Arzobispo de Valencia: Evangelizar en la Iglesia orando, confesando y anunciando
“Estamos empeñados en anunciar a Jesucristo; por ello, es urgente que eliminemos de la vida de todos los que somos miembros de la Iglesia toda mediocridad, atonía e inercia.
Cuando está naciendo una nueva época histórica, cuando tanto afecta a los hombres tener que vivir en un nuevo escenario y actuar como tales en él, urge que la adhesión a Jesucristo Nuestro Señor entre en la realidad y sea, realmente, esa levadura que da sabor, olor y color a la realidad”, escribe monseñor Carlos Osoro Sierra en su carta de esta semana.
Mas adelante señala que “la Iglesia es para el mundo, no para la Iglesia misma; pero para ello, es necesario que siempre se tonifique y acrisole, para ello es necesario que viva coherentemente la respuesta del salmista: “el auxilio me viene del Señor”, y añade que “no podemos hacer un lema retórico de la evangelización que hemos de llevar a cabo en estos momentos”.
“El Papa Francisco , dice monseñor Osopro, nos los ha recordado: “hoy, en este id de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva salida misionera” Ya podemos anticipar, sin dudar, que solamente hombres nuevos, con la novedad que trae el acoger en nosotros la vida de Cristo, pueden construir una Iglesia que regale a esta humanidad la novedad y la alegría del Evangelio”.
“¿Cómo hacer esta evangelización hoy?, se pregunta el arzobispo de Valencia. “No lo dudemos: tiene que ser a partir de la entrega de unos cristianos que vivan la fe y la vida del evangelio con integridad y radicalidad, mística y martirialmente, recuperando cada uno de los miembros de todas las comunidades cristianas una personalización de la experiencia cristiana y de la vida teologal. Y es que solamente podemos evangelizar en la medida que hemos recibido personalmente el Evangelio por la fe y la transformación consecuente. Con ello no quiero decir que para ello son necesarios santos en sentido literal, sino santos en el sentido paulino, los que hemos recibido la vida de Cristo y estamos en un proceso permanente de conversión para disponernos siempre a la misión.”
“Tener la Vida de Cristo, ponerla en acto, comunicarla con obras y palabras es todo un reto que siempre tenemos los cristianos, pero mucho más cuando hay un escenario nuevo en el que la presencia de Jesucristo, su amor es necesario. Este amor tiene que mover a todos los miembros de la Iglesia, de tal manera que sea desde ese amor desde el que se manifiesta y vive la comunión, que debe ser la encarnación y la esencia del misterio mismo de la Iglesia. De tal modo que, como nos decía el beato Juan Pablo II, “hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: este es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo”
“¿Cómo hacer esto posible? Creyendo y manifestando en nuestra existencia que Cristo es la Vida, que solamente Él da la Vida y que esta humanidad necesita de esa Vida para salir de todas las oscuridades que tiene.”
Termina el arzobispo de Valencia señalando las tareas esenciales para ser Iglesia evangelizadora.
“1. Construirnos siempre como comunidades orantes y confesantes. Así nos lo recuerda un gran teólogo del siglo XX: “el cristiano del futuro o será un místico o no existirá en absoluto”, pues las presiones de la increencia y de la indiferencia la resisten quienes se arraigan en Cristo de un modo sólido y con una experiencia honda y profunda de Él. Y no se trata de tener una piedad intimista y desencarnada, pues creer es comprometerse y orar es actuar.
2. Construirnos siempre como comunidades misioneras: tengamos claro que la fe cristiana no es eclesiocéntrica, sino teo y cristo-céntrica, pues su misión es anunciar a Dios Padre y a su Hijo Jesucristo. Un anuncio que no es notificación de una teoría, sino que ostenta la estructura del signo sacramental, es decir, obra lo que significa. La Iglesia no puede ser silente. En su corazón sigue resonando el testimonio de los mártires por anunciar a Jesucristo.
3. Construirnos siendo comunidades fraternas, que viven desde y en la comunión, es decir, que siempre dan espacio al hermano y llevan mutuamente la carga de los otros (cf. Gal 6, 2) porque creen y confiesan a Dios Padre que nos hace a todos ser hermanos”
Por Antonio DIAZ TORTAJADA, Sacerdote-periodista
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