CIUDAD DEL VATICANO (ACI)- En la Homilía de la Misa en la Casa Santa Marta, el lunes 13 de febrero, Su Santidad meditó en la Lectura del Génesis que narra el pasaje de Caín y Abel, la historia “de una hermandad que debía crecer, ser bella, pero que termina destruida”.
Tal historia, explicó el Santo Padre, empieza “con unos pequeños celos” de Caín hacia Abel. “Así crecen las enemistades entre nosotros: comienzan con una cosa pequeña, unos celos, una envidia, y luego crece y vemos la vida sólo desde ese punto, y esa pajilla se convierte en un fardo, y está allí”.
Poco a poco, prosiguió, uno se “obsesiona” con ese mal. “Y crece, crece la enemistad y termina mal. Siempre. Me aparto de mi hermano, y éste ya no es mi hermano, sino mi enemigo, un enemigo que debe ser destruido, cazado… y así se destruye la gente, ¡así las enemistades destruyen familias, pueblos, todo!
Dios, dijo el Papa, cuestiona a Caín “¿Dónde está tu hermano?”, y el asesino responde de forma irónica: “¿Acaso soy el guardián de mi hermano?
“Es posible, continuó el Santo Padre, que no hayas matado a alguien, pero si tienes un mal sentimiento hacia tu hermano, lo has matado; si insultas a tu hermano, lo has matado en tu corazón. El asesinato es un proceso que comienza con algo pequeño”.
Dicho proceso, detalló, también se ve en los conflictos bélicos: “Cuántos poderosos de la Tierra dicen: ‘A mí me interesa este territorio, me interesa este pedazo de tierra. Si la bomba cae y mata a 200 niños, no es mi culpa, sino de la bomba. A mí me interesa el territorio’”.
Para concluir, el Sumo Pontífice alentó a que cada uno repita la pregunta que Dios hace a Caín: “¿Dónde está tu hermano?”, y piense en aquellos que “destruimos con la lengua” y “todos los que en el mundo son tratados como cosas y no como hermanos porque es más importante un pedazo de tierra que el vínculo de la fraternidad”.

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