De entierros de obispos, arzobispos y cardenales


A ver si mis pobres palabras influyen contra lo que considero una mala costumbre que se ha ido imponiendo en los últimos años. Cuando muere un cardenal, ahora existe la tendencia a colocar cosas sobre el féretro. Como botón de muestra, los hay innumerables, véase este link:

Ya escribí un post sobre este tema. Deseo escribir un segundo sin repetirme. Para los nostálgicos, pongo el link abajo.
El cáliz: Este vaso que es símbolo de la Virgen María debe estar cubierto por un velo. Así está expresamente prescrito en el misal romano, siguiendo una tradición que se pierde en el comienzo de la Iglesia y que proviene de la costumbre de los judíos de cubrir con un velo la copa de pascua. El cáliz es un vaso tan sagrado que no queda expuesto a la vista de todos más que a partir del ofertorio. Estando expuesto le cae el polvo y queda a la vista de todos como cualquier vaso profano. Eso sin contar con que su lugar no es sobre un cadáver.
El crucifijo: Si el ataúd lo lleva pegado sobre la tapa, es lógico que se deje. Pero en la liturgia no conviene colocarlo ninguno encima. Pues, en principio, en el lugar de reunión de la asamblea solo habrá un único crucifijo: el que está sobre o cerca del altar. En ocasiones hay un gran crucifijo en el centro del retablo o en un lugar cercano. Nada hay de objetable en ello. Pero si no hay una razón que justifique la duplicidad, debe haber un único crucifijo en la asamblea. Esta unicidad representa la unicidad de la Cruz de Cristo. La multiplicidad de crucifijos que he visto, en ocasiones, oscurece el sentido de esa representación.
El Evangeliario: Ya sé que, desde Pablo VI, se colocó el Evangelio sobre el ataúd. Una costumbre nueva y opinable que no existió antes. El libro sagrado tiene su lugar propio de honor, porque es un objeto sagrado. Peor todavía si, como tantas veces he visto, se coloca el leccionario sobre una tapa que no es plana. El equilibro precario queda patente. Y las fotos muestran como el libro sufre en silencio abriéndose hacia los dos lados. El silencioso sufrimiento de los libros de los evangelios…
La mitra: Pues si se quiere dejar una mitra, no me parece mal. Pero déjese ésta tumbada sobre una tela. No en una posición artificiosa como es la vertical.
No veo mal que se deja una estola sobre la tapa del féretro de un sacerdote. Una mitra tumbada sobre el féretro de un obispo. Y un fastuoso galero cardenalicio sobre el féretro de un cardenal. O nada o una sola de esas cosas, pero no una multiplicidad de objetos que estéticamente no quedan bien.
Si me dieran a elegir, ¿qué dejaría yo sobre la tumba de un Papa? No dejar nada sobre la tapa no queda mal. Pero, en todo caso, dejaría una tiara a un par de palmos de la cabecera del ataúd, sobre un cojín de terciopelo colocado sobre un pedestal de madera.
Sobre mi ataúd, ya dejé claramente determinado para mis herederos que tienen que dejar una rana y a mis pies unas flores de plástico. Detesto la idea (aunque la comprendo) de alguien que propuso dejar una langosta. Pero, como alguien deje una foto de sor Lucía Caram, puedo ser el primer caso de cura que abre el ataúd en medio de su entierro.

Publicar un comentario

[blogger][facebook]

Agencia Catolica

Forma de Contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.
Javascript DesactivadoPor favor, active Javascript para ver todos los Widgets