“Los católicos y luteranos no podemos resignarnos a la división”: Papa

“Los católicos y luteranos no podemos resignarnos a la división”: Papa

Los católicos y luteranos “No podemos resignarnos a la división y la distancia que la separación se ha producido entre nosotros” y “tenemos la capacidad de reparar en un momento crucial de nuestra historia, la superación de los conflictos y malentendidos que a menudo nos impidieron entenderse los unos a los otros”. Lo dice el Papa Francisco en la catedral luterana en Lund, el sitio de un servicio de oración ecuménica que es el primer momento clave de un viaje que en el ecumenismo tiene su razón de ser.

En la catedral, con el Papa, están el secretario general de la Federación Luterana Mundial (LWF, por sus siglas en inglés), Reverendo Martin Junge, el primado de la Iglesia de Suecia Arzobispo Antje Jackelé. Hay cantos de un coro multirracial y el abrazo de la paz entre los líderes católicos y luteranos, el sermón del secretario general de la FLM, la homilía del Papa.

Francisco, que habla en español, reitera su voluntad de avanzar en la búsqueda de la unidad. Al igual que el rev. Junge dice que es más que lo que une que lo que divide y agradece “por el compromiso de nuestros hermanos, de diversas comunidades eclesiales que no se han resignado a la división, pero que han mantenido viva la esperanza de la reconciliación entre todos los que creen en el Señor”.

“Católicos y luteranos hemos empezado a caminar juntos por el camino de la reconciliación. Ahora, en el contexto de la conmemoración común de la Reforma de 1517, tenemos una nueva oportunidad para acoger un camino común, que ha ido conformándose durante los últimos 50 años en el diálogo ecuménico entre la Federación Luterana Mundial y la Iglesia Católica”. Mirando al pasado, el Papa habla de “agradecimiento” porque la reforma “ha contribuido a dar mayor atención a la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia”, habla de la “justificación” en el que los católicos y los luteranos han llegado a un acuerdo, en que se establece que “la fe cristiana está incompleta” si no da al mundo el “servicio” de la defensa de la dignidad de cada persona.

“También nosotros debemos mirar con amor y honestidad a nuestro pasado y reconocer el error y pedir perdón: solamente Dios es el juez. Se tiene que reconocer con la misma honestidad y amor que nuestra división se alejaba de la intuición originaria del pueblo de Dios, que anhela naturalmente estar unido, y ha sido perpetuada históricamente por hombres de poder de este mundo más que por la voluntad del pueblo fiel, que siempre y en todo lugar necesita estar guiado con seguridad y ternura por su Buen Pastor. Sin embargo, había una voluntad sincera por ambas partes de profesar y defender la verdadera fe, pero también somos conscientes que nos hemos encerrado en nosotros mismos por temor o prejuicios a la fe que los demás profesan con un acento y un lenguaje diferente. El Papa Juan Pablo II decía: «No podemos dejarnos guiar por el deseo de erigirnos en jueces de la historia, sino únicamente por el de comprender mejor los acontecimientos y llegar a ser portadores de la verdad» (Mensaje al cardenal Johannes Willebrands, Presidente del Secretariado para la Unidad de los cristianos, 31 octubre 1983). Dios es el dueño de la viña, que con amor inmenso la cuida y protege; dejémonos conmover por la mirada de Dios; lo único que desea es que permanezcamos como sarmientos vivos unidos a su Hijo Jesús. Con esta nueva mirada al pasado no pretendemos realizar una inviable corrección de lo que pasó, sino «contar esa historia de manera diferente»  (Comisión Luterana- Católica romana por la unidad, Del conflicto a la comunión 17 de junio, 2013, 16)”.

“Jesús nos recuerda: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). Él es quien nos sostiene y nos anima a buscar los modos para que la unidad sea una realidad cada vez más evidente. Sin duda la separación ha sido una fuente inmensa de sufrimientos e incomprensiones; pero también nos ha llevado a caer sinceramente en la cuenta de que sin él no podemos hacer nada, dándonos la posibilidad de entender mejor algunos aspectos de nuestra fe. Con gratitud reconocemos que la Reforma ha contribuido a dar mayor centralidad a la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia. A través de la escucha común de la Palabra de Dios en las Escrituras, el diálogo entre la Iglesia Católica y la Federación Luterana Mundial, del que celebramos el 50 aniversario, ha dado pasos importantes. Pidamos al Señor que su Palabra nos mantenga unidos, porque ella es fuente de alimento y vida; sin su inspiración no podemos hacer nada”.

“La experiencia espiritual de Martín Lutero nos interpela y nos recuerda que no podemos hacer nada sin Dios. «¿Cómo puedo tener un Dios misericordioso?». Esta es la pregunta que perseguía constantemente a Lutero. En efecto, la cuestión de la justa relación con Dios es la cuestión decisiva de la vida. Como se sabe, Lutero encontró a ese Dios misericordioso en la Buena Nueva de Jesucristo encarnado, muerto y resucitado. Con el concepto de «sólo por la gracia divina», se nos recuerda que Dios tiene siempre la iniciativa y que precede cualquier respuesta humana, al mismo tiempo que busca suscitar esa respuesta. La doctrina de la justificación, por tanto, expresa la esencia de la existencia humana delante de Dios”.

“Jesús intercede por nosotros como mediador ante el Padre, y le pide por la unidad de sus discípulos «para que el mundo crea» (Jn 17,21). Esto es lo que nos conforta, y nos mueve a unirnos a Jesús para pedirlo con insistencia: «Danos el don de la unidad para que el mundo crea en el poder de tu misericordia». Este es el testimonio que el mundo está esperando de nosotros. Los cristianos seremos testimonio creíble de la misericordia en la medida en que el perdón, la renovación y reconciliación sean una experiencia cotidiana entre nosotros. Juntos podemos anunciar y manifestar de manera concreta y con alegría la misericordia de Dios, defendiendo y sirviendo la dignidad de cada persona. Sin este servicio al mundo y en el mundo, la fe cristiana es incompleta”.

“Luteranos y católicos rezamos juntos en esta Catedral y somos conscientes de que sin Dios no podemos hacer nada; pedimos su auxilio para que seamos miembros vivos unidos a él, siempre necesitados de su gracia para poder llevar juntos su Palabra al mundo, que está necesitado de su ternura y su misericordia”.

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