Mons. Arancedo pidió políticas familiares auténticas y eficaces
El prelado consideró a la familia como “la primera transmisora de valores y de cultura, es más, diría la primera escuela de la dignidad humana y sus derechos” y advirtió que “por estar en el nivel de las cosas comunes que suponemos y hacen a nuestra vida, podemos perder de vista el sentido de su importancia y la exigencia del compromiso”.
“Es conveniente -sugirió- detenernos a considerar su realidad y vigencia, como a agradecer su presencia en nuestra vida y en la sociedad. La familia participa de esa categoría fundacional que es el ‘don’, de lo que hemos recibido y nos antecede, pero que al mismo tiempo es una tarea siempre nueva que nos compromete”.
“No debemos ser espectadores pasivos sino protagonistas de la familia”, reclamó y exclamó: “¡Qué triste es estar en ella y no sentirnos parte activa de su vida!”
El arzobispo santafesino insistió en advertir que “la fragilidad de una sociedad está en ponderar su valor e importancia, pero no preguntarse lo que ella necesita y espera de cada uno de sus miembros y de la misma comunidad política. Cuando el don no se hace tarea se empobrece el presente y compromete el futuro”.
“Si definimos a la familia como la primera célula de la sociedad y el lugar ‘donde se fragua el futuro de la humanidad’, como acostumbraba a llamarla san Juan Pablo II, debemos sacar la consecuencias que hacen a un sano y responsable ordenamiento social. No es la familia la que deba acomodarse a los criterios impuestos por una sociedad que prioriza los aspectos productivos y comerciales, sino que es ella la que debe crear las condiciones que le permitan su desarrollo integral”, afirmó.
El arzobispo estimó que se requiere de políticas familiares “auténticas y eficaces”, al asegurar que las necesidades de la familia deben “tener el valor de un derecho, que se convierte para la sociedad en una obligación” y enumerar los muchos temas que “hacen a las necesidades de la vida familiar y de que una sociedad los debe tener en cuenta para favorecer su desarrollo y calidad de vida”.
En este sentido, monseñor Arancedo consideró “importante el significado del domingo no como un día más, sino como un día único y festivo. El sentido de la fiesta no es solo no trabajar sino festejar, y esto no es algo individual sino comunitario, sea a nivel religioso, de amigos como familiar”.
“Es un tema que no puede quedar librado a las solas fuerzas de un mercado que termina marcando las necesidades y la agenda de la sociedad. Es importante recuperar el sentido del domingo”, concluyó citando la doctrina social de la Iglesia.+
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