Educar con la vivencia de los valores

Gloria Aguilar

Con más de 70 años de servicio educativo, el colegio Alfredo R. Plascencia se esmera por formar a ciudadanos con valores humanos que sirvan a la Sociedad en la que están insertos con sólidos criterios del humanismo cristiano.
La niñez de Amatitán, Jalisco tiene en las aulas de esta institución, fuente y cimientos para ser constructores y promotores de la ciencia, la cultura, el respeto a la vida y a la dignidad humana y la preservación de la naturaleza.
El colegio Alfredo R. Plascencia, que inició como escuela parroquial, está al cargo de los Misioneros de Jesús Crucificado y atiende a una comunidad estudiantil de 200 alumnos en los niveles de preescolar y primaria.
Las niñas y niños que estudian en esta institución, que mantiene las inscripciones abiertas todo el año, tienen la certeza de que sus profesores están en permanente capacitación conforme los lineamientos que marca la Secretaría de Educación Pública.
Los padres de familia, importantes en el desarrollo académico de sus hijos, participan de manera activa de esta etapa de la vida de los alumnos, a lo largo del ciclo escolar en actos académicos y lúdicos que les permiten constatar su avance y crecimiento educativo y humano en armonía con los valores humanos y cristianos.

Misión:

Los Colegios Misioneros de Jesús Crucificado, son instituciones de educación básica y media superior, que mediante un trabajo en conjunto, con maestros y padres de familia, proporcionamos a nuestros destinatarios: valores de fe, amor, verdad, justicia, respeto y libertad de manera que nuestros alumnos se formen integralmente, comprometiéndose con la sociedad y la cultura de su tiempo, siendo coherentes con su ser y quehacer, viviendo así el ministerio de la Redención.

Visión:
Los colegios MJC, queremos ser reconocidos como instituciones vanguardistas, precursoras e innovadoras en el campo humano, espiritual, pedagógico e intelectual, para contribuir en la información de una sociedad más justa, solidaria y equitativa en donde se viva el amor y la fe, para ello brindamos actualización continua y permanente a los docentes para que juntos formemos alumnos investigadores, constructores y promotores de la ciencia, la cultura y la tecnología, el respeto a la vida, a la dignidad humana al cuidado y preservación de la naturaleza, con equilibrio emocional y activo, capaz de amar y vivir los valores, contribuyendo así a formar un mundo mejor.

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Los retos de estos tiempos que están en constante cambio obligan a una transformación y esto incluye también a la educación: para muchos la escuela tradicional ha caducado.
Las nuevas tecnologías e internet han cambiado de manera revolucionaria en la forma de aprender y enseñar. Y la globalización no ha hecho más que impulsar esa transformación.
Sin embargo, sólo algunos países en el mundo la consideran como una prioridad. Dentro de ese pequeño grupo algunos países han adaptado el modelo educativo del siglo XXI el cual  ha contribuido muchísimo a la proyección de marca del país.
El propósito de la educación del siglo XXI es contribuir a formar ciudadanos libres, participativos, responsables e informados, capaces de ejercer y defender sus derechos, que participen activamente en la vida social, económica y política de México.
Es decir, personas que tengan la motivación y capacidad de lograr su desarrollo personal, laboral y familiar, dispuestas a mejorar su entorno social. Pretende incorporar a los docentes al liderazgo del proceso de transición entre el siglo que se fue y el que ya comenzó.
Todo esto nos enfrenta a la necesidad de construir un México más libre, justo y próspero, que forma parte de un mundo cada vez más interconectado, complejo y desafiante. En ese contexto, nos da la oportunidad de sentar las bases para que cada mexicana y mexicano, y por ende nuestra nación, alcancen su máximo potencial.
El futuro de la educación no debe centrarse en los datos sino en la construcción de modelos donde la prioridad sea educar con lo mejor.
Comprometiendo y concientizando a todas las partes involucradas.
El asunto va mucho más allá de las nuevas tecnologías, aunque éstas estén afectando el ecosistema educativo en algunos países del mundo. No sólo debemos imaginar cómo aplicar los nuevos dispositivos sino cómo modelar la mezcla entre lo clásico y lo moderno.
Entre aquello que ayuda desde hace más de 100 años a que nuestro conocimiento se prepare, con lo que aún no existe.

