar de forma clara algunos elementos eclesiales que ahora están mezclados, mezcla que les obliga a andar a la par y a mantenerse en un razonable término medio.
En mi libro citado quedaban diferenciados la persona del Santo Padre, la Curia Romana y el enclave del Celio. En Neovaticanola Curia no se agranda más en sus atribuciones, pero sí que adquiere una presencia eclesial más clara, más sustancial. No manda más ni interviene más, pero queda más claro que la Curia no es una mera extensión del pontífice, sino que, dado su desarrollo, es más como un órgano del cuerpo, otro más. ¿Un prefecto, por ejemplo, de la Congregación para la Doctrina de la Fe tiene que ser un mero ejecutor de las consignas papales? ¿Si no es así, estaría ejerciendo mal sus funciones? ¿Todos los prefectos deben ser meras correas de transmisión de los enfoques pontificios?
¿No harían mayor bien a la Iglesia ejerciendo bien sus funciones, pero tratando de hacer lo que es correcto, después de atender del modo más obediente posible los deseos del Santo Padre? No estoy planteando que lo mejor sea  un término medio entre la obediencia ciega y la abierta disidencia. No. A lo que me refiero es que, una vez nombrada la cabeza de un dicasterio o un consejo pontificio, no se puede ver a esos pastores (también los prefectos son pastores) como meras correas de transmisión de otra voluntad. Una Curia de pastores, de grandes profesionales, de expertos teólogos puede y debe tener entidad por sí misma. Sus pastores siempre deben obedecer, pero deben dar su juicio de forma totalmente independiente. La Curia es un órgano del cuerpo eclesial. La Curia no es la cabeza de ese cuerpo. El Vaticano no es una cabeza (el Papa) con meros transmisores de consignas. Sino que está compuesto por pastores bajo un sucesor de Pedro. La afirmación de que en el Vaticano hay un solo pastor, reduciría a los demás al estatuto de engranajes.
Pero para acabar de hacer más interesante el panorama de lo posible, en mi obra Neovaticano la Curia está radicada físicamente en el centro de un enclave llamado Celio. Distinguiéndose completamente entre la Curia y el Celio, el cual era el escenario planetario de las grandes liturgias, un verdadero micromundo de protocolos y rituales. ¿Qué aporta el tercer elemento de esta armonía dinámica? Pues si se organizara de esta manera, el Papa (si así lo desea) puede optar por vivir del modo más sencillo posible en sus dependencias vaticanas. Mientras que la Curia estaría a medio camino entre la sencillez vaticana y el mundo ritualístico y protocolario del Celio. Cada cardenal, cada monseñor, sería muy libre de vivir de un modo más simple y franciscano o de involucrarse más en ese micromundo del Celio que también cumple una función en la Iglesia.
Considero que la relación dinámica entre estos tres elementos sería apasionante. La persona del Papa que será lo que quiera ser con toda libertad: sencillo o barroco, ritual o espontáneo, tradicional o innovador. La Curia como órgano de servicio a la Iglesia a través del seguimiento de las directrices de gobierno dadas por la persona del Santo Padre, pero consciente de su propia entidad. Una Curia cuyos miembros contarían con total libertad para seguir una línea más franciscana o más célica. Y, finalmente, el Celio como entorno de la Curia y que tiene un encargo muy concreto dentro de la Iglesia, el encargo de mantener un verdadero microcosmos cultual y estético.
Estas diferencias estéticas pueden ser símbolo también de diferencias de aproximación a los problemas y cuestiones eclesiales. Por citar un ejemplo, la posibilidad de un Papa reformador, una curia más tradicional y un Celio totalmente conservador.
Neovaticano me pareció una obra de experimentación eclesial. La hipótesis de una compartimentación en la cúspide de la Iglesia: la persona del Santo Padre, sus colaboradores que forman la Curia, y el escenario donde se desarrolla la actividad de esos dos primeros elementos. Escenario que en mi obra pasa a ser un elemento con sustancia per se.
En todo esto, veo una simetría muy notable con la biología. La cual crea ranitas pequeñas y encantadoras, aunque también colosales dinosaurios que son el asombro de hasta donde se puede llegar en el desarrollo de las leyes que rigen la anatomía. Dios ha creado la rosa y la secuoya, el faisán y el gorrión.
