La acción pastoral y la Eucaristía fortalecen la comunión

Apreciables hermanas y hermanos:

Participar del Sacerdocio de Cristo nos pone en condición de vivir y experimentar una red de relaciones y de comunión. En primer lugar, con Dios, nuestro Padre. Con nuestros hermanos Sacerdotes y con todos los bautizados.
La comunión es parte esencial de nuestra vida de creyentes, hermanos, partícipes del mismo Bautismo. En esta vivencia de la comunión, hay un lazo particular, el que se debe establecer con el Obispo, el que sea, que Dios ha puesto, como principio y fundamento de la comunión de los son hijos de Dios. Más allá de sus imperfecciones, limitaciones, miserias y pobrezas, el Obispo es el principio de la comunión y la fraternidad de los fieles.

A los que hemos recibido el Sacerdocio ministerial, éste nos pone en comunión plena con el Padre, en la plenitud del Espíritu, que comunica a su Hijo. Nos adentra en el misterio trinitario, nos hace parte en la comunión de las tres divinas personas, en el único y verdadero Dios

Este Sacerdocio ministerial nos destina, además, a que tengamos una relación de comunión con el pueblo de Dios, con todos los bautizados, que también participan del Sacerdocio de Cristo. El Sacerdocio común nos hace hermanos, nos pone en situación de fraternidad.

La comunión es parte esencial de nuestra vida de Sacerdotes. Es una condición de relación con el pueblo de Dios, con todos los bautizados, porque somos encarnación, signo visible de Cristo cabeza en medio de su Iglesia, por lo que estamos llamados a expresar, fomentar y vivir la comunión con todo el pueblo de Dios.

Nuestra vocación consiste en estar al servicio de esta comunión. Hay muchas formas de expresar esta comunión, de vivirla. Señalo dos. Una, es la acción pastoral. En ésta, tenemos la oportunidad real de expresar, vivir y manifestar que somos comunión. Nadie puede decir que el Obispo, el Presbiterio y los laicos promueven la comunión, pero que quien sabrá si la quiere hacer. Así no se colabora a la comunión.

La acción pastoral se asume después de un discernimiento eclesial, principio de unidad en la Iglesia. Es una forma concreta de vivir, fomentar, alimentar y testimoniar la comunión a la que hemos sido llamados por Cristo.
Otra forma de expresar la comunión es a través del Sacramento de la Eucaristía. De esta forma se fortalece y se renueva la comunión en todas direcciones. Cada vez que celebramos la Eucaristía actualizamos y profundizamos nuestra comunión con Dios Padre, en Cristo, por el Espíritu, con el sucesor de Pedro, con el Obispo y con la comunidad del pueblo de Dios.

Que no celebremos este misterio de comunión, la Eucaristía, sin darnos cuenta de lo que es; que evitemos celebrarlo rutinariamente, que lo asumamos como culmen de nuestro esfuerzo por vivir en comunión, y como fuente para alimentar y fortalecer, cada vez más, nuestra comunión con Dios, con Cristo y con su Iglesia.

Yo les bendigo en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

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