En una entrevista, Francisco resalta la necesidad de “integrar” y de no “encerrar en un gueto” a aquellos que huyen de las guerras o del hambre, y que tienen “el derecho” a emigrar.
Quien huye de la guerra o del hambre tiene “el derecho” a emigrar, pero cada país debe aceptar solamente “todos los que ‘puedan’ ser acogidos y debiera “integrarlos”. Es lo que sostuvo el Papa Francisco en una entrevista concedida al periódico “Scarp de’ tenis” [una publicación mensual de distribución ambulante y gratuita, que es sostenida por la Caritas Ambrosiana y la Caritas italiana] en vista de la visita que el Papa efectuará a Milán el 25 de marzo.
En dicha entrevista, al hablar de los sin techo, Francisco cuenta un episodio de la vida de Juan Pablo II. “En el Vaticano es famosa la historia de una persona sin techo, de origen polaco, que generalmente paraba en la plaza Risorgimento en Roma, no hablaba con nadie, ni siquiera con los voluntarios de Caritas que a la noche le llevaban un plato de comida caliente. Recién después de un largo tiempo, ellos lograron que les contara su historia: «Soy cura, conozco bien a vuestro Papa, estudiamos juntos en el seminario». Esto llegó a oídos de San Juan Pablo II, que al oír su nombre, confirmó que habían estado juntos en el seminario, y quiso reunirse con él. Se abrazaron después de cuarenta años, y al final de una audiencia, el Papa pidió confesarse con el sacerdote que había sido compañero suyo. «Ahora te toca a ti», le dijo el Papa. Y el compañero de seminario se confesó con el Papa. Gracias al gesto de un voluntario, del plato de comida caliente, a una palabra de consuelo, a una mirada de bondad, esta persona pudo levantarse de nuevo y emprender una vida normal, que lo llevó a ser capellán de un hospital. El Papa lo ayudó, y por cierto que esto es un milagro, pero también es un ejemplo para decir que las personas sin techo tienen una gran dignidad”.
En cuanto a los emigrantes, el Papa Francisco sostiene que “Los que llegan a Europa escapan de la guerra o del hambre. Y en cierto modo, nosotros somos culpables de esto, porque explotamos sus tierras pero no hacemos ningún tipo de inversión con la cual ellos puedan beneficiarse Tienen derecho a emigrar, y tienen derecho a ser acogidos y ayudados. Esto, no obstante, debe hacerse con esa virtud cristiana, que es la virtud que debiera ser propia de los gobernantes, es decir, la prudencia. ¿Qué significa esto? Significa acoger a todos los que se ‘pueda’ acoger. Y esto, en lo que respecta a los números. Pero igual de importante es reflexionar sobre ‘cómo’ acogerlos. Porque acoger significa integrar. Y esto es lo más difícil, porque si los emigrantes no se integran, son encerrados en un gueto. Siempre vuelve a mi mente el episodio de Zaventem (el atentado al aeropuerto de Bruselas, ocurrido el 22 de marzo de 2016, ndr); estos muchachos eran belgas, hijos de inmigrantes, pero vivían en un barrio que era un gueto. ¿Y qué significa integrar? También en este caso, doy un ejemplo: De Lesbos, vinieron conmigo trece personas. Al segundo día de estar, gracias a la comunidad de San Egidio, los niños ya estaban asistiendo a la escuela. Luego, al poco tiempo, consiguieron un lugar donde alojarse, los adultos se ocuparon de asistir a cursos para aprender el idioma italiano y así, poder buscar algún trabajo. Es cierto que para los niños es más fácil: van a la escuela, y en pocos meses hablan el italiano mejor que yo. Los hombres buscaron trabajo y lo encontraron. Integrar, entonces, quiere decir entrar en la vida del país, respetar la ley del país, respetar la cultura del país, pero también hacer respetar la cultura propia y las riquezas culturales propias. La integración es un trabajo muy difícil. En la época de la dictadura militar en Buenos Aires, veíamos a Suecia como un ejemplo positivo. Los suecos hoy son 9 millones, pero de ellos, 890.000 son nuevos suecos, es decir, inmigrantes o hijos de inmigrantes que se han integrado. La ministra de cultura Alice Bah Kuhnke es hija de una mujer sueca y de un hombre que proviene de Gambia. Este es un hermoso ejemplo de integración. Es cierto que ahora en Suecia también se encuentran en dificultades: tienen muchas solicitudes y están tratando de entender qué hacer, porque no hay lugar para todos. Recibir, acoger, consolar e integrar enseguida. Lo que falta es justamente la integración. Entonces, cada país debe ver qué número es capaz de recibir. No se puede acoger si no hay posibilidades de integración”.
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