No tengo la menor duda de que la Iglesia no seguirá un camino único. Con lo dicho yo no abogo por una Curia que va por libre, por una Curia autónoma, no. Pero la Curia no es un órgano al servicio del Santo Padre. La Curia está al servicio de la Iglesia bajo el gobierno del Santo Padre, no es lo mismo. Lo mismo pasaría con el Celio. La existencia de ese escenario de grandes cultos estaría garantizado por el hecho de que cumple una función eclesial. Dotarle de entidad per se garantizaría su estabilidad.
Es decir, sin cambiar el status eclesiológico de la Curia, podemos tomar decisiones que le concedan una presencia más sustancial en la Iglesia (insisto, sin mandar más, sin intervenir más; siempre en obediencia), o hacer de ella un órgano casi invisible que apunta de forma casi exclusiva a la persona del Santo Padre. Creo que el camino adecuado es el primero.
Esto iría en la línea de la descentralización. Hemos logrado mantener una Iglesia descentralizada; y, sin embargo, obediente.  Una curia vaticana radicalmente centralizada no sería el camino adecuado. Honestamente, lo digo con sinceridad, no creo que ahora la Curia esté inadecuadamente centralizada. Pero debemos profundizar más en una especie de eclesiología de la Santa Sede. En este sentido van las excelentes declaraciones del Cardenal Müller cuando, en una ocasión dijo con toda razón: No me eligieron para ser una copia servil del Papa.
Lo que he dicho puede parecer innecesario. Pero de estar en ese puesto de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe una persona u otra, cambiaría mucho la actuación ante cuestiones verdaderamente esenciales. Y si eso pasa con las personas, lo mismo con los enfoques. De tener un enfoque a otro, puede uno considerar que ejercer bien el cargo es ser obediente de un modo servil. Se puede ser obediente y respetuoso sin caer en la servilidad. Se puede ser muy obediente, pero de forma menos noble.
¿La curia vaticana que tenemos ahora es la única curia posible? La respuesta es no. Se pueden hacer más cosas que simplemente elegir a las personas que van a ocupar la cima de los dicasterios y consejos. Aquí quiero recordar mi libro El león y las llaves u otra obra mía titulada Torres góticas. Darle vueltas al tema de la líneas eclesiológicas que pueden regir el desarrollo de la Santa Sede es útil y beneficioso, porque siempre hay monseñores que creen que sólo es posible una determinada Curia Romana. Si se piensa así, se obra de una manera intelectualmente inflexible.
Perdonad que apele tanto a mi libro Neovaticano, en el fondo el presente artículo es una reflexión sobre la eclesiología de esa obra. En ese libro mío no sólo existe esa triple división entre Curia y escenario, o entre Curia y Templo. Sino que la Iglesia ha dividido de forma clara entre Vaticano y Celio. O dicho de otro modo, en ese libro, por un lado se da una relación estrecha entre persona del Santo Padre y su escenario natural que es el Vaticano. Y por otro lado, existe una relación peculiar entre la Curia y su escenario que sería Celio.
Una Curia Romana que se moviera entre esas dos realidades, la del enclave en la que está situada (el Celio) y la de la persona del Santo Padre, sería una curia con mayor entidad. Lo que digo puede parecer que es una entelequia sin mucho sentido en la vida real, pero permítaseme poner un ejemplo de la vida civil inglesa: la Cámara de los Lores debe lealtad al soberano, pero esa cámara nunca ha entendido su propia entidad, su propio peso, como un desdoro del honor del monarca ni como un peligro a la obediencia debida.
En esta situación, ¿el escenario curial, un entorno propio, el Celio, sería importante? Sin duda, sí. Lo mismo que en la forja de la imagen del papado ha sido esencial arroparlo de su propio entorno adecuado, así también la Curia convendría que estuviera dotada de su propio entorno. Un entorno que la hiciera consciente de su importancia en el cuerpo eclesial. Y cuando digo “entorno”, me estoy refiriendo a un conjunto de protocolos, de rituales, de estética que concienciara de su propio lugar en la Iglesia.
La situación actual de una curia invisible no expresa la realidad eclesiológica de este órgano, no expresa la transcendencia de sus funciones. Con esta situación actual, la impresión, la imagen inconsciente, es la de un Papa que lo es todo, que lo hace todo, que se encarga de todo, que ordena como un coronel en su cuartel y los soldados corren a poner por obra sus órdenes. Ésta no es la verdad eclesial de esa institución junto al Papa, pero que ella misma no es el Papa.

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