Por Fernando PASCUAL |
Cientos de enfermedades han afectado y afectan la vida de millones de personas.
Algunas enfermedades provocas limitaciones y dolores más o menos graves. Su duración varía enormemente: unas provocan la muerte en pocas horas, mientras que otras se prolongan por meses o incluso por años.
Al hablar de cada enfermedad la mirada se dirige a los enfermos. Una teoría puede describir síntomas, posibles terapias, diagnósticos y pronósticos, pero nunca será suficiente para entender lo que experimentan el enfermo y sus familiares.
En los inmensos esfuerzos de personas individuales y de grupos para prevenir, curar, paliar y acompañar a los enfermos, el centro debe ser ocupado siempre por personas concretas: los enfermos.
Son ellos, los enfermos, quienes merecen ayuda y cercanía, medicinas concretas y atenciones que van desde la limpieza hasta la escucha.
Por desgracia, muchas veces faltan recursos y personal. Basta con entrar en algunos hospitales o ver cómo miles de enfermos sufren una triste soledad en sus hogares.
A pesar de las limitaciones, miles de médicos, familiares, enfermeros y voluntarios de todo tipo, llegan a esfuerzos heroicos para atender al mayor número posible de personas afligidas por la enfermedad.
El nivel de humanización de un pueblo se muestra precisamente en el trato dispensado a los enfermos. No sólo porque ellos necesitan ayuda, sino porque es parte de la justicia y de la vocación humana ofrecerles todo aquello que sea posible, para el bien de sus cuerpos y de sus corazones.
Publicar un comentario