Por Mónica OLVERA |
Todos hemos experimentado alguna vez la dificultad para hacer el bien que deseamos hacer y la debilidad para evitar el mal que no queremos hacer. Esto es parte de nuestra condición humana que fue creada buena por Dios, pero que fue herida por el pecado original, a raíz de haber optado en contra del mandato divino, tentados por el demonio. Jesucristo, sin dejar de ser Dios, se hizo verdadero hombre para con su sacrificio y obediencia total al Padre, salvarnos de la muerte eterna y darnos las gracias necesarias para vencer el pecado que nos esclaviza.
Lo sepamos o no, lo creamos o no, lo queramos o no, esto es así: la vida plena, la libertad, el amor, la felicidad verdadera a la que todos aspiramos, sólo es posible con y gracias a Cristo. Él quiere darnos a todos y cada uno, su amor y gracia gratuitamente, pidámosla con humildad, perseverancia y confianza.
Y te invito a que traslades esto a tu vida matrimonial. Tu cónyuge es tu prójimo más cercano e importante. Están llamados a convertirse en el mejor regalo que los acompañará toda la vida. Fueron puestos para hacerse sentir amados por Dios, a través de su amor esponsal. Lejos de Dios, la felicidad conyugal es dificilísima o casi imposible, somos presa fácil de las tentaciones del mundo y del enemigo. En cambio, la gracia sacramental del matrimonio junto con el cultivo de la oración, los sacramentos, la protección de nuestra Madre y el trabajo personal de ambos, van haciendo posible el milagro.
La vida de fe no consiste en esperar que de la noche a la mañana todo sea perfecto, eliminemos nuestro egoísmo, tengamos conquistada la generosidad, paciencia, amabilidad y seamos lo suficientemente capaces para resolver cualquier discusión. La fe en Cristo te ayudará a:
- Querer y aceptar al otro con todo y sus faltas y defectos.
- Perdonar y pedir perdón sinceramente.
- Confesarte cuando has herido a Dios en el otro, pidiendo fuerzas para volver a levantarte y hacer las cosas mejor.
- Hacer esto una y otra vez, confiando en que Dios te ama a pesar de tus meteduras de pata.
- Imitar la paciencia divina que siempre nos da una siguiente oportunidad.
- Sentirte seguro y agradecido de que el otro no te va a dejar porque no superes instantáneamente tus defectos.
- Valorar los esfuerzos que hace el otro por mejorar, aunque no siempre logre óptimos resultados.
- Trotar, caer y volver a trotar para ir creciendo, con miras a hacer que mi cónyuge realmente me vea como el regalo más grande de Dios.
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Mónica Olvera es licenciada en Educación y Desarrollo con un diplomado de Teología del Amor, especialista en el Creighton Model System, da pláticas prematrimoniales.
Página de Facebook: Mónica Olvera Consultoría
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