Educar

para tomar

decisiones

La vida es un continuo decidir o lo que es más radical, sólo nos hacemos personas decidiendo serlo.
A través de las  materias y las actividades educativas se implica para la tarea de educar las emociones, una pedagogía distinta: partir de lo que ellos mismos saben y  a partir de eso construir nuevos conocimientos, es la investigación y acción participativa. Cada persona tiene sus propias maneras de tomar decisiones, sobresalen elementos de tradición “porque así fuimos educados”, del propio carácter “porque así reacciono siempre” o de la experiencia “no quiero que sufran lo que yo sufrí”, entre otros.
Saber tomar decisiones asertivas es una habilidad para la vida, no solo para las personas adultas que vivimos situaciones o responsabilidades que implican que tomemos decisiones, sino también la educación de los alumnos. Como lo expresan algunos profesores “como queremos que tomen decisiones sino los enseñamos para ello”. O como confrontaba un alumno a sus padres “Si soy mal educado es su responsabilidad pues ustedes me educaron”.  Formamos para que los alumnos sepan tomar decisiones en la medida en que los profesores sabemos hacerlo; aquí se aplica el dicho de que nadie da lo que no tiene.
La disyuntiva en este tema es cómo ir más allá de lo bueno y malo, las decisiones tendrán ciertamente consecuencias morales, por eso lo primero es formar y afianzar a los alumnos –la familia- en valores que guíen y orienten la manera de tomar decisiones: el respeto, la honestidad, la austeridad, las relaciones sanas, etcétera. Estos valores serán la brújula para saber tomar decisiones correctas en la vida. Puede ser que sean decisiones agradables, que satisfagan a la persona, más no basta esa conveniencia, hay que alargar la mirada para pasar de la euforia a lo ético.
“Hay decisiones que no les agradan a nuestros alumnos, lo que supone saber darles las razones de tal decisión, que conozcan el por qué y el para qué de ellas, en el momento no será lo que ellos creen les conviene, pero estarán formando personas que cuando tengan que decidir sepan hacerlo correctamente, buscando el bien propio y el de los demás.
Nuestros alumnos son personas en formación y enseñarlos a saber tomar decisiones correctas en la vida será esencial para su realización humana o para su frustración. El reto será enseñarles a convertir sus convicciones internas en decisiones.

fepoc.semanario@gmail.com

Aprender

la disciplina

amorosa

José Andrés Guzmán Soto

Dicen los sabios que el amor inicia con el amor a uno mismo para a amar a los demás; es decir que el amor a uno mismo se refleja en el amor a los demás.
En nuestro entorno sociocultural, encontramos hechos y discursos que olvidan este principio y viven en sistemas de destrucción y de muerte con apariencia de gozo y placeres: niños y adolescentes que han perdido el amor a vivir y se sienten abandonados en un mundo injusto; jóvenes y adultos que “disfrutan” su vida en el alcohol y las drogas, la promiscuidad, la prostitución y los excesos porque hay que vivir el momento porque ignoran el  mañana.
Dice un gran autor: si no sabes de dónde vienes y a dónde vas, entonces no sabes quién eres. Olvidar mi origen es olvidar mi destino
De lo anterior nacen las preguntas: ¿Cómo construir mi vida? ¿Cómo desarrollar mis capacidades y mis competencias y crecer como persona? ¿Cómo saber comprender a los demás y tratarlos como a uno mismo?
Una actitud fundamental y virtud absolutamente necesaria es tener una disciplina amorosa: la defino como esa actitud de autocontrol de mi cuerpo, de mi mente, de mi inteligencia, de mi sensibilidad, de mi libertad, de mis emociones, de mis relaciones, de mi espiritualidad. Es el logro de amarme a mí mismo de tal manera que sea yo el dueño de mi vida a partir de mi pasado y en construcción de mi presente hacia mi destino final.
Comprendo que cuesta mucho trabajo porque tenemos una trinidad de situaciones problemáticas:
Vivimos en la sociedad de la seducción, donde todo nos invita a disfrutarlo sin medida; vivimos en la sociedad del narcisismo donde primero yo, después yo y al final yo; vivimos en la sociedad de la indiferencia donde todo se cosifica en aras del uso o del abuso. Dice Lipoevetsky que vivimos la Era del Vacío.
Para el logro de ser el dueño de nuestra propia historia tenemos que ejercitarnos en el espíritu a través de una autodisciplina amorosa que nos lleve a nuestro pleno desarrollo. Pierre Hadot refiere de algunos ejercicios espirituales de la filosofía griega para esta autodisciplina como: leer, escribir, meditar, escuchar, el examen de conciencia, el trato respetuoso a los demás y la indiferencia a los bienes, todo ello sintiéndose parte de la Naturaleza, de la historia y de la sociedad. Es la autogénesis de la trascendencia de nuestra vida. Esto tenemos que aprender para enseñar a las generaciones venideras el camino que se hace al andar.
Es el eterno camino hacia la sabiduría.

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